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José Antonio Ávila López
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José Antonio Ávila López
Nuestra cultura se centra constantemente en criticar lo que no nos gusta en lugar de poner en valor lo que se hace bien

Nuestra cultura se centra constantemente en criticar lo que no nos gusta en lugar de poner en valor lo que se hace bien, y al avanzar en la “construcción” de esta modesta columna, el lector podrá comprender que eso es fundamental. En lugar de construir y animar, nos hemos centrado en destruir, en separar, en tirar lo que hacen otros como única forma de poner en valor lo que nosotros pensamos que es mejor.

Un país mejor es posible, pero los que optan a dirigirnos y los dirigen tienen que cambiar de senda y reconocer sus errores

Está más que comprobado que el que está en el poder nunca quiere cambiar los métodos, y el que está en la oposición sólo los defiende en ese tránsito que no manda. Mientras se siga pensando que sólo los que gobiernan hacen bien las cosas, poca esperanza nos queda de que en nuestro país tengamos aquello que llamamos “defender el interés general” o “tener sentido de Estado”...

Hay quien piensa, porque lo he leído, que “los poetas son unos fingidores”... ¡Pero si la poesía es sentimiento!

Decía Woody Allen en la película Annie Hall, aquella gran película que ganó el Óscar en 1977, que “uno siempre está intentando que las cosas salgan perfectas en el arte, porque conseguirlo en la vida es realmente difícil”. Dicen algunos que van de literatos que el proceso de ficción creativa conlleva implícito un mensaje falso, y hay quien piensa, porque lo he leído, que “los poetas son unos fingidores”...

Los ciudadanos no deben ser ingenuos, ya que no es gratuito que a escasos días de cualquier tipo de elecciones se abran obras, porque sólo buscan tener rédito electora

La ley es clara: “Durante los períodos de campaña electoral queda prohibido realizar cualquier acto de inauguración de obras o servicios públicos, sin perjuicio de que dichas obras o servicios puedan entrar en funcionamiento en dicho periodo”. Sí, éste es el Artículo 50.3 de la Ley Orgánica de Régimen Electoral General.

Sin crecimiento, las ganancias o mejoras de cualquier grupo social únicamente se pueden conseguir a costa de otros que empeoren su situación, y la austeridad privada, además, permite la abundancia de lo público, lo cual se necesita para crear una nueva élite de sumos sacerdotes que articulen y prediquen el necesario control de los individuos que evite las desviaciones características de los librepensadores. 

Ponemos oídos a los mercaderes que venden sacos de humo, y en la compraventa, no muy sofisticada al menos para un tanto por ciento bastante alto que formamos esa entidad construida, imaginada o integrada llamada Europa, nos venden lo siguiente: congelación de salarios, recortes en los servicios sociales, ampliación de la edad de jubilación, privatización de una administración saqueada, y una suerte de subordinación al tándem franco-alemán.

Algunos rasgos propios de nuestra época, como la velocidad con que cambia el mundo que nos rodea, como la interdependencia de los países, o como las posibilidades que la tecnología abre, hacen de nuestro tiempo un tiempo complejo. El pensamiento que busque orientarse en él deberá hacerse cargo de esa complejidad, dejando claro que lo contrario de “lo complejo” no es “lo sencillo”, sino “lo simple”.

La ignorancia nos lleva a menudo a no interesarnos por lo que tenemos cerca, a dar por hecho que siempre estará allí, y a creer que tendremos ocasión de poder visitarlo más delante. Vivimos en un territorio inmensamente rico, atravesado y esculpido por la Historia, pero parece no importarnos.

Existen hoy periodistas, si se les puede llamar así, que buscan la conformidad fácil reivindicando un ateísmo moderno y un antitradicionalismo de manual progre, y perdonen, pero no estoy de acuerdo. Es triste que basándose en tópicos y estereotipos que son minoría en muchos sentidos, se pierda el respeto a las tradiciones y a la cultura religiosa, que es mucha.

El éxito electoral de los nacionalismos periféricos españoles que han podido conservar el poder durante todo el período democrático, ha mostrado el camino a la izquierda política. Ahora, de lo que se trata es de, una vez conquistado el gobierno, utilizar la enorme maquinaria del Estado para crear, entre la mayor parte de la población, el marco mental que les permita “seguir disfrutando de las moquetas”.

Sí, es ciertamente curioso, pero no irreal, que el artista y pintor francés Henri Matisse, a caballo entre el siglo XIX y el siglo XX, y uno de esos pintores atormentados que vivía en un constante estado de insomnio, fuese capaz de pintar el cuadro “La alegría de vivir”. Luego están los que por dar el autor ese título a ese lienzo le llamasen o lo sigan llamando “el pintor de la alegría”.

¿No somos nosotros los que sufragamos la riqueza de las élites progres? ¿No son los ciudadanos los que compran cada vez más caros los productos que ofrecen las grandes corporaciones y multinacionales? ¿No son los ciudadanos los que deben soportar el recorte presupuestario y el descenso de calidad de los servicios públicos?

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