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“Vendría a ser, sin duda, el pueblo catalán un personaje peregrinando por las rutas de la historia en busca de un Canaán que él solo se ha prometido a sí mismo y que nunca ha de encontrar” Manuel Azaña

Curas catalanes apoyando el separatismo. ¿Qué dice el Vaticano?

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No es la primera vez que una parte del clero se ha desmarcado de las leyes de un país, ha tomado la senda de la política terrenal y ha sido capaz de apartarse de la palabra de Dios y de sus mandatos, para pretender investirse del papel de líder de una empresa terrenal, en muchas ocasiones sin tomar en cuenta que el camino escogido le apartaba de su misión religiosa y lo conducía a caer en los mismos vicios, pecados y sinrazones sobre las que se han pasado años predicando, desde los púlpitos de sus iglesias, calificándolas de cuestiones paganas de las que la religión no debe ocuparse, tratar y, menos, involucrarse. Tampoco, por desgracia, será la primera vez que hemos tenido que salir al paso de las intromisiones que algunos obispos, cardenales o clérigos de la Iglesia católica catalana, en temas que corresponden a la política estatal, a los partidos políticos, a las autoridades municipales, autonómicas o nacionales o a las dos cámaras de representación popular que tienen encomendado promulgar las leyes por las que deberemos regirnos los ciudadanos españoles, entendiendo por tales todos los que habitamos en esta “piel de toro” que abarca desde nuestra frontera con Portugal por el oeste hasta el mar mediterráneo por el este; sin que nadie, ni seglar ni religioso, tenga la facultad de intentar apartar de la soberanía de esta nación española, ni un solo centímetro de su territorio nacional.


Lo cierto es que la connivencia de una parte importante de la curia catalana, incluidos sus pastores los obispos, arzobispos y cardenales, con aquellos políticos que llevan años intentando cultivar, entre los catalanes, el sentimiento del independentismo, sin pensar en otra cosa que buscar, por cualquier medio a su alcance, conseguir crear un estado propio donde se les permita continuar odiando a España y al resto de españoles siguiendo, Dios sabe por qué motivos, las orientaciones de algunos catalanes de ideas extremas y excluyentes, que han pretendido inventarse una historia propia que nunca ha existido; es algo que nadie puede negar y que es evidente y demostrable que, cinco de los prelados: monseñor Xavier Novell, de Solsona; Joan Enric Vives, arzobispo de Urgell y copríncipe de Andorra; el arzobispo de Tarragona, Jaume Pujol; el obispo de Gerona, Francesc Pardo, y el auxiliar de Barcelona y administrador apostólico de Mallorca, Sebastiá Taltavull, se han manifestado abiertamente en favor del “derecho a decidir”, afirmando sin paliativos que “El derecho de los pueblos es más importante que la unidad del Estado", todo ello teniendo en cuenta que, en el referendo ilegal que tuvo lugar el 9N, muchas iglesias catalanas colgaron la bandera separatista en sus paredes y campanarios, se prestaron a ocultar papeletas, urnas y, en algunos casos, permitieron que, durante los oficios religiosos, personal que actuaba desobedeciendo las leyes de la nación, estuvieran recontando votos en el mismo templo, junto a los fieles que asistían a la ceremonia católica.


Se dice que el arzobispo de Barcelona, Juan Losé Omella, tuvo que negar que se había ofrecido como mediador con el Gobierno para solucionar o intentarlo el problema catalán. Se dijo que hasta había dicho que Rajoy había hablado de “muertos en las calles” tal y como dio a entender esta señora, ejemplo del fanatismo más extremo de la ERC, Marta Rovira que, curiosamente, a pesar de sus constantes desplantes a España y a su Constitución, parece que los fiscales todavía no han encontrado causa para llevarla a los tribunales. Lo peor es que el colectivo de curas catalanes partidarios de la independencia y de que Cataluña se convierta en una república, que forman una potente maquinaria de apoyo a la sublevación catalana, ya no parece dejarse impresionar por los consejos, las admoniciones o incluso, por las órdenes que reciben del arzobispado de Barcelona y siguen, impertérritos, manteniendo su rebeldía pasiva, alentando a todos aquellos fieles a los que les han lavado el cerebro cuando, en lugar de hablarles de hermandad, obediencia a las leyes de la democracia y caridad cristiana que los mantuviera con sus hermanos del resto de España, han ido vertiendo la cizaña nacionalista que los ha convertido en cómplices de la revolución catalana.


