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¿Por qué la Iglesia católica se muestra tan reticente con el separatismo catalán?

La Conferencia Episcopal se mete en un jardín

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No aprenderán. Por desgracia y eso ya sucedió con los capellanes vascos, o al menos una gran mayoría de ellos durante la Guerra del 1936 cuando apoyaron a la República que había asesinado a 6.000 religiosos y religiosas; posteriormente, con el tema de ETA, hubo una parte del clero, con el obispo Setién al frente, que prestó ayuda a algunos de la banda terrorista, culpable de casi mil asesinatos y ahora, en el caso de Cataluña, una caso claro de rebelión contra el Estado español y sus instituciones por parte de las autoridades catalanas de la Generalitat y del Parlamento catalán, no sólo se ha producido una declaración expresa, por parte de 300 sacerdotes catalanes, en apoyo de la celebración de la consulta por “el derecho a decidir”, sino que, incomprensiblemente, el obispado no se ha pronunciado sobre semejante patochada, sino que, en un comunicado de la Conferencia Episcopal, usando este lenguaje equívoco que se utiliza cuando se quiere quedar bien con ambas partes, intencionadamente oscuro y con diversas interpretaciones, establecen una absurda equidistancia entre los que defienden las leyes del Estado y su Constitución y aquellos que, sin motivo y saltándose a la torera sus obligaciones y su debida lealtad al Estado español, promueven un acto de rebelión en contra de él.

Ya resulta un poco extraño que, el Papa Francisco, tan amigo de intervenir en temas terrenales, cuando tantos espirituales deberían preocuparle por cuanto afectan gravemente a una parte del clero sobre el que ejerce su autoridad; no haya tenido unas palabras que recordaran, a sus ministros en España, aquella famosa frase de Jesús cuando les advirtió a sus discípulos sobre la diferencia entre las cosas espirituales y las terrenales: “Den a Dios lo que es de Dios y al César lo es del César”. La actuación de una parte importante del clero catalán, no sólo en su calidad de ciudadanos, sino en su condición de clérigos, tomando parte activa y, en ocasiones, desde los púlpitos de las iglesias, recomendando a sus feligreses tomar una actitud de enfrentamiento con el poder terrenal, encarnado por el Gobierno y el Estado español; es evidente que sobrepasa sus atribuciones, que rompe la neutralidad que deberían mantener en asuntos que no tratan de temas religiosos y, por ende, toman partido por una parte de la feligresía olvidándose de que entre las personas que acuden a los oficios religiosos puede haber algunas ( en Cataluña se calcula que un 50% de los catalanes no están de acuerdo con este desafío al Estado) a las que les moleste y les aparte del culto, el ver como un religioso, cuya misión es ocuparse por igual de todos los miembros de su parroquia, se enfrenta a ellos para apoyar a aquellos que, para mayor INRI, son los que incumplen las leyes nacionales y desobedecen la Constitución en un intento, por supuesto baldío, de romper la unidad del Estado español.

Ni tan siquiera, en el caso que nos ocupa, tienen la excusa de que exista un gobierno opresor, tiránico, dictatorial o en el que no existe la justicia o se producen persecuciones, como sucede en otras naciones, respecto a determinados grupos étnicos. Nada de eso, estamos en una democracia parlamentaria en la que tipos, como el señor Pablo Iglesias, o el mismo Rufián, en plena cámara baja, se pueden permitir pronunciar gruesas expresiones, denuncias y palabras insultantes sin que les ocurra nada; algo que no sucede en países como Venezuela, donde, miren ustedes la contradicción, el señor Maduro tiene encerrados a todos sus opositores sin que, el señor P.Iglesias, diga nada al respecto cuando, en España, miente como un bellaco afirmando que se producen presos políticos entre los que apoyan la sedición.

Claro que Francisco I todavía estamos esperando que se pronuncie metiendo en vereda a todos estos capellanes separatistas que, demostrando una ignorancia y un fanatismo impropios de unos sacerdotes que han recibido una educación esmerada, quieren contribuir a que el pueblo catalán cometa la mayor equivocación política, social y económica que pudiera cometer un pueblo cuando, desde todos los rincones del mundo y especialmente de la UE, se les ha dicho con extrema claridad y energía que, una Cataluña independiente de España, no tendría ningún lugar dentro de Europa.

