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A. Morillo, Badajoz

Hijos de machepa

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Esta sociedad del siglo XXI, atestada de políticos corruptos, ha conseguido que la mayor parte de la población mundial estemos inmersos en el consumismo. Somos una sociedad de derroche. En la mayoría de las ocasiones, de objetos y “cosas” innecesarias. El Roto lo expresó muy bien con el anuncio de una gran superficie que decía en su rótulo: “Tenemos todo lo que Vd. necesita que no precisa”.

Estamos en navidades y, por desgracia, se acrecientan aún más esas ansias de dilapidación. Paradójicamente, claro; pues debería ser cuando más tendríamos que recordar que el niño Jesús nació en la más absoluta de las pobrezas, en un sencillo cobertizo para animales, en un pesebre. Para ser claros: nació pobre, muy pobre; nació “hijo de machepa”, según la RAE, persona pobre y de familia humilde.

Quizás, esto de la pobreza se deba -en gran parte- a que la gente que “administra” lo que el sudor de la mayoría produce sea parte de las élites políticas debilitadas, como señaló Napoleón Bonaparte que ocurría en los partidos por su miedo a las personas capaces (los partidos políticos españoles, lo sabemos todos, tienen un enjambre de vulgares garrulos sumisos y obedientes para “limpiar botas”). Valga el ejemplo de Extremadura, mi tierra, donde vivo (aunque algunos me llamen machacón o “pesao”): En ¡34 años! han logrado nuestros ilustres políticos que tengamos la renta más baja (aunque nuestro IRPF sea de los más altos), los salarios ridículos (apenas unos miserables 14.000 € anuales de media), las pensiones más indignas (por consiguiente, obviamente), la mayor pobreza relativa (el 35%) y el paro más alto (rondando el 32% de la población a pesar de los más de ¡45.000 empleados! de la Junta). ¡Ojo! y con gobiernos de izquierda -al menos, eso dicen ellos- para más INRI. ¿Será que su actuación se asemeja más al dicho “hecha la ley, se inventa la malicia”? A servidor no le cabe ninguna duda: somos la vergüenza del país y el culo (con perdón) de las regiones europeas, pero eso les sirve a nuestros políticos para vivir a cuerpo de rey desde el principio de la Democracia.

Fuere como fuere, lo importante es que en España, por citar sólo a mi país, la pobreza está alcanzando cotas que hielan los huesos y que hacen pensar que vivimos muy cercanos a lo que se ha dado en llamar un “Estado Fallido” (en la Comunidad Autónoma de Extremadura poca duda cabe de que no sea así). Que, por lo general, es un Estado que se caracteriza por el fracaso social, político y económico. Con un gobierno tan débil o ineficaz que carece de control sobre vastas regiones de su territorio (que le pregunten a vascos y catalanes), no provee ni puede proveer servicios básicos (y si lo hace es a un precio abusivo, casos de la luz y el gas por ejemplo), presenta altos niveles de corrupción (miles y miles de casos de corrupción política) y criminalidad, desplazados (muchos han tenido que emigrar para poder ganarse el pan), y una marcada degradación económica (con impuestos hasta para la buena suerte en la lotería). Un Estado que no es efectivo, y no es capaz de aplicar sus leyes de manera uniforme (unos jueces te dan la razón y otros te la quitan para el mismo caso según a la clase social que pertenezcas), registrando altas tasas de corrupción política (ya señalado), mercado informal, burocracia (papeles y papeles hasta para lo más insignificante que se necesite de la Administración, aunque eso sí, a algunos no les hacen falta ninguno para funcionar tranquilamente durante decenios), ineficiencia judicial (te mueres esperando un pleito entre pitos y zaragatas), poderes civiles no estatales (mandan más la Sra. Botín, Florentino Pérez, etc., etc. que el presidente del Gobierno)…, un desaguisado, en suma, promovido por cuatro filibusteros. Y, no lo olviden, pronto habrá una parte de la sociedad que padecerá de “aporofobia”, es decir, aversión a las personas pobres o desfavorecidas, con la desvergüenza que ello supondrá en un país que se considera entre los desarrollados. Hablaremos más en otra ocasión del “Estado Fallido”.

No me voy a explayar con un sinfín de datos escalofriantes sobre la pobreza para no amargarle la navidad a ninguna persona de buena voluntad, pero mientras derrochamos comida superabundante y gastamos en regalos que luego no servirán para nada sólo por el hecho del consumismo que esta clase política dominante nos ha inculcado (de hecho es de todos conocida la famosa frase de M. Alcántara “a los pobres nos gusta mucho comprar”), no deberíamos olvidar que cada día -de estas navidades también- mueren de hambre ¡8.500 niños! Niños todos, por culpa del libre albedrío político, “hijos de machepa”.

