Cada día que pasa me voy dando más cuenta de que, en este mundo en el que nos ha tocado vivir, es muy conveniente no destacar, pertenecer a este montón de personas que no llaman la atención de nadie, cuyas opiniones tienen sin cuidado a los demás y cuyos nombres quedan escondidos en las largas y prolijas listas de los censos, sin que ninguna persona ( funcionario, policía, CIE, etc.) se preocupe de indagar quien está detrás de ellos por el mero hecho de formar, junto con otros millones de seres, esta gran masa amorfa e indiscriminada a la que vulgarmente se la designa como ciudadanía.

Vean ustedes, si no, lo que viene ocurriendo con estas personas públicas, estos políticos eminentes, estos grandes terratenientes, funcionarios destacados o genios de las finanzas que, durante años, han ostentado cargos importantes de representación, han presido consejos de administración o han dirigido comunidades, instituciones o importante empresas de nuestra nación; a los que, el sino, parece que se les ha tornado adverso cuando menos se lo esperaban, y se han visto obligados a descender, de dos en dos, los escalones de la escala de la fama, del desprestigio, la vergüenza y el sonrojo de la deshonra, la desafección de la ciudadanía y la pena de acabar dando con sus huesos, como cualquier otro delincuente, en las frías celdas de las prisiones estatales.

Cada palabra, cada conferencia, cada artículo, cada libro o cada comparecencia pública de estos personajes, otrora gente de la alta sociedad y personajes de fama y alcurnia; cuando la Justicia cae inexorable sobre ellos y tienen que rendir cuentas ante los jueces o magistrados, se convierten en una pesada carga para quienes hicieron de su profesión y de los cargos públicos que ostentaban, una sórdida mentira y engaño, aparentando ser personas decentes, honradas, preocupadas por los ciudadanos y estrictos defensores de las leyes cuando, en realidad ocultaban, hábilmente y sin el menor rubor, otra faceta delictiva con la que se iban beneficiando y lucrando del dinero público que les estaba confiado, para el desempeño de sus actividades en beneficio de la ciudadanía, destinándolo al propio provecho y utilidad.

La realidad es que, aunque las izquierdas, como no podía ser de otro modo, vienen cargando las tintas sobre la corrupción descubierta en Madrid de sus antiguos gestores del PP, el tema de la corrupción es tan antiguo como la vida misma. En Andalucía existe un caso de desviación de caudales públicos, de apropiación indebida y de corrupción de una envergadura aún mayor a la de éste que se le ha descubierto al PP madrileño. Sin embargo, vean ustedes la gran diferencia en el trato que se le ha venido dando a uno u al otro. El juez Eloy Velasco ha entrado, con la ayuda de la Sexta (avisada previamente para que estuviera en el lugar de los hechos) como elefante en cacharrería, ordenando la detención inmediata del señor González, antiguo presidente de la comunidad madrileña, con toda la parafernalia de prensa y de aparato policial, como si en vez de detener a una persona se tratara de acabar con un comando terrorista.

La juez Alaya, en Andalucía, llevó a cabo una intensa, documentada, trabajada y efectiva indagación sobre la corrupción en la entrega de unas indemnizaciones de unos EREs que debían ser pagados como indemnización a los trabajadores de unas empresas afectadas por ellos; también investigó a cerca de unas dotaciones para cursos de reciclajes de obreros que, al parecer, nunca tuvieron lugar, pero sí se le cobraron al Estado. Cuando ya llevaba cerca de 160 detenciones, entre ellas había imputado a los señores Chaves y Griñán, ambos presidentes de la Junta Andaluza; no se sabe por qué especiales circunstancias, evidentemente muy sospechosas, la juez Alaya fue apartada del caso que pasó a manos de otra jueza que, según se va comprobando, ha permitido que algunos de los casos prescribiesen, otros los ha archivado y, si sigue por esta línea de tirar para abajo la labor de su predecesora, es muy posible que, todo este caso de corrupción de cerca de mil millones de euros, quede en agua de borrajas y, los imputados, en libertad para disfrutar tranquilamente de los dinero que le “mangaron” al Estado o, lo que es lo mismo, a los españoles que pagan sus impuestos.

