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Del Consistorio a un asiento mejor remunerado

De fracaso en fracaso

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La secretaria de Estado de Cooperación Internacional, Soraya Rodríguez, ha sido la elegida por las agrupaciones socialistas para que encabece la lista del PSOE al Congreso de los Diputados por la provincia de Valladolid. Es llamativo y sorprendente que quiera volver a presentarse por Valladolid esta señora, cuyo mérito es haberse presentado para la Alcaldía hace unos años y abandonar los bancos del Consistorio tan pronto como le propusieron un cargo político con más dinero y prebendas.

Lo llamativo del caso es que se pasó toda la campaña electoral diciendo que León de la Riva, actual alcalde (el alcalde más votado de la democracia en Valladolid), se marcharía a ocupar otros cargos en cuanto se lo propusieran. No hizo falta que León de la Riva lo desmintiera, pues sobradamente estaba demostrado que su aspiración era cumplir con su compromiso de trabajar por la ciudad de Valladolid y nada más. Apenas pasaron unos meses y las cañas se volvieron lanzas contra Soraya Rodríguez; casi se marchó sin decir adiós. Salió corriendo por la puerta de atrás. Lo mismo que hizo en su día el portavoz socialista de las Cortes, señor Villalba.

Parece que todos están cortados por el mismo patrón. Dios los cría, el PSOE los afilia y allí aprenden a justificar lo injustificable. Pero la ciudadanía no es tonta ni olvida. Hoy, con internet, no hace falta recurrir a las hemerotecas. En varias ciudades de Castilla y León, al igual en sus Cortes autonómicas, los líderes del PSOE se cuentan por elecciones. El último, Óscar López, aún permanece en ellas, no obstante se ha puesto a la sombra del viejo y desgastado líder socialista para las elecciones del 20-N. Ello quiere decir que no tardará en marcharse, tan pronto como le ofrezcan un puesto, sobre todo una vez que ha comprobado que nada tiene que hacer como líder del PSOE en Castilla y León. Está claro que algunos son una imposibilidad en un universo imposible.

Lo que está claro para muchos es que la lista que encabeza Soraya es una lista condenada al fracaso y al rechazo. Ni siquiera la emergente figura de Mario Bedera, actual secretario de Estado de Educación, va a conseguir un equilibrio duradero. Las guerras intestinas en el seno del PSOE son una constante y la ‘noche de cuchillos’ largos hace tiempo que comenzó.

Mientras los políticos socialistas vallisoletanos se mantienen fieles a Rubalcaba, muchos de sus compañeros de estos últimos años le han vuelto la espalda. Salvo que alguien se saque un conejo de la chistera, el socialismo deberá atravesar el desierto durante al menos una década. Siempre se ha dicho que las ratas son las primera en saltar cuando advierten una fisura en el barco. Otras también lo harían de buena gana pero, al carecer de oficio reconocido, quedarían a la intemperie, con lo que mejor seguir a la sombra del Parlamento o del Senado –aunque sea sesteando—que ponerse a la lista del paro hasta que regresen los suyos.

Por cierto, ya no hay duda que el destrozo de tres millones de puestos de trabajo fijos y el record de los cinco millones y medio de parados son el reflejo y el espejo de las políticas sociales del socialismo a la española. No querer verlo y dejar de advertirlo es una lacra, como lo fue negar a destiempo la existencia de la crisis. Todos tenemos delante las consecuencias.

De fracaso en fracaso

Del Consistorio a un asiento mejor remunerado
Jesús  Salamanca
lunes, 19 de septiembre de 2011, 07:18 h (CET)
La secretaria de Estado de Cooperación Internacional, Soraya Rodríguez, ha sido la elegida por las agrupaciones socialistas para que encabece la lista del PSOE al Congreso de los Diputados por la provincia de Valladolid. Es llamativo y sorprendente que quiera volver a presentarse por Valladolid esta señora, cuyo mérito es haberse presentado para la Alcaldía hace unos años y abandonar los bancos del Consistorio tan pronto como le propusieron un cargo político con más dinero y prebendas.

Lo llamativo del caso es que se pasó toda la campaña electoral diciendo que León de la Riva, actual alcalde (el alcalde más votado de la democracia en Valladolid), se marcharía a ocupar otros cargos en cuanto se lo propusieran. No hizo falta que León de la Riva lo desmintiera, pues sobradamente estaba demostrado que su aspiración era cumplir con su compromiso de trabajar por la ciudad de Valladolid y nada más. Apenas pasaron unos meses y las cañas se volvieron lanzas contra Soraya Rodríguez; casi se marchó sin decir adiós. Salió corriendo por la puerta de atrás. Lo mismo que hizo en su día el portavoz socialista de las Cortes, señor Villalba.

Parece que todos están cortados por el mismo patrón. Dios los cría, el PSOE los afilia y allí aprenden a justificar lo injustificable. Pero la ciudadanía no es tonta ni olvida. Hoy, con internet, no hace falta recurrir a las hemerotecas. En varias ciudades de Castilla y León, al igual en sus Cortes autonómicas, los líderes del PSOE se cuentan por elecciones. El último, Óscar López, aún permanece en ellas, no obstante se ha puesto a la sombra del viejo y desgastado líder socialista para las elecciones del 20-N. Ello quiere decir que no tardará en marcharse, tan pronto como le ofrezcan un puesto, sobre todo una vez que ha comprobado que nada tiene que hacer como líder del PSOE en Castilla y León. Está claro que algunos son una imposibilidad en un universo imposible.

Lo que está claro para muchos es que la lista que encabeza Soraya es una lista condenada al fracaso y al rechazo. Ni siquiera la emergente figura de Mario Bedera, actual secretario de Estado de Educación, va a conseguir un equilibrio duradero. Las guerras intestinas en el seno del PSOE son una constante y la ‘noche de cuchillos’ largos hace tiempo que comenzó.

Mientras los políticos socialistas vallisoletanos se mantienen fieles a Rubalcaba, muchos de sus compañeros de estos últimos años le han vuelto la espalda. Salvo que alguien se saque un conejo de la chistera, el socialismo deberá atravesar el desierto durante al menos una década. Siempre se ha dicho que las ratas son las primera en saltar cuando advierten una fisura en el barco. Otras también lo harían de buena gana pero, al carecer de oficio reconocido, quedarían a la intemperie, con lo que mejor seguir a la sombra del Parlamento o del Senado –aunque sea sesteando—que ponerse a la lista del paro hasta que regresen los suyos.

Por cierto, ya no hay duda que el destrozo de tres millones de puestos de trabajo fijos y el record de los cinco millones y medio de parados son el reflejo y el espejo de las políticas sociales del socialismo a la española. No querer verlo y dejar de advertirlo es una lacra, como lo fue negar a destiempo la existencia de la crisis. Todos tenemos delante las consecuencias.

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Estamos fuertemente imbuidos, cada uno en lo suyo, de que somos algo consistente. Por eso alardeamos de un cuerpo, o al menos, lo notamos como propio. Al pensar, somos testigos de esa presencia particular e insustituible. Nos situamos como un estandarte expuesto a la vista de la comunidad y accesible a sus artefactos exploradores.

En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.

Acostumbrados a los adornos políticos, cuya finalidad no es otra que entregar a las gentes a las creencias, mientras grupos de intereses variados hacen sus particulares negocios, quizá no estaría de más desprender a la política de la apariencia que le sirve de compañía y colocarla ante esa realidad situada más allá de la verdad oficial. Lo que quiere decir lavar la cara al poder político para mostrarle sin maquillaje.

 
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