No podemos pensar que, con todo lo que se está hablando del grave problema catalán que tiene a España en vilo y que, con las payasadas de Puigdemont, manteniendo abierto un circo del absurdo en naciones de la CE, como es el caso de Bélgica; el Vaticano siga callado, como si no tuviera noticia de esta postura radical de una parte importante de los curas catalanes que vienen actuando, abiertamente, sin ocultar sus preferencias y trabajando en favor de la independencia de la autonomía catalana de España; incumpliendo la Constitución española y apoyando a aquellos que han sido imputados ( investigados) por sus actividades delictivas, de acuerdo con el Código Penal y la Constitución españoles. Notamos a faltar, en este pontífice de características peronistas, anticapitalista hasta la médula, más energía en el momento de poner orden entre sus religiosos, más implicarse en dejar claro ante el mundo entero que, en materia que no sea religiosa, los católicos, sus ministros y pastores han de mantener un postura de respeto a las leyes vigentes y más si, como sucede en España, hay libertad de culto, la Iglesia recibe dinero del Estado, estamos en un país democrático con instituciones democráticas y libertades reconocidas por todos los países de la UE y del resto del mundo.


En España no vendría a cuento el hablar de situaciones como las de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Chile u otros países de la mayoría de izquierdas, como el mismo Brasil, donde, pásmense ustedes, su antiguo presidente, un miembro destacado de la extrema izquierda brasileña, ha sido condenado, en segunda instancia, a cumplir la condena que le fue impuesta, aumentada en tres años más (de 9 a 12), por haber incurrido en corrupción. El señor Lula da Silva, a pesar de que en apelación ha perdido de nuevo, no se conforma y sigue diciendo que se va a presentar como candidato aunque, para más escarnio, las leyes brasileñas no permiten que sean candidatos los que han sido condenados por semejantes delitos.


En bien de los católicos, que asisten escandalizados y estupefactos por el comportamiento inadmisible y contrario a lo que Jesús dijo en los Evangelios, sería de esperar que desde el Vaticano, la voz del Sumo Pontífice se hiciera oír para poner orden en la Iglesia catalana y aclarar, a tantos fieles que se encuentran enfrentados y, algunos de ellos, distanciados de una fe que parece que tiene algunas contradicciones en la interpretaciones de las palabras de Jesucrito. No es el Papa Francisco persona que rehúya enfrentarse a los problemas, que deje pasar las ocasiones de evangelizar a los pueblos o que se deje frenar por los problemas internos de su pueblo, tal y como venimos viendo cuando no escatima pedir perdón, una y otra vez, por los innumerables casos que se van descubriendo entre el clero, desde los clérigos más humildes a los grandes cardenales, respecto a los casos graves de pedofilia, y mucho más si se producen entre quienes debieran ser los primeros en dar ejemplo a los feligreses de buen comportamiento. Puede que este delito sea uno de los más graves, a la vista de Dios, de todos los pecados que se puedan cometer por un cristiano.


Recuerdo cuando en la Guerra Civil los religiosos vascos, una parte importante de ellos, prefirieron seguir apoyando a la república en contra del llamado movimiento nacional del general Franco. Parece que los más de 6.000 religiosos, religiosas, seminaristas, y católicos que fueron masacrados en la retaguardia por los republicanos, previo haberlos torturado, no fueron bastante para que aquellos frailes infectados por el germen del separatismo, dieran su brazo a torcer, convirtiéndose en cómplices de aquellos asesinatos. Durante los años en los que la banda asesina ETA descargó su furia sobre el pueblo español, asesinando a más de 800 personas inocentes, tampoco el clero vasco, encabezado por el obispo Setién, condenó a los etarras, ni colaboró con la policía para que los arrestase; antes bien, voces autorizadas acusan a los clérigos vascos de dar apoyo y esconder a los etarras cuando huían de las fuerzas del orden. Una forma curiosa de entender la caridad cristiana, practicándola con asesinos y criminales, pero regateándosela a las fuerzas de la Guardia Civil o la Policía Nacional, sólo porque no pertenecían al Pais Vasco y luchaban contra los gudaris que trabajaban por la independencia vasca.


