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Podemos tiene que decidir si quiere suceder al PSOE o se conforma con ser la nueva IU

Podemos tras Vistalegre II

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La segunda Asamblea Ciudadana de Podemos, conocida como Vistalegre II, ha servido para reforzar a Pablo Iglesias frente a su hasta ahora número dos, Íñigo Errejón, con una victoria que parece definitiva. Iglesias no solo recibió el 89% de los votos para su candidatura a la Secretaría General, sino que controlará casi un 60% del Consejo Ciudadano Estatal frente al 37% de miembros afines a Errejón.

Estos resultados deberían poner fin a la batalla interna y abrir un nuevo periodo en la formación marcado por el mandato de unidad que los inscritos pidieron en Vistalegre II. Sin embargo, la manera en que se ha desarrollado el proceso de votación de las candidaturas tendría que hacer reflexionar a los dirigentes, especialmente a Iglesias y los suyos, puesto que se aleja notablemente del comportamiento que debería tener un partido que presume de democracia interna y de compromiso político por parte de sus dirigentes y seguidores.

El primer problema ha sido la forma en que los inscritos han votado. Pese a que se trataba de un modelo abierto que permitía escoger candidatos de diferentes listas, los afiliados optaron mayoritariamente por votar la lista completa de Iglesias o de Errejón, dejándose llevar por ese enfrentamiento dicotómico entre los líderes que desde el propio partido no han dejado de alimentar. Solo así se explica, por ejemplo, que Pablo Echenique obtuviera más votos que el propio Errejón, pues se benefició del efecto de arrastre generado por el éxito de Iglesias. Esto no es un error del partido sino que ha sido una decisión de los militantes, a quienes se les presupone una trayectoria de participación política que, sin embargo, no han demostrado, al votar como si se tratara de un modelo tradicional de listas cerradas.

El principal reto ahora será cómo gestionar la petición de unidad por parte de los inscritos, un mandato en el que se insistió durante toda la celebración de la Asamblea. Y es que esa unidad no pasará por mantener a Errejón como portavoz parlamentario ni como secretario político.

El futuro pinta complicado para Errejón, una vez que el modelo de “partido-movimiento” propuesto por Iglesias ha triunfado. El Podemos que sale de Vistalegre II apuesta más fuertemente por la alianza con Izquierda Unida –ha sido muy llamativo el entusiasmo de Alberto Garzón estos días – y prioriza la defensa de los valores de la izquierda frente a la transversalidad inspirada en el 15-M que tanto éxito le dio en sus inicios.

Iglesias puede tener razón al afirmar que los votantes que le faltan a Podemos no están en el PSOE sino en la abstención. Y quizás esté en lo cierto al pensar que muchos de los que ven con buenos ojos a Errejón hablan bien de él pero jamás le votarían. Sin embargo, eso no debería hacerle olvidar que las elecciones en España se ganan convenciendo a las clases medias más moderadas, que siguen sin confiar en Podemos. El éxito del partido dependerá de que sean capaces de mirar más allá de su entorno y de que recuperen el empuje que tuvieron durante los primeros meses. Para ello deberían recuperar el discurso de defensa de la gente común frente a unas clases dirigentes acomodadas, en lugar de insistir en un izquierdismo ideológico, verbal y simbólico que les asemeja cada vez más a Izquierda Unida. No se trata de renunciar a sus ideas, sino de modernizar las formas y el discurso, vinculándolos a las necesidades reales de la gente.

Ante un futuro incierto y con un PSOE sin rumbo, Podemos tiene ante sí el reto y la oportunidad de convertirse en la alternativa al Partido Popular. Ahora, sus dirigentes tienen que elegir si quieren suceder a los socialistas en el liderazgo de la izquierda española o se conforman con ocupar las posiciones tradicionales de IU.

Podemos tras Vistalegre II

Podemos tiene que decidir si quiere suceder al PSOE o se conforma con ser la nueva IU
Guillermo Valiente Rosell
sábado, 18 de febrero de 2017, 11:05 h (CET)
La segunda Asamblea Ciudadana de Podemos, conocida como Vistalegre II, ha servido para reforzar a Pablo Iglesias frente a su hasta ahora número dos, Íñigo Errejón, con una victoria que parece definitiva. Iglesias no solo recibió el 89% de los votos para su candidatura a la Secretaría General, sino que controlará casi un 60% del Consejo Ciudadano Estatal frente al 37% de miembros afines a Errejón.

Estos resultados deberían poner fin a la batalla interna y abrir un nuevo periodo en la formación marcado por el mandato de unidad que los inscritos pidieron en Vistalegre II. Sin embargo, la manera en que se ha desarrollado el proceso de votación de las candidaturas tendría que hacer reflexionar a los dirigentes, especialmente a Iglesias y los suyos, puesto que se aleja notablemente del comportamiento que debería tener un partido que presume de democracia interna y de compromiso político por parte de sus dirigentes y seguidores.

El primer problema ha sido la forma en que los inscritos han votado. Pese a que se trataba de un modelo abierto que permitía escoger candidatos de diferentes listas, los afiliados optaron mayoritariamente por votar la lista completa de Iglesias o de Errejón, dejándose llevar por ese enfrentamiento dicotómico entre los líderes que desde el propio partido no han dejado de alimentar. Solo así se explica, por ejemplo, que Pablo Echenique obtuviera más votos que el propio Errejón, pues se benefició del efecto de arrastre generado por el éxito de Iglesias. Esto no es un error del partido sino que ha sido una decisión de los militantes, a quienes se les presupone una trayectoria de participación política que, sin embargo, no han demostrado, al votar como si se tratara de un modelo tradicional de listas cerradas.

El principal reto ahora será cómo gestionar la petición de unidad por parte de los inscritos, un mandato en el que se insistió durante toda la celebración de la Asamblea. Y es que esa unidad no pasará por mantener a Errejón como portavoz parlamentario ni como secretario político.

El futuro pinta complicado para Errejón, una vez que el modelo de “partido-movimiento” propuesto por Iglesias ha triunfado. El Podemos que sale de Vistalegre II apuesta más fuertemente por la alianza con Izquierda Unida –ha sido muy llamativo el entusiasmo de Alberto Garzón estos días – y prioriza la defensa de los valores de la izquierda frente a la transversalidad inspirada en el 15-M que tanto éxito le dio en sus inicios.

Iglesias puede tener razón al afirmar que los votantes que le faltan a Podemos no están en el PSOE sino en la abstención. Y quizás esté en lo cierto al pensar que muchos de los que ven con buenos ojos a Errejón hablan bien de él pero jamás le votarían. Sin embargo, eso no debería hacerle olvidar que las elecciones en España se ganan convenciendo a las clases medias más moderadas, que siguen sin confiar en Podemos. El éxito del partido dependerá de que sean capaces de mirar más allá de su entorno y de que recuperen el empuje que tuvieron durante los primeros meses. Para ello deberían recuperar el discurso de defensa de la gente común frente a unas clases dirigentes acomodadas, en lugar de insistir en un izquierdismo ideológico, verbal y simbólico que les asemeja cada vez más a Izquierda Unida. No se trata de renunciar a sus ideas, sino de modernizar las formas y el discurso, vinculándolos a las necesidades reales de la gente.

Ante un futuro incierto y con un PSOE sin rumbo, Podemos tiene ante sí el reto y la oportunidad de convertirse en la alternativa al Partido Popular. Ahora, sus dirigentes tienen que elegir si quieren suceder a los socialistas en el liderazgo de la izquierda española o se conforman con ocupar las posiciones tradicionales de IU.

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