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Inmensidad liberadora

Tenemos muchas opciones liberadoras frente a las maliciosas manipulaciones
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 27 de junio de 2025, 11:23 h (CET)

Aunque a veces nos encontramos acoquinados por las estrecheces, en las andanzas diarias registramos un sinfín de impresiones con curiosas repercusiones sobre aquello que entendemos de la vida; como es natural, se trata de experiencias individuales intransferibles. Cada cual, de manera más o menos consciente, practica un COLECCIONISMO peculiar de amplio contenido. De objetos cercanos, conocimientos, sensaciones, penurias, satisfacciones y hasta lugares de asiento preferente. Constituyen esa especie de halo acompañante que dice mucho de la presencia real de cada sujeto. En esta reunión de contenidos habrán participado las actuaciones voluntarias y no pocas circunstancias de procedencia foránea no solicitada.


La caterva de objetos, sensaciones e ideas reunidos, adquieren dimensiones variadas e inabarcables según las personas involucradas; nunca será una entidad cerrada mientras hay vida, se registran novedades y pérdidas entre sus elementos. Siendo impresionante la diversificación de sus componentes, queda superada con creces por la serie de INTERPRETACIONES surgidas en la mente de sus protagonistas; en el aspecto individual como a la hora de las relaciones grupales. Las divergencias compiten con los acuerdos, los aciertos con los errores, los malentendidos con las percepciones adecuadas. Se difumina la precisión de los límites. Las conexiones se muestran a la vez activas y enigmáticas en su dinamismo.


Con toda la carga anterior, el personaje individual se encuentra inmerso en el oleaje de su existencia, entre la placidez de algunos instantes suelen introducirse los periodos de intensa actividad, adobados por la indecisión derivada de la incertidumbre permanente. Las actuaciones en este apartado van de las reacciones íntimas a las iniciativas particulares en cualquiera de los sectores. Como consecuencia se desarrollan una serie de VIVENCIAS, con repercusiones hacia fuera y también hacia los adentros, no siempre bien controladas. De nuevo habrá que contar con las apreciaciones desde diversos ángulos, con las dificultades para delimitar los pormenores. Sin esas particularidades sería imposible hablar de comunidades.


Las necesidades acucian. Los afectos también entran en acción. El sujeto discrimina entre los recursos disponibles, no sólo motivado por el utilitarismo pragmático, sino por sus propias apetencias ligadas a la comprensión de las circunstancias. Como resultado, en la medida de lo posible, procura mantener a su alcance cuanto considera afín a su presencia; tiende a la PRESERVACIÓN de su entorno, en lo material como en lo sentimental. Los errores e inconvenientes están presentes con excesiva frecuencia, así como los desencuentros con las decisiones de otras gentes, a nivel individual o colectivo. El carácter aventurado de la mencionada selección es evidente, por lo inacabada y por los enlaces conflictivos incesantes.


Hacemos alarde de una gran torpeza ocupando con brasas la cabeza. Antes de llegar a las intervenciones directas, brotan las expresiones que emitimos ligeros, con especial mención de las opiniones; bullen los matices que no se agotan, se agrupan en torno a percepciones peculiares de diverso calado. Por si fueran escasas las disparidades valorativas, hemos de registrar los movimientos capciosos llenos de equívocos e incluso la estupidez provocativa de las opiniones intempestivas, alejadas de cualquier filtro razonable. Sin la franqueza deliberativa, podemos enredarnos entre opiniones DESÉRTICAS, por su carencia de contenidos entendibles, con la consiguiente disgregación comunitaria, expuestos a los desmanes de la fuerza bruta.