Entenderíamos que no se pronunciaran en cuestiones políticas; que se mostraran dispuestos a ayudar a unos y a otros en cuestiones no relacionadas con los temas que vienen enfrentando a nacionalistas y no nacionalistas; hasta podríamos admitir que, en su privacidad, fueran partidarios de una postura u otra pero, lo que es inadmisible, es que, claramente, sin tapujos, de forma pública y enfrentándose a las leyes estatales, se manifiesten en favor de quienes se levantan contra el Estado de derecho de una nación democrática y parlamentaria que cumple con todas las normas que se le exigen a quienes quieren vivir en democracia.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadanos de a pie, cada vez encontramos menos explicaciones, empezando por los Cardenales y los obispos, a que una de las religiones de más solera en España, una que tuvo sus mártires por parte de los criminales de la República de 1936 y sus matones, se preste a formar parte activa de una revolución de una parte del país español, en la que lo que se busca es desmembrar a una nación que ha convivido en paz durante más de 500 años. Ello nos lleva a una cuestión que puede que, hasta este momento, no se haya tenido en cuenta: ¿tendrán los fiscales que se ocupan de aplicar las leyes en contra de aquellos que prevarican, revolucionan, malgastan caudales públicos y desobedecen las leyes, que iniciar acciones en contra de estos curas que incitan, favorecen, colaboran o intervienen activamente en promocionar la revolución en contra de la nación española? Está por ver en qué acabará esta cuestión tan espinosa.

Curas catalanes apoyando el separatismo. ¿Qué dice el Vaticano?

“Vendría a ser, sin duda, el pueblo catalán un personaje peregrinando por las rutas de la historia en busca de un Canaán que él solo se ha prometido a sí mismo y que nunca ha de encontrar” Manuel Azaña
Miguel Massanet
viernes, 26 de enero de 2018, 06:45 h (CET)

No es la primera vez que una parte del clero se ha desmarcado de las leyes de un país, ha tomado la senda de la política terrenal y ha sido capaz de apartarse de la palabra de Dios y de sus mandatos, para pretender investirse del papel de líder de una empresa terrenal, en muchas ocasiones sin tomar en cuenta que el camino escogido le apartaba de su misión religiosa y lo conducía a caer en los mismos vicios, pecados y sinrazones sobre las que se han pasado años predicando, desde los púlpitos de sus iglesias, calificándolas de cuestiones paganas de las que la religión no debe ocuparse, tratar y, menos, involucrarse. Tampoco, por desgracia, será la primera vez que hemos tenido que salir al paso de las intromisiones que algunos obispos, cardenales o clérigos de la Iglesia católica catalana, en temas que corresponden a la política estatal, a los partidos políticos, a las autoridades municipales, autonómicas o nacionales o a las dos cámaras de representación popular que tienen encomendado promulgar las leyes por las que deberemos regirnos los ciudadanos españoles, entendiendo por tales todos los que habitamos en esta “piel de toro” que abarca desde nuestra frontera con Portugal por el oeste hasta el mar mediterráneo por el este; sin que nadie, ni seglar ni religioso, tenga la facultad de intentar apartar de la soberanía de esta nación española, ni un solo centímetro de su territorio nacional.


