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La generación que públicamente en estos días encabeza La Roja es, sin ninguna duda, una de las mejor preparadas de nuestra Historia

Una excepcional generación

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En la práctica totalidad de los ámbitos sociales –deportivo, académico, etc.-, sin ninguna duda la generación que públicamente representa actualmente La Roja es la mejor formada de cuantas tenemos memoria. Hoy tienen entre los veintitantos y los treinta y pocos años, y fueron formados no sólo en un país que tenía credos, sino también en uno que creía en sí mismo y sus posibilidades. Nosotros, la generación de los padres de estos chicos, habíamos sorteado con no poco esfuerzo las tinieblas de la dictadura y, aunque ya en la democracia experimentábamos una profunda decepción por una clase política que nos estafaba los sueños y las esperanzas ofreciéndonos servidumbres a poderes que rechazábamos –financieros y políticas de bloque-, supimos ofrecer a nuestros hijos nuestros mejores esfuerzos para que se formaran en aquello que considerábamos importante para ellos: su futuro. Y respondieron bien, entregándose con fe y entusiasmo a una formación que suponía en muy gran medida renuncias a diversiones o dispersiones que les alejaran de sus metas. Fueron responsables, trabajadores, capaces, y el resultado de todo ello es esta generación de la que todos –creo- nos enorgullecemos profundamente.

Como cualquier español que se precie de serlo, me congratulo sentidamente de los éxitos de nuestros chicos por esos mundos de Dios en los campos deportivos. Es un lujo y una satisfacción comprobar que todos sus éxitos se lo deben exclusivamente a su propio talento y a su esfuerzo continuo. Son los mejores, sin paliativos, en el terreno deportivo, y nada ni nadie hay que los enfrente sin el justificado temor a la derrota, porque, entre otras cosas, su superioridad es manifiesta. Y son jóvenes que no se ufanan cínicamente de su potencia, sino que la viven con una sencilla naturalidad exenta de soberbia tan plausible que es doblemente motivo de orgullo.

Sin embargo, no se entiende que este orgullo y este desprendimiento económico se manifieste sólo con los miembros de esa generación que se desenvuelven en los ámbitos deportivos. Nuestros jóvenes ingenieros, arquitectos, médicos, abogados, economistas, físicos o de cualquier otra disciplina, son igualmente excepcionales, pero no tienen trabajo ni oportunidades más de un 65% de ellos, y de los que tienen algún tipo de empleo, o son becarios con ingresos propios del Tercer Mundo, o están subcontratados en un régimen de insulto a la inteligencia y muy próximos a la mendicidad. Y esto todavía se complica más cuando algún necio del PP, proclama el rebuzno cósmico -¡cómo no!- de que la Investigación no es rentable y hay que recortarla. Con imbéciles así en el poder, no es extraño que estemos como estamos.

Pero es que, además, no son sólo nuestros jóvenes titulados los que están siendo arrinconados en el desempleo o en el exilio laboral, forzándolos a huir de esta peste politiquera de incapaces manifiestos, sino que los jóvenes que por alguna razón no han podido culminar sus estudios superiores también tienen una excelente naturaleza humana y una gran capacidad laboral, ambas ninguneadas por una clase política incompetente y sin valores ni ética de ninguna clase, la cual los tiene marginados en el subempleo o en el desempleo mismo, negándoles el futuro a la práctica totalidad de esta generación, al menos en un 54% de ellos, quienes languidecen en la desesperación de no poder armar siquiera una vida o una independencia que es un derecho inalienable que sus poderes políticos los están negando, convirtiendo en agua de borrajas la misma Constitución.

Bien está que a cada uno de esos chicos que han ganado el mundial de fútbol les regalen 300000 euros (¿qué es eso comparado con los cientos de miles de millones que se ha robado impunemente en bancos, alcaldías y comunidades autónomas?), pero ¿alguien se paró a pensar que esa cantidad que van a percibir por el extraordinario papel que han desempeñado en la competición tardaría en ganarla 25 años un joven titulado que tuviera trabajo –que, repito, no lo tiene, ni siquiera expectativas de tenerlo- o casi 45 años un joven no titulado de esa misma generación?... Sueldos astronómicos aparte de esa juventud memorable que se desempeña como jugadores de elite en clubes que deben a Hacienda más de lo que Estado recorta y niega a pensionistas, funcionarios y servicios sociales, ¿acaso estos chicos no tienen una al menos tan buena formación en sus propios ámbitos profesionales?... Lo tienen, claro que lo tienen, y son tan buenos en los laboratorios, en los estudios de arquitectura, en los despachos o bufetes, y aún en el comercio o la industria como el mejor de los profesionales de todo el mundo o sus contemporáneos en los ámbitos deportivos. ¿Entonces, por qué no tienen oportunidades?..., ¿por qué se les empuja a la desesperación o al exilio laboral en Argentina, México, Alemania o Gran Bretaña?...