Si recuento con tino los escritos, capto los pantallazos o las polémicas difundidas por los medios, el desconcierto es colosal; se transforma en una intriga tenebrosa de alcances imprevistos y malos augurios. Zarandeados sin reparos, frente al dislate progresivo se impone una decidida injerencia propia para soslayar la desfiguración irremediable. Nos quema aquello del sentirse INTERPELADO por el fuego de una agresión constante, terca e inclemente. Está comprobado, la dejadez no presagia ningún oasis placentero. Para que no predomine la evasión degenerativa y llegue a cuajar la fascinante inmersión existencial, se requiere la respuesta participativa y creativa, ilusionante y cargada de vitalidad.


En el deplorable sentido de incrementar los embrollos somos unos artistas, sin ninguna obligación de ir por ese camino; además de los imponderables, pujamos para introducir nuevas madejas liosas en los complejos avatares cotidianos. Pretendemos judicializar las actuaciones desaprensivas, sin procurar leyes justas ni adecuar las actitudes en la sociedad. Algo similar ocurre al pretender la resolución psiquiátrica de los desmanes voluntarios o los enigmas de la vida. Las reglas económicas o normas ideológicas tampoco suplantan el decoro ligado a las maneras de actuar. Necesitamos la pertinente CLARIFICACIÓN para sacar a relucir esa capa subyacente de la realidad que nos constituye como personas.


Tanto las ideas de Marx, como el concepto de Religión, de persona, de ciencia e incluso del Universo, sometidos a las veleidades de los humanos, reciben todo tipo de modificaciones deformantes. Si observamos a una persona abatida, adocenada, indolente, triste; apenas representa un porcentaje reducido de su entidad. Somos muy propenso a la DESVIRTUACIÓN de las realidades circundantes; perdemos el sentido implícito en sus dimensiones reales. Será por motivaciones como la dejadez, oscurantismos, manipulaciones o simple necedad; generamos una serie de personajes cuerdos e ignorantes con una complacencia inusitada. Son rumbos libertarios, de trayectos sinuosos, sin pensar en las llegadas.


“Ama tu ritmo y rima tus acciones” escribía Rubén Darío. Nos invitaba a centrarnos en nuestra posición en el mundo, a insertarnos sin renuncias, con la energía de nuestra presencia. Se sobreentiende la compañía de los elementos naturales en toda su extensión. La disyuntiva se nos presenta con nitidez, la estúpida rutina de una mediocridad ruidosa, frente a la opción de los mejores hilos ilusionados; el engarce de recursos y cualidades para el logro de sucesivas maravillas. Aquí no valen divagaciones, exclamaciones diletantes; el COMPROMISO deriva de la opción escogida y de los esfuerzos subsiguientes puestos en la irrenunciable tarea del verdadero progreso terrenal.


En la aventura de la convivencia, puede romperse el cántaro de los ánimos ante la descollante algarabía sin rumbo. Los espacios creados y las actuaciones, desdeñan el acuerdo comunitario de los diversos elementos. Se plantea la inmoralidad social evolutiva de no contar los unos con los otros, contemplando las erróneas dimensiones de lamentables MONSTRUOSIDADES goyescas, con la irreflexión por bandera.


La marea sacude al yo, ese yo MULTITUDINARIO en sí mismo, de recia y enigmática estructura. La apertura es total hacia los insaciables horizontes, con la crudeza de la mencionada disyuntiva y el compromiso de unos posicionamientos responsables. Si los ambientes no se muestran favorables, seguiremos con el empeño entusiasta de navegar en busca del resplandor del arco iris.

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No se refiere la expresión “terruño” solo a lo que el término denota, en su acepción como espacio físico que nos vio nacer o crecer, sino, asimismo, yendo más allá, al “gueto” metafórico que muchas veces vamos construyendo en nuestra mente como amparo frente la fragilidad, reconocida o no, que nos caracteriza.

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Una cosa es la vida y cosa distinta la existencia, y cualquiera de nosotros sabe que lo primero es algo objetivo, como neutral. Lo segundo un atrevimiento, lo subjetivo, es decir, un querer lanzarse escalera abajo pero con contención y bajando dignamente, como explicaba don Torcuato Luca de Tena en 1958 en su libro “Edad prohibida”.

 
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