Lo cierto es que la connivencia de una parte importante de la curia catalana, incluidos sus pastores los obispos, arzobispos y cardenales, con aquellos políticos que llevan años intentando cultivar, entre los catalanes, el sentimiento del independentismo, sin pensar en otra cosa que buscar, por cualquier medio a su alcance, conseguir crear un estado propio donde se les permita continuar odiando a España y al resto de españoles siguiendo, Dios sabe por qué motivos, las orientaciones de algunos catalanes de ideas extremas y excluyentes, que han pretendido inventarse una historia propia que nunca ha existido; es algo que nadie puede negar y que es evidente y demostrable que, cinco de los prelados: monseñor Xavier Novell, de Solsona; Joan Enric Vives, arzobispo de Urgell y copríncipe de Andorra; el arzobispo de Tarragona, Jaume Pujol; el obispo de Gerona, Francesc Pardo, y el auxiliar de Barcelona y administrador apostólico de Mallorca, Sebastiá Taltavull, se han manifestado abiertamente en favor del “derecho a decidir”, afirmando sin paliativos que “El derecho de los pueblos es más importante que la unidad del Estado", todo ello teniendo en cuenta que, en el referendo ilegal que tuvo lugar el 9N, muchas iglesias catalanas colgaron la bandera separatista en sus paredes y campanarios, se prestaron a ocultar papeletas, urnas y, en algunos casos, permitieron que, durante los oficios religiosos, personal que actuaba desobedeciendo las leyes de la nación, estuvieran recontando votos en el mismo templo, junto a los fieles que asistían a la ceremonia católica.


Se dice que el arzobispo de Barcelona, Juan Losé Omella, tuvo que negar que se había ofrecido como mediador con el Gobierno para solucionar o intentarlo el problema catalán. Se dijo que hasta había dicho que Rajoy había hablado de “muertos en las calles” tal y como dio a entender esta señora, ejemplo del fanatismo más extremo de la ERC, Marta Rovira que, curiosamente, a pesar de sus constantes desplantes a España y a su Constitución, parece que los fiscales todavía no han encontrado causa para llevarla a los tribunales. Lo peor es que el colectivo de curas catalanes partidarios de la independencia y de que Cataluña se convierta en una república, que forman una potente maquinaria de apoyo a la sublevación catalana, ya no parece dejarse impresionar por los consejos, las admoniciones o incluso, por las órdenes que reciben del arzobispado de Barcelona y siguen, impertérritos, manteniendo su rebeldía pasiva, alentando a todos aquellos fieles a los que les han lavado el cerebro cuando, en lugar de hablarles de hermandad, obediencia a las leyes de la democracia y caridad cristiana que los mantuviera con sus hermanos del resto de España, han ido vertiendo la cizaña nacionalista que los ha convertido en cómplices de la revolución catalana.


No podemos pensar que, con todo lo que se está hablando del grave problema catalán que tiene a España en vilo y que, con las payasadas de Puigdemont, manteniendo abierto un circo del absurdo en naciones de la CE, como es el caso de Bélgica; el Vaticano siga callado, como si no tuviera noticia de esta postura radical de una parte importante de los curas catalanes que vienen actuando, abiertamente, sin ocultar sus preferencias y trabajando en favor de la independencia de la autonomía catalana de España; incumpliendo la Constitución española y apoyando a aquellos que han sido imputados ( investigados) por sus actividades delictivas, de acuerdo con el Código Penal y la Constitución españoles. Notamos a faltar, en este pontífice de características peronistas, anticapitalista hasta la médula, más energía en el momento de poner orden entre sus religiosos, más implicarse en dejar claro ante el mundo entero que, en materia que no sea religiosa, los católicos, sus ministros y pastores han de mantener un postura de respeto a las leyes vigentes y más si, como sucede en España, hay libertad de culto, la Iglesia recibe dinero del Estado, estamos en un país democrático con instituciones democráticas y libertades reconocidas por todos los países de la UE y del resto del mundo.


En España no vendría a cuento el hablar de situaciones como las de Venezuela, Bolivia, Ecuador, Chile u otros países de la mayoría de izquierdas, como el mismo Brasil, donde, pásmense ustedes, su antiguo presidente, un miembro destacado de la extrema izquierda brasileña, ha sido condenado, en segunda instancia, a cumplir la condena que le fue impuesta, aumentada en tres años más (de 9 a 12), por haber incurrido en corrupción. El señor Lula da Silva, a pesar de que en apelación ha perdido de nuevo, no se conforma y sigue diciendo que se va a presentar como candidato aunque, para más escarnio, las leyes brasileñas no permiten que sean candidatos los que han sido condenados por semejantes delitos.


