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Juan Antonio Narváez Sánchez, Madrid

Principios no negociables

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El 30 de marzo de 2006 Benedicto XVI recibió en audiencia a los participantes en unas jornadas de estudio sobre Europa organizadas por el Partido Popular Europeo. El Papa, como siempre, fue claro y contundente, pero hizo la advertencia previa de que “la Iglesia católica, lo que pretende principalmente con sus intervenciones en el ámbito público es la defensa y promoción de la dignidad de la persona; por eso, presta conscientemente una atención particular a principios que no son negociables. Entre estos, hoy pueden destacarse los siguientes:


— protección de la vida en todas sus etapas, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural;


— reconocimiento y promoción de la estructura natural de la familia, como unión entre un hombre y una mujer basada en el matrimonio, y su defensa contra los intentos de equipararla jurídicamente a formas radicalmente diferentes de unión que, en realidad, la dañan y contribuyen a su desestabilización, oscureciendo su carácter particular y su irreemplazable papel social;


— protección del derecho de los padres a educar a sus hijos.


Estos principios no son verdades de fe, aunque reciban de la fe una nueva luz y confirmación. Están inscritos en la misma naturaleza humana y, por tanto, son comunes a toda la humanidad”.


A lo largo de su pontificado repitió estas exigencias, a las que luego añadió también la lucha por el bien común. Unas propuestas valientes y convincentes, como todo lo que provenía de Benedicto XVI; pero los estamentos políticos, para quienes lo no negociable del Papa sí es negociable para ellos, como se ha podido apreciar en estos dieciocho años transcurridos, han marcado sus directrices en un sentido totalmente opuesto con grave deterioro de la sociedad. Habrá que recurrir con insistencia a la intercesión del Papa ahora que desde el Cielo su voz puede llegar más al fondo de las conciencias y de los corazones.

Principios no negociables

Juan Antonio Narváez Sánchez, Madrid
Lectores
sábado, 4 de mayo de 2024, 09:58 h (CET)

El 30 de marzo de 2006 Benedicto XVI recibió en audiencia a los participantes en unas jornadas de estudio sobre Europa organizadas por el Partido Popular Europeo. El Papa, como siempre, fue claro y contundente, pero hizo la advertencia previa de que “la Iglesia católica, lo que pretende principalmente con sus intervenciones en el ámbito público es la defensa y promoción de la dignidad de la persona; por eso, presta conscientemente una atención particular a principios que no son negociables. Entre estos, hoy pueden destacarse los siguientes:


— protección de la vida en todas sus etapas, desde el momento de la concepción hasta la muerte natural;


— reconocimiento y promoción de la estructura natural de la familia, como unión entre un hombre y una mujer basada en el matrimonio, y su defensa contra los intentos de equipararla jurídicamente a formas radicalmente diferentes de unión que, en realidad, la dañan y contribuyen a su desestabilización, oscureciendo su carácter particular y su irreemplazable papel social;


— protección del derecho de los padres a educar a sus hijos.


Estos principios no son verdades de fe, aunque reciban de la fe una nueva luz y confirmación. Están inscritos en la misma naturaleza humana y, por tanto, son comunes a toda la humanidad”.


A lo largo de su pontificado repitió estas exigencias, a las que luego añadió también la lucha por el bien común. Unas propuestas valientes y convincentes, como todo lo que provenía de Benedicto XVI; pero los estamentos políticos, para quienes lo no negociable del Papa sí es negociable para ellos, como se ha podido apreciar en estos dieciocho años transcurridos, han marcado sus directrices en un sentido totalmente opuesto con grave deterioro de la sociedad. Habrá que recurrir con insistencia a la intercesión del Papa ahora que desde el Cielo su voz puede llegar más al fondo de las conciencias y de los corazones.

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