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Jesús Salamanca Alonso

Austeridad engañosa

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Ahí te quería ver, Mariano. Eso de la austeridad está muy bien, pero no hay que esperar a las vísperas electorales. La austeridad debe hacerse en todo momento, incluso en los tiempos que no son de crisis. Rajoy no debería quitar la mirada de Valencia y de Castilla-León, por si acaso. Por allí anda “Gürtel” y por aquí están sin resolver los casos “Gürtel”, Lasarte, Villadangos del Páramo, abuso de coches oficiales, desprecio al ciudadano por parte de altos cargos de varias direcciones generales, descontrol de asignaciones de gastos de funcionamiento a los centros docentes, falta de profesorado, regates largos a la universidad, duplicidad de gestión…

Muy buen ejemplo lo dio, en su día, José María Aznar en Castilla-León y llamó la atención en todas partes, lo que quiere decir que ni era ni es moneda de curso habitual. Lo que sucede es que la lección aznarista no la supo continuar nadie. Llegó al poder Juanjo Lucas y lentamente se fue relajando, porque eran tiempos de excesiva bonanza.

Recuerden aquello de “España va bien y Castilla requetebien”. Posteriormente, el ex presidente Lucas dejó el Gobierno de Castilla-León en manos de uno de sus validos, Juan Vicente Herrera, y comenzó el desmadre-padre; los coches oficiales se multiplicaron, las subvenciones se descontrolaron, los directores generales se empezaron a echar al monte, los altos cargos pasaban de Herrera Campo, los funcionarios medraban en las cafeterías de las consejerías y… miren en qué lugar nos encontramos: pendientes de posibles encausados en el caso Gürtel, pendientes de que los culpables del caso Lasarte cumplan sanción, mosqueados por la gestión del huerto solar de Villadangos del Páramo y hartos de las políticas adocenadas de la Junta de Castilla y León que sigue gestionando mi presidente y huidizo amigo, Herrera Campos, Juan Vicente. En fin, cosas de políticos.

No está mal que Rajoy sea consciente de que las autonomías son un lastre para la economía nacional. Si a la mala gestión socialista se une el despilfarro de las autonomías, entonces tenemos un coctel explosivo y atronador. Tampoco estaría de más plantearse abrir la Constitución para revisar el tema autonómico, la representación sindical y la monarquía. Mientras no abordemos esos tres temas, y algunos más, no podremos considerarnos un país moderno y mucho menos un país progresista y desarrollado.

Hace tiempo dejó de ser un secreto que algunos Gobiernos regionales llevan tiempo falseando sus cuentas, con lo que el déficit real se encuentra muy por encima de lo que se dice. Se teme que, una vez que el socialismo abandone el poder, los números se disparen y vuelvan a ‘echarnos los perros’ desde Alemania o nos expulsen del euro.

Tomen como ejemplo de despilfarro puro y duro lo acontecido en Cataluña. Los socialistas, acompañados de otros partidos de la siniestra catalana han dejado vacías las arcas y una política enferma de gravedad, hasta podríamos hablar de una enferma terminal, de no ser por el socorro que el ‘Vendeburras’ –Rodríguez Zapatero– ha comprometido con CIU, sobre todo para que no se conozca la realidad de cómo el socialismo arrasa con todo allí donde gobierna. Pero no todo queda ahí; cuando llegue la investigación a Andalucía se va a ver lo que es una comunidad ruinosa en toda su intensidad. Tiempo al tiempo.

Dada la situación tan preocupante que teme encontrarse Mariano Rajoy, ahora pretende que los barones regionales –tanto los que ya gobiernan como los que no lo hacen aún– estampen su firma en un documento, comprometiéndose a adoptar varias medidas; lo que nos tememos es que se queden en simples medidas y se olviden de ellas en cuanto pasen los comicios y toquen poder. Pasó en Castilla y León y volverá a pasar, porque los políticos difícilmente aprenden de sus propios errores; como muestra dos botones: los atropellos del Gobierno central a la economía, a los funcionarios y a las pensiones, por un lado, y los abusos de los altos cargos de Castilla y León, por otro.

Austeridad engañosa

Jesús Salamanca Alonso
Jesús  Salamanca
jueves, 3 de marzo de 2011, 08:38 h (CET)
Ahí te quería ver, Mariano. Eso de la austeridad está muy bien, pero no hay que esperar a las vísperas electorales. La austeridad debe hacerse en todo momento, incluso en los tiempos que no son de crisis. Rajoy no debería quitar la mirada de Valencia y de Castilla-León, por si acaso. Por allí anda “Gürtel” y por aquí están sin resolver los casos “Gürtel”, Lasarte, Villadangos del Páramo, abuso de coches oficiales, desprecio al ciudadano por parte de altos cargos de varias direcciones generales, descontrol de asignaciones de gastos de funcionamiento a los centros docentes, falta de profesorado, regates largos a la universidad, duplicidad de gestión…

Muy buen ejemplo lo dio, en su día, José María Aznar en Castilla-León y llamó la atención en todas partes, lo que quiere decir que ni era ni es moneda de curso habitual. Lo que sucede es que la lección aznarista no la supo continuar nadie. Llegó al poder Juanjo Lucas y lentamente se fue relajando, porque eran tiempos de excesiva bonanza.