En bien de los católicos, que asisten escandalizados y estupefactos por el comportamiento inadmisible y contrario a lo que Jesús dijo en los Evangelios, sería de esperar que desde el Vaticano, la voz del Sumo Pontífice se hiciera oír para poner orden en la Iglesia catalana y aclarar, a tantos fieles que se encuentran enfrentados y, algunos de ellos, distanciados de una fe que parece que tiene algunas contradicciones en la interpretaciones de las palabras de Jesucrito. No es el Papa Francisco persona que rehúya enfrentarse a los problemas, que deje pasar las ocasiones de evangelizar a los pueblos o que se deje frenar por los problemas internos de su pueblo, tal y como venimos viendo cuando no escatima pedir perdón, una y otra vez, por los innumerables casos que se van descubriendo entre el clero, desde los clérigos más humildes a los grandes cardenales, respecto a los casos graves de pedofilia, y mucho más si se producen entre quienes debieran ser los primeros en dar ejemplo a los feligreses de buen comportamiento. Puede que este delito sea uno de los más graves, a la vista de Dios, de todos los pecados que se puedan cometer por un cristiano.


Recuerdo cuando en la Guerra Civil los religiosos vascos, una parte importante de ellos, prefirieron seguir apoyando a la república en contra del llamado movimiento nacional del general Franco. Parece que los más de 6.000 religiosos, religiosas, seminaristas, y católicos que fueron masacrados en la retaguardia por los republicanos, previo haberlos torturado, no fueron bastante para que aquellos frailes infectados por el germen del separatismo, dieran su brazo a torcer, convirtiéndose en cómplices de aquellos asesinatos. Durante los años en los que la banda asesina ETA descargó su furia sobre el pueblo español, asesinando a más de 800 personas inocentes, tampoco el clero vasco, encabezado por el obispo Setién, condenó a los etarras, ni colaboró con la policía para que los arrestase; antes bien, voces autorizadas acusan a los clérigos vascos de dar apoyo y esconder a los etarras cuando huían de las fuerzas del orden. Una forma curiosa de entender la caridad cristiana, practicándola con asesinos y criminales, pero regateándosela a las fuerzas de la Guardia Civil o la Policía Nacional, sólo porque no pertenecían al Pais Vasco y luchaban contra los gudaris que trabajaban por la independencia vasca.


Entenderíamos que no se pronunciaran en cuestiones políticas; que se mostraran dispuestos a ayudar a unos y a otros en cuestiones no relacionadas con los temas que vienen enfrentando a nacionalistas y no nacionalistas; hasta podríamos admitir que, en su privacidad, fueran partidarios de una postura u otra pero, lo que es inadmisible, es que, claramente, sin tapujos, de forma pública y enfrentándose a las leyes estatales, se manifiesten en favor de quienes se levantan contra el Estado de derecho de una nación democrática y parlamentaria que cumple con todas las normas que se le exigen a quienes quieren vivir en democracia.


O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadanos de a pie, cada vez encontramos menos explicaciones, empezando por los Cardenales y los obispos, a que una de las religiones de más solera en España, una que tuvo sus mártires por parte de los criminales de la República de 1936 y sus matones, se preste a formar parte activa de una revolución de una parte del país español, en la que lo que se busca es desmembrar a una nación que ha convivido en paz durante más de 500 años. Ello nos lleva a una cuestión que puede que, hasta este momento, no se haya tenido en cuenta: ¿tendrán los fiscales que se ocupan de aplicar las leyes en contra de aquellos que prevarican, revolucionan, malgastan caudales públicos y desobedecen las leyes, que iniciar acciones en contra de estos curas que incitan, favorecen, colaboran o intervienen activamente en promocionar la revolución en contra de la nación española? Está por ver en qué acabará esta cuestión tan espinosa.

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