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Opinión
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Los rictus de Sánchez

Su gesto torcido de los últimos tiempos denota que se encuentra incómodo, muy incómodo
Gabriel Muñoz Cascos
viernes, 26 de abril de 2024, 12:22 h (CET)

A quienes estamos convencidos de la iniquidad intrínseca de Sánchez, no nos va a confundir la supuesta “carta de amor” de este cateto personaje, a su Begoña amada, redactada de su “puño y letra” (con sus tradicionales errores y faltas gramaticales) y exceso de egolatría, con el exclusivo fin de: A. ablandar los corazones de sus beneficiarios seguidores temerosos de que se les acabe el “chollo” y B. para advertir a fiscales, jueces y demás personas que no estén dispuestos a seguirle la corriente en su deriva antidemocrática. 


Él hará lo que quiera o le dejen hacer quienes le dan las órdenes. Lo que si está claro es su rictus torcido de los últimos tiempos denota que se encuentra incómodo, muy incómodo. Hablando de rictus, qué diferencia con el que lució en octubre de 2019 cuando dirigió la exhumación de los restos de Franco. Por cierto incumpliendo todo lo que había prometido a la familia de que no habría espectáculo (que lo hubo; y de “altura”) y no permitiendo que fuera enterrado en La Almudena donde están los restos de su esposa. 


Recuerdo aquella sonrisa tan burlona como despreciable que calificaba su indigencia moral. Y la frase que dijo, creyéndose el dueño de la vida y la muerte: “hoy España cumple consigo misma” Ese es el verdadero Sánchez. Él se quiere a sí mismo; a nadie más. Y, el que está dispuesto a romper España. Pero haciendo muecas y sonrisitas cuando la oposición toma la palabra. Y que sus esbirros le copian vergonzosamente. Aunque no todo va a estar siempre a su favor: su diabólico rictus (que ya lo delata sin remedio) puede que muy pronto alcance su grado sumo.

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Lo que voy a decir no se apoya -no lo pretende, además lo rechaza- en ningún argumento científico. Rechazo en general lo científico porque proviene, tal caudal de conocimiento, de la mente humana matemática, fajada y limitada, sobre todo no mente libre sino observante desde muchos filtros atascados de prejuicios.

No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

El filólogo humanista Noam Chomsky decía que “si no se está de acuerdo con una cuestión, el hecho de formular y escuchar críticas, forma parte de la convivencia, y así se espera que sea”. De este modo, Chomsky argumenta el derecho y obligación a ejercer la crítica como proceso para la construcción de la convivencia.

 
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