Como les decía, en España, y ante las oleadas de adoctrinamiento izquierdista con la que nos están obsequiando una parte importante de los periódicos del país, casi la totalidad de las TV y, por si faltara algo en esta lista, los partidos políticos; los separatistas; las Ada Colau y las Carmena; el señor Pablo Iglesias; que está desatado ante tanta materia sobre la que hincarle el diente comunista; y con la espada de Damocles de las elecciones de nuestra vecina Francia, que se están celebrando en estos momentos, con el peligro de que, el país galo, pudiera caer en manos de extremistas, en una segunda vuelta. Según cuales sean los dos partidos vencedores que pasen a la segunda vuelta el vuelco para Europa puede ser espectacular. Lo más conveniente, en estas circunstancias, es mantenerse en un segundo plano, no adquirir protagonismo y guardarse las opiniones personales para otro momento en el que la situación esté menos complicada. Algo que, personalmente, no voy a hacer.

Sin embargo, señores, hay temas sobre los que no podemos callar, que nos están corroyendo las entrañas porque, aun siendo ciudadanos de a pie sin otro medio para analizar la situación que nuestro sentido común; tenemos la impresión de que el señor Rajoy no tuvo en cuenta la habilidad de sus adversarios políticos (mejor: enemigos declarados) para hacerle, su gobernanza en minoría, lo suficientemente complicada para ponerlo en situaciones como las con las que, actualmente, se ve obligado a enfrentarse. No vale, como es su forma usual de comportarse, hacerse el desentendido, aparentar como si nada grave sucediese y esperar a que la situación se recomponga por si sola. En esta ocasión no sirve pensar que unas nuevas elecciones le iban a favorecer de nuevo porque, es evidente, que muchos de los descontentos con el PP que había logrado recuperar en las últimas elecciones, van a volver a renunciar a votarlo, hartos de que esta situación de corruptelas siga siendo el “pan nuestro de cada día”, en un partido que lleva años sufriendo endémicamente de este mal.

Sn demasiados los frentes abiertos que están acechando a don Mariano, y uno de ellos y no el menor, es la postura claramente crítica y poco amigable de Ciudadanos, que parece más dispuesto que nunca a sacar beneficio de esta penosa situación en la que se encuentra el PP, para remar a su favor y recuperar los votos que perdió en los últimos comicios a favor del partido de Rajoy. No creemos que quede más tiempo para llevar a cabo la gran reforma que se dejó de poner en marcha en el pasado congreso del PP. El líder está tan desgastado que hasta ya se le está notando en su físico; y es preciso que se lleva a cabo una catarsis que de paso a personas, sin antecedentes que los pudieran relacionar con los casos de corrupción que se han venido denunciando, de modo que, la nueva dirección del partido, pueda devolver la confianza a todos aquellos miembros y simpatizantes que ya han decidido no darles de nuevo su confianza; aunque ello deba significar abstenerse debido a que, por desgracia, no existe un partido en condiciones de enfrentarse a la izquierda en unas circunstancias que, probablemente, les van a ser favorables para aspirar al gobierno.

Si el señor Pedro Sánchez acabara por ganar las primarias en el PSOE, ya no hay duda de que la situación para el centro derecha se iba a volver crítica, si es que se cumplen los pronósticos de que estaría dispuesto a pactar con los de Podemos e intentar provocar la reforma constitucional, a la que viene aspirando para establecer su proyecto de una España federal.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, es muy probable que no tardemos en comprobar como algunas de las cosas que tanto nos tememos que sucedan lleguen a producirse. Parafraseando a Murphy, “una vez que hemos tomado el desvío equivocado, continuamos haciéndolo tozudamente”; solo que, el persistir en romper España y entregársela a las izquierdas extremas, no tiene más que un fatal resultado: la vuelta al punto en el que se encontraba cuando la solución era ser rescatada, sólo que, en esta ocasión, el rescate no nos llegaría.