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Azulejos poéticos

Rafa Esteve-Casanova
Rafa Esteve-Casanova
viernes, 3 de junio de 2005, 03:21 h (CET)
Sobre la poesía se han escrito muchas, quizás demasiadas, cosas. Desde que es un arma cargada de futuro hasta que con un poema se puede mover el mundo. La verdad es que aquellos que nos dedicamos a reunir palabras con el fin de que cuando cualquiera de nuestros semejantes las lea pueda acercarse a la reflexión y a entendernos siempre pensamos que alguna cosa buena debe tener el agua poética cuando la bendicen. Vivimos inmersos en una sociedad donde todo lo que no sea llegar al beneficio- es decir a ganar dinero- parece ser que es perder el tiempo y, tal vez por ello, los poetas somos denostados y mirados como raros especimenes del mundo de la bohemia y la perdida de tiempo. Nunca tuve la impresión de estar perdiendo mi tiempo cuando delante del folio en blanco intentaba parir cuatro palabras que una vez unidas le dijeran alguna cosa a algún lector desconocido. Más de una vez la creación de un poema me sirvió de remedio contra la depresión del mal de amores y en más de una ocasión un buen endecasílabo me ha servido para acercarme a alguna que otra chica.

Por todas estas cosas he sentido una gran alegría al enterarme del proyecto, nacido en Argentina, de llevar los poemas a los azulejos de los baños. Como dice Andrés Kurfirst, directivo de la editorial Limón y una de las personas que ha tenido la idea, se trata de que los poemas “conquisten el espacio público”. Saquemos los poemas a la calle y hagamos que la gente los lea allá donde es seguro que, en uno u otro momento, tendrá que acudir. Un metro cuadrado de azulejos convertido en poesía puede hacer más por la literatura que infinidad de explicaciones doctorales de centenares de maestros. Todos hemos visitado, en alguna que otra ocasión, los baños de cualquier bar u otra entidad pública y hemos podido comprobar cómo están llenos de inscripciones donde cualquiera ha dejado su impronta. Desde reflexiones en la más pura línea filosófica hasta expresiones puramente escatológicas. Desde números de teléfono dejados al azar hasta pintadas del tipo de “paren el mundo que quiero bajarme”.

Zanon es una empresa argentina ocupada. Después de años exprimiendo la plusvalía de sus trabajadores los directivos se fueron, no con lo puesto, sino con los beneficios y dejaron a los obreros con tan sólo el local y una maquinaria obsoleta, y las deudas. Ante tan negro porvenir los trabajadores, como en otros centenares de fábricas argentinas, se unieron y continuaron su producción azulejera. Ahora, con el beneplácito de su autor, van a crear unos azulejos con los poemas de Juan Gelman, un gran poeta argentino al que hace poco se le concedió el premio internacional de poesía Reina Sofía. Pronto los baños de muchas universidades latinoamericanas estarán alicatados con los poemas de Gelman, después vendrán Benedetti y otros poetas, y mientras aliviamos nuestras tristes necesidades humanas podremos leer en las paredes “”se retrocede con seguridad/pero se avanza a tientas” como dejó escrito el gran poeta uruguayo.

La voz de los poetas vuelve a los lavabos. Quizás uno de los primeros sitios donde se pudieron leer muchos poemas fueron los antiguos excusados, sitios de meditación y donde la Santa Inquisición no metía sus narices para olfatear los poemas que, generalmente, nunca fueron del agrado de los dominantes y poderosos. En Valencia existe un bar, el Borgia, nombre de papas rijosos y asesinos, donde al tiempo que se alivian las necesidades corporales después del trasiego de varios whiskis es posible leer en sus azulejos textos de Galeano entre otros escritores. Larga vida a los azulejos con alma poética.

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