Resulta curioso cómo lo que hoy es negro mañana puede ser blanco y cómo el héroe de ayer es hoy villano, y viceversa. En el fútbol, gran parte de esas valoraciones dependen del marcador. Seamos realistas: al Real Madrid y al Barcelona se les pide títulos y, en el caso de la Liga, eso pasa sencillamente por conseguir más puntos que el rival. Es obvio que, cuanto mejor se juegue, más posibilidades hay de victoria, aunque tampoco es una relación directa. Por eso, pese al mes caótico que ha vivido el Real Madrid, José Mourinho ha quedado indemne. Sin embargo, debe tener cuidado: quien juega con fuego puede acabar quemándose, y el portugués es un pirómano.
Menos mal que, desde la Liga ganada en la temporada de Fabio Capello, los aficionados madridistas están acostumbrados a ver el sol entre los nubarrones. Tras la derrota contra el Levante y el empate con el Racing, el gol del Rayo en el primer minuto del derbi en el Bernabéu tenía pinta de tormenta con granizada. Sin embargo, goles son amores… y también buenas razones que ayudan a escampar si llevan al triunfo. Con todo, el equipo blanco no puede permitirse vivir al límite de forma permanente. Necesita tranquilidad y constancia, tanto en su juego como en sus victorias. También es urgente que desaparezcan, al menos temporalmente, algunos vicios como buscar excusas y hacer declaraciones altisonantes, incluso aunque se tenga razón en las quejas. En estos momentos, eso sólo da ventaja a los rivales, que aprovechan para crispar y encima hacerse las víctimas.
Que nadie vea en esto un cambio de mi postura en torno a Mourinho. Sigo pensando que un entrenador de su carácter es necesario en los tiempos que le está tocando vivir al madridismo. Ayer lo dijo bien claro su presidente, Florentino Pérez, en la Asamblea de socios del club, al diferenciar que una cosa es ser bueno, como mandan los valores de la centenaria entidad, y otra ser tonto: “No debemos aceptar que nos agredan y además felicitarles”, enfatizó. La encendida defensa que hizo del técnico portugués incluso le llevó a un ataque de sinceridad y claridad poco común en él al referirse veladamente a las pasadas semifinales de la Liga de Campeones: "Si perdimos la Champions, no fue por nosotros", valoró.
Sea porque Mourinho es su último paracaídas, sea por convicción personal, Florentino Pérez ha estado por fin valiente al hacer estas declaraciones. Hacía falta que la máxima voz del madridismo expresara que el equipo está cansado de poner siempre la otra mejilla. El mensaje está lanzado. No debería hacer falta repetirlo. Desde ahora, toca centrarse en el juego, cuya pobreza durante septiembre es lo más gravemente preocupante pero también lo que de verdad está en manos de los jugadores y del entrenador poder solucionar. Por ejemplo, me da risa cuando alguien dice que a esta plantilla le falta gol; con Cristiano Ronaldo, Higuaín y Benzema, lo raro es precisamente que la pelotita no entre. Se explica por los altibajos durante los partidos, los despistes defensivos y la falta de conexión entre el centro del campo y los delanteros, defectos que a estas alturas deberían estar todos corregidos. Menos mal que llega la segunda jornada de Champions, la competición en la que el Real Madrid suele crecerse.