El mundial de fútbol que recién acaba de terminar ha logrado dos cosas que son incuestionables: ha demostrado que esta generación merece los más altos pedestales, y ha favorecido un nacionalismo identitario que demuestra que unidos podemos acometer con éxito cualquier empresa que nos propongamos. Tenemos sobrada materia prima para lograrlo. Pero es que como consecuencia colateral ha dejado en evidencia que, si no se aprovecha en todo lo que vale a esta generación, es por la cósmica incompetencia y la inutilidad manifiesta de una clase política que está destruyendo España y su porvenir. Nada nuevo, toda vez que las fuerzas políticas se afanan en la desaparición misma de España, haciendo cuanto está en su mano por entregarnos como un bien prescindible a unos gánster internacionales, y a los ciudadanos como si fuéramos un rebaño de su propiedad.

Ahora que el nacionalismo inflama tantos corazones y que han quedado demostrados los valores de esta generación, tal vez sea el momento de parar los pies a políticos, banqueros y especuladores para cambiar el rumbo directo al precipicio al que están condenando a España y cuantos la conformamos, y reordenar España en todas su dimensiones. Tal vez ese flamear de banderas no debiera detenerse en la baladí causa deportiva, sino proyectarse más allá y sostenerlo hasta que se apliquen las leyes en todas sus dimensiones, y que si un joven que robó un jamón pudo ser condenado a 10 años de cárcel, lo sean en la misma proporción al robo perpetrado los políticos, banqueros y especuladores, multiplicando por 10 años de pena tantos jamones como se pudieran comprar con los cientos de miles de millones de euros que nos han robado y las millonarias indemnizaciones que se han otorgado simpáticamente por saquear las instituciones que debían gestionar para mejorar los cimientos nacionales y el bienestar de todos los españoles.

Nuestros futbolistas, tenistas, ciclistas, corredores de fórmula-1, baloncesto y todas las demás disciplinas deportivas son excelentes jóvenes que han merecido sus triunfos por su preparación y su esfuerzo continuo; “los que trabajan España en sus aceros”, que diría Celya, también. Quienes no merecen ni el aire que respiran, a la vista están los resultados, son los políticos –todos-, los banqueros –todos- y los especuladores –todos-. Si éstos nuestros jóvenes merecen los aplausos, los vítores y los laureles, banqueros, políticos y especuladores merecen la cerrada condena y la expropiación de sus haberes presentes y futuros. Es la hora de despertar y poner a cada cual en su sitio.

Una excepcional generación

La generación que públicamente en estos días encabeza La Roja es, sin ninguna duda, una de las mejor preparadas de nuestra Historia
Ángel Ruiz Cediel
lunes, 2 de julio de 2012, 16:34 h (CET)
En la práctica totalidad de los ámbitos sociales –deportivo, académico, etc.-, sin ninguna duda la generación que públicamente representa actualmente La Roja es la mejor formada de cuantas tenemos memoria. Hoy tienen entre los veintitantos y los treinta y pocos años, y fueron formados no sólo en un país que tenía credos, sino también en uno que creía en sí mismo y sus posibilidades. Nosotros, la generación de los padres de estos chicos, habíamos sorteado con no poco esfuerzo las tinieblas de la dictadura y, aunque ya en la democracia experimentábamos una profunda decepción por una clase política que nos estafaba los sueños y las esperanzas ofreciéndonos servidumbres a poderes que rechazábamos –financieros y políticas de bloque-, supimos ofrecer a nuestros hijos nuestros mejores esfuerzos para que se formaran en aquello que considerábamos importante para ellos: su futuro. Y respondieron bien, entregándose con fe y entusiasmo a una formación que suponía en muy gran medida renuncias a diversiones o dispersiones que les alejaran de sus metas. Fueron responsables, trabajadores, capaces, y el resultado de todo ello es esta generación de la que todos –creo- nos enorgullecemos profundamente.

Como cualquier español que se precie de serlo, me congratulo sentidamente de los éxitos de nuestros chicos por esos mundos de Dios en los campos deportivos. Es un lujo y una satisfacción comprobar que todos sus éxitos se lo deben exclusivamente a su propio talento y a su esfuerzo continuo. Son los mejores, sin paliativos, en el terreno deportivo, y nada ni nadie hay que los enfrente sin el justificado temor a la derrota, porque, entre otras cosas, su superioridad es manifiesta. Y son jóvenes que no se ufanan cínicamente de su potencia, sino que la viven con una sencilla naturalidad exenta de soberbia tan plausible que es doblemente motivo de orgullo.

Sin embargo, no se entiende que este orgullo y este desprendimiento económico se manifieste sólo con los miembros de esa generación que se desenvuelven en los ámbitos deportivos. Nuestros jóvenes ingenieros, arquitectos, médicos, abogados, economistas, físicos o de cualquier otra disciplina, son igualmente excepcionales, pero no tienen trabajo ni oportunidades más de un 65% de ellos, y de los que tienen algún tipo de empleo, o son becarios con ingresos propios del Tercer Mundo, o están subcontratados en un régimen de insulto a la inteligencia y muy próximos a la mendicidad. Y esto todavía se complica más cuando algún necio del PP, proclama el rebuzno cósmico -¡cómo no!- de que la Investigación no es rentable y hay que recortarla. Con imbéciles así en el poder, no es extraño que estemos como estamos.

