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En los primeros días de Mayo del año 1937, el Secretario de Estado norteamericano Cordell Hull decidió escribir al Canciller boliviano Enrique Finot sobre un tema urticante para Washington. Semanas antes, el presidente de Bolivia David Toro había decidido expropiar a la empresa petrolera Standard Oil sin compensación alguna causando conmoción en el mundo empresarial norteamericano y en Wall Street.
Llegó como agua de mayo la espectacular oferta de empleo público con la que el Gobierno sanchista pretende refrescar el maltrecho mercado laboral, provocando que las academias de oposiciones de toda España empiecen a frotarse las manos.
Una vez más (y van tropecientas mil) el presidente de Gobierno de España, y sus 22 mariachis y miles de cómplices, en lugar de cumplir su obligación de proteger a los gobernados, que somos los paganos de impuestos y demás sinecuras y canonjías, se dedica a echar la culpa a los demás de todas sus trapisondas que son muchas y variadas.
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