Y ya que hablamos de ignorancia, le vamos a recomendar a la señora Pilar Rahola, columnista de este panfleto secesionista en el que se ha convertido La Vanguardia de los Godó (grandes de España, pero enanos separatistas) que, aunque ya tiene unos años, vaya a la universidad para estudiar algo de derecho, porque sus referencias al Estado de Derecho que hoy ha escrito en su columna del periódico, dan verdadera pena. Reproduzco unas frases de esta periodista aparecida hoy en su columna: “¿Nada que decir Joan Manuel, Ana, Miguel, Victor, sobre la destrucción del Estado de derecho?”. Se estaba refiriendo a unos comentarios que varios artistas de izquierdas, muy conocidos y que no son precisamente defensores de la derecha española que, no obstante, se mostraron contrarios a la celebración del referendo catalán. Sin embargo, resulta chocante su comentario en el que parece dar a entender que, las actuaciones del Estado español, encaminadas a impedir, con todos los medios a su alcance, que se incumplan las resoluciones del TC por las que se declaran ilegales varias leyes promulgadas, saltándose la Constitución y asumiendo facultades de las que no están dotados; entre ellas la de “convocatoria del referendo” y la de “ley de transitoriedad”, forman parte de esta, para ella, “destrucción del Estado de derecho”.

Me va a perdonar la señora Rahola, pero su forma descarada de mentir, su descaro al calificar la acción de la Justicia, del Parlamento español, de la policía y la Guardia Civil y del Gobierno de la nación, como un atentado contra el “Estado de derecho”, es la muestra más patente de hasta dónde llega este fanatismo malévolo, empecinado, canalla y tergiversador, utilizado por los medios informativos catalanes, para dar soporte a sus objetivos separatistas, sin tener en cuenta que, con sus falacias y cara dura, están engañando a aquellos catalanes que, de buena fe, puedan creer sus mentiras. Los que vienen masacrando el derecho estatal son precisamente aquellos que, despreciando aquella legislación a la que se acogieron y prometieron respetar cuando accedieron a sus cargos locales o autonómicos, enfrentándose a la Constitución y rebelándose contra los mandatos de los tribunales de justicia del Estado, se han alzado contra el orden constitucional y contra el resto de la nación española en un intento vano y desleal, de romper la unidad del país, utilizando para ello, no sólo el chantaje, el insulto, la desobediencia, la prevaricación, la malversación de caudales públicos y, por si no bastara, la negativa a cumplir con las órdenes de los jueces que les vienen conminando a que cesen en sus intentos y renuncien a seguir cometiendo delitos.

Sí, señora Rahola, no sabemos si es que en su periódico le pagan muy bien para ponerse en ridículo, si es que se ha creído más lista que el resto de los mortales o es que le ha surgido un ataque de fanatismo incontrolable, pero le recomendaría que dejase de mentir, de engañar y de cometer pifias, como la que hoy ha dejado escrita en su columna habitual de La Vanguardia; será mejor para Ud. y para sus lectores y, a la larga, para su propia credibilidad cuando suceda que, la Justicia, ponga en su lugar a todos estos iluminados que se han creído que pueden desafiar a ese Estado de derecho al que usted se refiere, sólo que, como ocurre con quien escribe impulsado por sus pasiones y no por sus razones, esta Justicia no puede agradar a todos, cuando se da la circunstancia de que sanciona a los culpables de un delito, como ocurre en este caso, de prevaricación, malversación de caudales públicos y desobediencia; a los que, con toda probabilidad, es muy posible que se les añada, según lo que suceda en los días venideros, el de secesión. Sea razonable y no cometa más torpezas.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos cómo, de un modo incomprensible, se repiten situaciones y se generan posiciones que amenazan con que, una vez más, los españoles pudiéramos acabar enfrentados los unos con los otros, simplemente, porque a alguien a quien le molesta que nos entendamos bien los unos con los otros, se haya empeñado en sembrar la cizaña entre nosotros. Lamentable, muy lamentable, pero, al parecer, inevitable.

