Una de las explicaciones que da la administración Obama de su reticencia a la hora de actuar en Libia, Siria y el resto de zonas en crisis de Oriente Próximo es la necesidad de centrar la atención en el que considera el país fundamental de la región - Egipto. "La pregunta es: ¿a dónde deberíamos destinar nuestros recursos?", decía el Vicepresidente Biden durante una entrevista mantenida con el Financial Times la semana pasada. "¿Deberíamos de estar destinando más tiempo a saber todo lo que hace falta saber de la oposición en Libia, o deberíamos estar reuniendo toda la información de Inteligencia... relativa a lo que está pasando en Egipto?"
Obama con el mando militar de la OTAN
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Nos gustaría creer que Estados Unidos dispone de recursos suficientes para investigar a la oposición Libia y en Egipto en la misma medida. Pero si Biden quiso decir que ayudar a Egipto durante un momento crítico de transición política habría de ser la principal prioridad estadounidense en la región, estamos de acuerdo. La pregunta es qué forma puede cobrar esa ayuda, aparte de la retórica.
La administración ya ha anunciado 150 millones de dólares en ayudas extraordinarias para apuntalar al régimen militar interino, además de los 1.200 millones de dólares de ayuda económica y militar ya previstos. Los colectivos pro-democracia financiados legislativamente como el Instituto Democrático Nacional o el Instituto Republicano Internacional ya trabajan en El Cairo para ayudar a las nuevas fuerzas políticas a prepararse para los comicios previstos a finales de este año. Pero aunque Estados Unidos tiene un interés claro en el éxito de los liberales seculares en la competencia contra la islamista Hermandad Musulmana, las ayudas demasiado visibles o rígidas corren el riesgo de despertar una nociva reacción.
Es por eso que el principal esfuerzo estadounidense debería de centrarse en ayudar a Egipto a reanimar su frágil economía. La revolución hizo pedazos la posición turística del país, sector que representa el 10% del producto interior bruto y el 20% de las entradas de divisa extranjera; el crecimiento en 2011 se proyecta ya en el 2% siendo optimistas, un tercio de él pre-revolución. Durante una reciente visita a Washington, el ministro de economía Samir Radwán decía que el estado necesita de 10.000 a 12.000 millones de dólares en préstamos y partidas extraordinarias para equilibrar sus presupuestos este ejercicio y el que viene. Salió del Banco Mundial con 2.200 millones de dólares.
Conceder o prestar miles de millones más a Egipto será difícil de vender a un Congreso que está recortando de forma drástica la ayuda exterior. Pero Estados Unidos sí tiene otra opción, en forma de condonación de los 3.500 millones de dólares que Egipto debe a Washington. Un programa de condonación de deudas para Egipto se puede preparar en cooperación con la Unión Europea y Japón, a los que El Cairo debe otros 14.000 millones. La ayuda podría condicionarse a la implantación por parte de Egipto de políticas económicas de libre mercado sensatas -- que podrían compensar la preocupante tendencia hacia el populismo y el estatismo que manifiesta el régimen post- Mubarak.
La administración trabaja en planes a largo plazo de cara a un "fondo de microcréditos" para apoyar a la pequeña y mediana empresa, y podría solicitar la ampliación de las zonas de inversión preferente que permiten a las empresas egipcias la exportación de bienes a Estados Unidos sin aranceles. También debería considerar alterar la ayuda vigente, la mayor parte de la cual está destinada a las compras militares, en favor del desarrollo económico, en cooperación con una administración elegida de forma democrática. Aunque la ayuda no puede determinar el resultado de la transición política de Egipto, puede brindar los incentivos de las políticas que darán lugar de forma más probable a una democracia secular.