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Etiquetas | Política | Podemos

Vistalegre II

El próximo congreso de Podemos promete emociones fuertes para los asistentes
Francisco J. Caparrós
martes, 13 de diciembre de 2016, 00:57 h (CET)
Mi presencia en ese recinto, el auditorio o salón de actos de la Organización Nacional de Ciegos en Palma para más señas, rodeado por todas partes de exacerbados incondicionales de Juntos Podemos, sólo se puede explicar por mera curiosidad, en cualquier caso totalmente aséptica, de escuchar en directo al benjamín de la formación morada. Mucho me temo, sin embargo, que la inmensa mayoría de los asistentes al encuentro face to face con Errejón no esperaban exactamente lo mismo que yo. Tampoco se esperaba que saliese a colación el nombre de la presidenta del Parlament balear, tras ser suspendida de militancia, y de hecho así fue, al menos de modo explícito, porque no es menos cierto que algo que no sabría precisar bien flotaba en el tenso ambiente.

Si es verdad, tal y como se asegura desde la cúpula de dirección errejonista, que ha quedado suficientemente contrastado que la señora Huertas no ha actuado con todo el decoro que se le debe exigir a cualquier político honrado, es normal que Podemos no haya dudado un segundo en quitársela de encima en cuanto ha podido. Esa tendría que ser, a mi juicio, la forma de proceder de cualquier formación política inmersa en un trance por el estilo. Sólo así, se preserva con garantías una reputación que tanto cuesta alcanzar, porque aunque parece que no, lo cierto es que el censo lo sabe apreciar cómo debe, que tampoco quiere decir que acabe de asimilarlo, pues después de todo sólo puede defraudarnos aquello o aquellos en los que depositamos nuestras mayores y más fervientes expectativas; que no justifica la paradoja, eso es cierto, pero la explica.

Cabe decir que no todos los presentes en esa suerte de paraninfo social estaban allí para ensalzar al joven Iñigo Errejón, sino para todo lo contrario. Obviarlo sería un acto, por nuestra parte, absurdo y falto de toda ética. Porque sabemos muy bien que nunca llueve a gusto de todos, y que mientras exista alguien en desacuerdo no hay que avanzar un paso sin antes haberle escuchado. Eso, a fin de cuentas, no es más que una prueba tangible de que hay un corazón delator bajo ese pecho de plexiglás que sostiene el emblema de la organización, lo que por otra parte asegura también la calidad democrática de este partido político de referencia para tanto inconformista como se ha generado en estos últimos cuatro años de gobierno popular en el estado español.

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La vida, sobre todo cuando se dilata por el transcurso de los años, te somete a momentos en las que tienes que hacer de tripas corazón, asumirlos con dignidad o rendirte. También con una buena dosis de dignidad. El encuentro con las diversas situaciones de tu vida van deteriorando tu capacidad de encaje, entonces te llega el momento en que te planteas si vale la pena seguir luchando o dejarte llevar por la corriente que te rodea y vivir en paz el presente. Pero sin futuro.

En un tiempo donde lo que se aparenta muchas veces vale más que lo que se es, hay quienes han hecho del estatus su escudo, del apellido su bandera y del dinero un pedestal desde el que miran al resto, como si el mundo fuese un teatro de castas en el que ellos, por supuesto, ocupan siempre el primer plano. Es el culto a la vanidad, esa enfermedad silenciosa del alma que disfraza la humildad de altivez.

He de aclarar que, si alguna vez alguien me quiere envenenar, que no lo intente con una manzana. Prefiero el bizcocho de chocolate o las chocolatinas de menta, tal vez un trozo de pizza de pepperoni o unas sabrosas cigalas, pero una manzana, lo que se dice una manzana… no.

 
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