Hijos de machepa

A. Morillo, Badajoz
Lectores
viernes, 29 de diciembre de 2017, 00:03 h (CET)
Esta sociedad del siglo XXI, atestada de políticos corruptos, ha conseguido que la mayor parte de la población mundial estemos inmersos en el consumismo. Somos una sociedad de derroche. En la mayoría de las ocasiones, de objetos y “cosas” innecesarias. El Roto lo expresó muy bien con el anuncio de una gran superficie que decía en su rótulo: “Tenemos todo lo que Vd. necesita que no precisa”.

Estamos en navidades y, por desgracia, se acrecientan aún más esas ansias de dilapidación. Paradójicamente, claro; pues debería ser cuando más tendríamos que recordar que el niño Jesús nació en la más absoluta de las pobrezas, en un sencillo cobertizo para animales, en un pesebre. Para ser claros: nació pobre, muy pobre; nació “hijo de machepa”, según la RAE, persona pobre y de familia humilde.

Quizás, esto de la pobreza se deba -en gran parte- a que la gente que “administra” lo que el sudor de la mayoría produce sea parte de las élites políticas debilitadas, como señaló Napoleón Bonaparte que ocurría en los partidos por su miedo a las personas capaces (los partidos políticos españoles, lo sabemos todos, tienen un enjambre de vulgares garrulos sumisos y obedientes para “limpiar botas”). Valga el ejemplo de Extremadura, mi tierra, donde vivo (aunque algunos me llamen machacón o “pesao”): En ¡34 años! han logrado nuestros ilustres políticos que tengamos la renta más baja (aunque nuestro IRPF sea de los más altos), los salarios ridículos (apenas unos miserables 14.000 € anuales de media), las pensiones más indignas (por consiguiente, obviamente), la mayor pobreza relativa (el 35%) y el paro más alto (rondando el 32% de la población a pesar de los más de ¡45.000 empleados! de la Junta). ¡Ojo! y con gobiernos de izquierda -al menos, eso dicen ellos- para más INRI. ¿Será que su actuación se asemeja más al dicho “hecha la ley, se inventa la malicia”? A servidor no le cabe ninguna duda: somos la vergüenza del país y el culo (con perdón) de las regiones europeas, pero eso les sirve a nuestros políticos para vivir a cuerpo de rey desde el principio de la Democracia.

Fuere como fuere, lo importante es que en España, por citar sólo a mi país, la pobreza está alcanzando cotas que hielan los huesos y que hacen pensar que vivimos muy cercanos a lo que se ha dado en llamar un “Estado Fallido” (en la Comunidad Autónoma de Extremadura poca duda cabe de que no sea así). Que, por lo general, es un Estado que se caracteriza por el fracaso social, político y económico. Con un gobierno tan débil o ineficaz que carece de control sobre vastas regiones de su territorio (que le pregunten a vascos y catalanes), no provee ni puede proveer servicios básicos (y si lo hace es a un precio abusivo, casos de la luz y el gas por ejemplo), presenta altos niveles de corrupción (miles y miles de casos de corrupción política) y criminalidad, desplazados (muchos han tenido que emigrar para poder ganarse el pan), y una marcada degradación económica (con impuestos hasta para la buena suerte en la lotería). Un Estado que no es efectivo, y no es capaz de aplicar sus leyes de manera uniforme (unos jueces te dan la razón y otros te la quitan para el mismo caso según a la clase social que pertenezcas), registrando altas tasas de corrupción política (ya señalado), mercado informal, burocracia (papeles y papeles hasta para lo más insignificante que se necesite de la Administración, aunque eso sí, a algunos no les hacen falta ninguno para funcionar tranquilamente durante decenios), ineficiencia judicial (te mueres esperando un pleito entre pitos y zaragatas), poderes civiles no estatales (mandan más la Sra. Botín, Florentino Pérez, etc., etc. que el presidente del Gobierno)…, un desaguisado, en suma, promovido por cuatro filibusteros. Y, no lo olviden, pronto habrá una parte de la sociedad que padecerá de “aporofobia”, es decir, aversión a las personas pobres o desfavorecidas, con la desvergüenza que ello supondrá en un país que se considera entre los desarrollados. Hablaremos más en otra ocasión del “Estado Fallido”.

No me voy a explayar con un sinfín de datos escalofriantes sobre la pobreza para no amargarle la navidad a ninguna persona de buena voluntad, pero mientras derrochamos comida superabundante y gastamos en regalos que luego no servirán para nada sólo por el hecho del consumismo que esta clase política dominante nos ha inculcado (de hecho es de todos conocida la famosa frase de M. Alcántara “a los pobres nos gusta mucho comprar”), no deberíamos olvidar que cada día -de estas navidades también- mueren de hambre ¡8.500 niños! Niños todos, por culpa del libre albedrío político, “hijos de machepa”.

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