La Conferencia Episcopal se mete en un jardín

¿Por qué la Iglesia católica se muestra tan reticente con el separatismo catalán?
Miguel Massanet
viernes, 29 de septiembre de 2017, 08:03 h (CET)
No aprenderán. Por desgracia y eso ya sucedió con los capellanes vascos, o al menos una gran mayoría de ellos durante la Guerra del 1936 cuando apoyaron a la República que había asesinado a 6.000 religiosos y religiosas; posteriormente, con el tema de ETA, hubo una parte del clero, con el obispo Setién al frente, que prestó ayuda a algunos de la banda terrorista, culpable de casi mil asesinatos y ahora, en el caso de Cataluña, una caso claro de rebelión contra el Estado español y sus instituciones por parte de las autoridades catalanas de la Generalitat y del Parlamento catalán, no sólo se ha producido una declaración expresa, por parte de 300 sacerdotes catalanes, en apoyo de la celebración de la consulta por “el derecho a decidir”, sino que, incomprensiblemente, el obispado no se ha pronunciado sobre semejante patochada, sino que, en un comunicado de la Conferencia Episcopal, usando este lenguaje equívoco que se utiliza cuando se quiere quedar bien con ambas partes, intencionadamente oscuro y con diversas interpretaciones, establecen una absurda equidistancia entre los que defienden las leyes del Estado y su Constitución y aquellos que, sin motivo y saltándose a la torera sus obligaciones y su debida lealtad al Estado español, promueven un acto de rebelión en contra de él.

Ya resulta un poco extraño que, el Papa Francisco, tan amigo de intervenir en temas terrenales, cuando tantos espirituales deberían preocuparle por cuanto afectan gravemente a una parte del clero sobre el que ejerce su autoridad; no haya tenido unas palabras que recordaran, a sus ministros en España, aquella famosa frase de Jesús cuando les advirtió a sus discípulos sobre la diferencia entre las cosas espirituales y las terrenales: “Den a Dios lo que es de Dios y al César lo es del César”. La actuación de una parte importante del clero catalán, no sólo en su calidad de ciudadanos, sino en su condición de clérigos, tomando parte activa y, en ocasiones, desde los púlpitos de las iglesias, recomendando a sus feligreses tomar una actitud de enfrentamiento con el poder terrenal, encarnado por el Gobierno y el Estado español; es evidente que sobrepasa sus atribuciones, que rompe la neutralidad que deberían mantener en asuntos que no tratan de temas religiosos y, por ende, toman partido por una parte de la feligresía olvidándose de que entre las personas que acuden a los oficios religiosos puede haber algunas ( en Cataluña se calcula que un 50% de los catalanes no están de acuerdo con este desafío al Estado) a las que les moleste y les aparte del culto, el ver como un religioso, cuya misión es ocuparse por igual de todos los miembros de su parroquia, se enfrenta a ellos para apoyar a aquellos que, para mayor INRI, son los que incumplen las leyes nacionales y desobedecen la Constitución en un intento, por supuesto baldío, de romper la unidad del Estado español.

Ni tan siquiera, en el caso que nos ocupa, tienen la excusa de que exista un gobierno opresor, tiránico, dictatorial o en el que no existe la justicia o se producen persecuciones, como sucede en otras naciones, respecto a determinados grupos étnicos. Nada de eso, estamos en una democracia parlamentaria en la que tipos, como el señor Pablo Iglesias, o el mismo Rufián, en plena cámara baja, se pueden permitir pronunciar gruesas expresiones, denuncias y palabras insultantes sin que les ocurra nada; algo que no sucede en países como Venezuela, donde, miren ustedes la contradicción, el señor Maduro tiene encerrados a todos sus opositores sin que, el señor P.Iglesias, diga nada al respecto cuando, en España, miente como un bellaco afirmando que se producen presos políticos entre los que apoyan la sedición.

Claro que Francisco I todavía estamos esperando que se pronuncie metiendo en vereda a todos estos capellanes separatistas que, demostrando una ignorancia y un fanatismo impropios de unos sacerdotes que han recibido una educación esmerada, quieren contribuir a que el pueblo catalán cometa la mayor equivocación política, social y económica que pudiera cometer un pueblo cuando, desde todos los rincones del mundo y especialmente de la UE, se les ha dicho con extrema claridad y energía que, una Cataluña independiente de España, no tendría ningún lugar dentro de Europa.