Pero es que, además, no son sólo nuestros jóvenes titulados los que están siendo arrinconados en el desempleo o en el exilio laboral, forzándolos a huir de esta peste politiquera de incapaces manifiestos, sino que los jóvenes que por alguna razón no han podido culminar sus estudios superiores también tienen una excelente naturaleza humana y una gran capacidad laboral, ambas ninguneadas por una clase política incompetente y sin valores ni ética de ninguna clase, la cual los tiene marginados en el subempleo o en el desempleo mismo, negándoles el futuro a la práctica totalidad de esta generación, al menos en un 54% de ellos, quienes languidecen en la desesperación de no poder armar siquiera una vida o una independencia que es un derecho inalienable que sus poderes políticos los están negando, convirtiendo en agua de borrajas la misma Constitución.

Bien está que a cada uno de esos chicos que han ganado el mundial de fútbol les regalen 300000 euros (¿qué es eso comparado con los cientos de miles de millones que se ha robado impunemente en bancos, alcaldías y comunidades autónomas?), pero ¿alguien se paró a pensar que esa cantidad que van a percibir por el extraordinario papel que han desempeñado en la competición tardaría en ganarla 25 años un joven titulado que tuviera trabajo –que, repito, no lo tiene, ni siquiera expectativas de tenerlo- o casi 45 años un joven no titulado de esa misma generación?... Sueldos astronómicos aparte de esa juventud memorable que se desempeña como jugadores de elite en clubes que deben a Hacienda más de lo que Estado recorta y niega a pensionistas, funcionarios y servicios sociales, ¿acaso estos chicos no tienen una al menos tan buena formación en sus propios ámbitos profesionales?... Lo tienen, claro que lo tienen, y son tan buenos en los laboratorios, en los estudios de arquitectura, en los despachos o bufetes, y aún en el comercio o la industria como el mejor de los profesionales de todo el mundo o sus contemporáneos en los ámbitos deportivos. ¿Entonces, por qué no tienen oportunidades?..., ¿por qué se les empuja a la desesperación o al exilio laboral en Argentina, México, Alemania o Gran Bretaña?...

El mundial de fútbol que recién acaba de terminar ha logrado dos cosas que son incuestionables: ha demostrado que esta generación merece los más altos pedestales, y ha favorecido un nacionalismo identitario que demuestra que unidos podemos acometer con éxito cualquier empresa que nos propongamos. Tenemos sobrada materia prima para lograrlo. Pero es que como consecuencia colateral ha dejado en evidencia que, si no se aprovecha en todo lo que vale a esta generación, es por la cósmica incompetencia y la inutilidad manifiesta de una clase política que está destruyendo España y su porvenir. Nada nuevo, toda vez que las fuerzas políticas se afanan en la desaparición misma de España, haciendo cuanto está en su mano por entregarnos como un bien prescindible a unos gánster internacionales, y a los ciudadanos como si fuéramos un rebaño de su propiedad.

Ahora que el nacionalismo inflama tantos corazones y que han quedado demostrados los valores de esta generación, tal vez sea el momento de parar los pies a políticos, banqueros y especuladores para cambiar el rumbo directo al precipicio al que están condenando a España y cuantos la conformamos, y reordenar España en todas su dimensiones. Tal vez ese flamear de banderas no debiera detenerse en la baladí causa deportiva, sino proyectarse más allá y sostenerlo hasta que se apliquen las leyes en todas sus dimensiones, y que si un joven que robó un jamón pudo ser condenado a 10 años de cárcel, lo sean en la misma proporción al robo perpetrado los políticos, banqueros y especuladores, multiplicando por 10 años de pena tantos jamones como se pudieran comprar con los cientos de miles de millones de euros que nos han robado y las millonarias indemnizaciones que se han otorgado simpáticamente por saquear las instituciones que debían gestionar para mejorar los cimientos nacionales y el bienestar de todos los españoles.

Nuestros futbolistas, tenistas, ciclistas, corredores de fórmula-1, baloncesto y todas las demás disciplinas deportivas son excelentes jóvenes que han merecido sus triunfos por su preparación y su esfuerzo continuo; “los que trabajan España en sus aceros”, que diría Celya, también. Quienes no merecen ni el aire que respiran, a la vista están los resultados, son los políticos –todos-, los banqueros –todos- y los especuladores –todos-. Si éstos nuestros jóvenes merecen los aplausos, los vítores y los laureles, banqueros, políticos y especuladores merecen la cerrada condena y la expropiación de sus haberes presentes y futuros. Es la hora de despertar y poner a cada cual en su sitio.

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