Hay ocasiones en que los despropósitos son tales que rozan el surrealismo. De hecho, si no fuera porque la realidad es demoledoramente cruel, podríamos reírnos de la torpeza y la desvergüenza de los protagonistas de tales acciones. Me estoy refiriendo al caso de uno de los caudillos que todavía se aferran al poder en uno de esos países olvidados de la mano de dios, si no fuera porque sus gentes han dicho basta.
Alí Abdulá Saleh, dictador de Yemen, que ha protagonizado ridículos como el de escapar del país buscando asilo en Arabia, para después regresar como si nada hubiera sucedido, ha iniciado un nuevo capítulo infame, en su intento por salir de rositas del caos en que vive Yemen desde hace once meses.
Tras varios amagos de escapada, ahora Saleh está dispuesto a abandonar definitivamente el poder no sin antes cubrirse bien las espaldas y las de los suyos. La condición previa a la renuncia, pasa por la aprobación de una ley que le otorgue inmunidad tanto a él como a sus hijos, sus familiares y sus más allegados colaboradores. Viene aquí al pelo la frase hecha Excusatio non petita, accusatio manifesta. Con esta intención de librarse de cualquier tipo de acusación, parece reconocerse a las claras los crímenes que el gobierno yemení ha cometido contra su pueblo. Entre otros, los más recientes ocurridos en la capital Saná, donde francotiradores del ejército dispararon contra los acampados en la Plaza del Cambio, causando al menos 50 muertos. O la masacre de Taez donde militares fieles a Saleh prendieron fuego a las tiendas de campaña de los manifestantes con más de veinte muertos como resultado.
El pueblo de Yemen está empujando fuerte para derrocar el régimen y no parece que vaya a detenerse ahora. Parte del ejército ha desertado y ha acampado junto a los manifestantes en la capital para apoyar las protestas. También las tribus más marginales se han unido. Pero quienes parecen encabezar la revuelta yemení son los estudiantes. Con consignas como Vete Ya e imágenes del Che Guevara, resisten en la plaza mayor de Saná donde las tiendas de campaña ya no son de plástico sino que tienen estructuras de madera y cemento, mostrando la clara intención de no abandonar. Los jóvenes no quieren reformas, quieren la caída del régimen y no reconocerán la inmunidad que pretende Saleh, ni perdonarán los crímenes que el dictador y su cohorte han cometido contra su gente.
A la espera una firme condena internacional, desde donde la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Navi Pillay, ya se ha pronunciado asegurando que no puede haber leyes de inmunidad donde se han cometido crímenes contra los derechos humanos, los yemenís resisten en las plazas con la intención de que esta próxima primavera sea definitiva.