Y ya que hablamos de ignorancia, le vamos a recomendar a la señora Pilar Rahola, columnista de este panfleto secesionista en el que se ha convertido La Vanguardia de los Godó (grandes de España, pero enanos separatistas) que, aunque ya tiene unos años, vaya a la universidad para estudiar algo de derecho, porque sus referencias al Estado de Derecho que hoy ha escrito en su columna del periódico, dan verdadera pena. Reproduzco unas frases de esta periodista aparecida hoy en su columna: “¿Nada que decir Joan Manuel, Ana, Miguel, Victor, sobre la destrucción del Estado de derecho?”. Se estaba refiriendo a unos comentarios que varios artistas de izquierdas, muy conocidos y que no son precisamente defensores de la derecha española que, no obstante, se mostraron contrarios a la celebración del referendo catalán. Sin embargo, resulta chocante su comentario en el que parece dar a entender que, las actuaciones del Estado español, encaminadas a impedir, con todos los medios a su alcance, que se incumplan las resoluciones del TC por las que se declaran ilegales varias leyes promulgadas, saltándose la Constitución y asumiendo facultades de las que no están dotados; entre ellas la de “convocatoria del referendo” y la de “ley de transitoriedad”, forman parte de esta, para ella, “destrucción del Estado de derecho”.

Me va a perdonar la señora Rahola, pero su forma descarada de mentir, su descaro al calificar la acción de la Justicia, del Parlamento español, de la policía y la Guardia Civil y del Gobierno de la nación, como un atentado contra el “Estado de derecho”, es la muestra más patente de hasta dónde llega este fanatismo malévolo, empecinado, canalla y tergiversador, utilizado por los medios informativos catalanes, para dar soporte a sus objetivos separatistas, sin tener en cuenta que, con sus falacias y cara dura, están engañando a aquellos catalanes que, de buena fe, puedan creer sus mentiras. Los que vienen masacrando el derecho estatal son precisamente aquellos que, despreciando aquella legislación a la que se acogieron y prometieron respetar cuando accedieron a sus cargos locales o autonómicos, enfrentándose a la Constitución y rebelándose contra los mandatos de los tribunales de justicia del Estado, se han alzado contra el orden constitucional y contra el resto de la nación española en un intento vano y desleal, de romper la unidad del país, utilizando para ello, no sólo el chantaje, el insulto, la desobediencia, la prevaricación, la malversación de caudales públicos y, por si no bastara, la negativa a cumplir con las órdenes de los jueces que les vienen conminando a que cesen en sus intentos y renuncien a seguir cometiendo delitos.

Sí, señora Rahola, no sabemos si es que en su periódico le pagan muy bien para ponerse en ridículo, si es que se ha creído más lista que el resto de los mortales o es que le ha surgido un ataque de fanatismo incontrolable, pero le recomendaría que dejase de mentir, de engañar y de cometer pifias, como la que hoy ha dejado escrita en su columna habitual de La Vanguardia; será mejor para Ud. y para sus lectores y, a la larga, para su propia credibilidad cuando suceda que, la Justicia, ponga en su lugar a todos estos iluminados que se han creído que pueden desafiar a ese Estado de derecho al que usted se refiere, sólo que, como ocurre con quien escribe impulsado por sus pasiones y no por sus razones, esta Justicia no puede agradar a todos, cuando se da la circunstancia de que sanciona a los culpables de un delito, como ocurre en este caso, de prevaricación, malversación de caudales públicos y desobediencia; a los que, con toda probabilidad, es muy posible que se les añada, según lo que suceda en los días venideros, el de secesión. Sea razonable y no cometa más torpezas.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos cómo, de un modo incomprensible, se repiten situaciones y se generan posiciones que amenazan con que, una vez más, los españoles pudiéramos acabar enfrentados los unos con los otros, simplemente, porque a alguien a quien le molesta que nos entendamos bien los unos con los otros, se haya empeñado en sembrar la cizaña entre nosotros. Lamentable, muy lamentable, pero, al parecer, inevitable.

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