Recuerden aquello de “España va bien y Castilla requetebien”. Posteriormente, el ex presidente Lucas dejó el Gobierno de Castilla-León en manos de uno de sus validos, Juan Vicente Herrera, y comenzó el desmadre-padre; los coches oficiales se multiplicaron, las subvenciones se descontrolaron, los directores generales se empezaron a echar al monte, los altos cargos pasaban de Herrera Campo, los funcionarios medraban en las cafeterías de las consejerías y… miren en qué lugar nos encontramos: pendientes de posibles encausados en el caso Gürtel, pendientes de que los culpables del caso Lasarte cumplan sanción, mosqueados por la gestión del huerto solar de Villadangos del Páramo y hartos de las políticas adocenadas de la Junta de Castilla y León que sigue gestionando mi presidente y huidizo amigo, Herrera Campos, Juan Vicente. En fin, cosas de políticos.

No está mal que Rajoy sea consciente de que las autonomías son un lastre para la economía nacional. Si a la mala gestión socialista se une el despilfarro de las autonomías, entonces tenemos un coctel explosivo y atronador. Tampoco estaría de más plantearse abrir la Constitución para revisar el tema autonómico, la representación sindical y la monarquía. Mientras no abordemos esos tres temas, y algunos más, no podremos considerarnos un país moderno y mucho menos un país progresista y desarrollado.

Hace tiempo dejó de ser un secreto que algunos Gobiernos regionales llevan tiempo falseando sus cuentas, con lo que el déficit real se encuentra muy por encima de lo que se dice. Se teme que, una vez que el socialismo abandone el poder, los números se disparen y vuelvan a ‘echarnos los perros’ desde Alemania o nos expulsen del euro.

Tomen como ejemplo de despilfarro puro y duro lo acontecido en Cataluña. Los socialistas, acompañados de otros partidos de la siniestra catalana han dejado vacías las arcas y una política enferma de gravedad, hasta podríamos hablar de una enferma terminal, de no ser por el socorro que el ‘Vendeburras’ –Rodríguez Zapatero– ha comprometido con CIU, sobre todo para que no se conozca la realidad de cómo el socialismo arrasa con todo allí donde gobierna. Pero no todo queda ahí; cuando llegue la investigación a Andalucía se va a ver lo que es una comunidad ruinosa en toda su intensidad. Tiempo al tiempo.

Dada la situación tan preocupante que teme encontrarse Mariano Rajoy, ahora pretende que los barones regionales –tanto los que ya gobiernan como los que no lo hacen aún– estampen su firma en un documento, comprometiéndose a adoptar varias medidas; lo que nos tememos es que se queden en simples medidas y se olviden de ellas en cuanto pasen los comicios y toquen poder. Pasó en Castilla y León y volverá a pasar, porque los políticos difícilmente aprenden de sus propios errores; como muestra dos botones: los atropellos del Gobierno central a la economía, a los funcionarios y a las pensiones, por un lado, y los abusos de los altos cargos de Castilla y León, por otro.

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Estamos fuertemente imbuidos, cada uno en lo suyo, de que somos algo consistente. Por eso alardeamos de un cuerpo, o al menos, lo notamos como propio. Al pensar, somos testigos de esa presencia particular e insustituible. Nos situamos como un estandarte expuesto a la vista de la comunidad y accesible a sus artefactos exploradores.

En medio de los afanes de la semana, me surge una breve reflexión sobre las sectas. Se advierte oscuro, aureolar que diría Gustavo Bueno, su concepto. Las define el DRAE como “comunidad cerrada, que promueve o aparenta promover fines de carácter espiritual, en la que los maestros ejercen un poder absoluto sobre los adeptos”. Se entienden también como desviación de una Iglesia, pero, en general, y por extensión, se aplica la noción a cualquier grupo con esos rasgos.

Acostumbrados a los adornos políticos, cuya finalidad no es otra que entregar a las gentes a las creencias, mientras grupos de intereses variados hacen sus particulares negocios, quizá no estaría de más desprender a la política de la apariencia que le sirve de compañía y colocarla ante esa realidad situada más allá de la verdad oficial. Lo que quiere decir lavar la cara al poder político para mostrarle sin maquillaje.

 
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