
Un rey tenía diez perros salvajes (o hienas) que utilizaba para castigar a sus sirvientes cuando cometían errores. La sentencia era terrible: ser arrojado a los perros para que lo devoraran. Uno de los sirvientes más antiguos, que había servido al rey durante diez años, cometió un error y fue condenado a sufrir el mismo destino.
El rey ordenó que lo arrojaran a los perros, pero el sirviente se dirigió a él con una petición inesperada: "Te he servido durante diez años, por favor, dame diez días antes de que me tires a los perros". El rey, sorprendido por la audacia del sirviente, se lo concedió.
En la prisión, el sirviente le pidió al guardia que le permitiera servir a los perros durante los próximos diez días. El guardia accedió, y el sirviente se dedicó a alimentar a los perros, limpiar la perrera y bañarlos con todo cariño. Los perros, que antes eran feroces y salvajes, comenzaron a cambiar bajo el cuidado del sirviente.
Cuando acabaron los diez días, el rey ordenó que el sirviente fuera arrojado a los perros como castigo. Pero cuando fue lanzado, algo inesperado sucedió. En lugar de ser devorado, los perros se acercaron al sirviente y comenzaron a lamer sus pies. El rey se quedó perplejo al ver la escena y preguntó: "¿Qué pasó con mis perros?"
El sirviente respondió con una mirada reflexiva: "Serví a los perros solo durante diez días y no olvidaron mis servicios. A ti te he servido durante diez años y se te olvidó en mi primer error". El rey se dio cuenta de su error y se sintió avergonzado por su propia ingratitud.
La historia no dice qué pasó después con el sirviente, pero es probable que el rey reflexionara sobre la lección que había aprendido. La fidelidad y la gratitud de los perros hacia el sirviente eran un recordatorio de la importancia de valorar y agradecer a aquellos que nos sirven con dedicación y lealtad.
Este relato funciona como una parábola moral que pone en evidencia la ingratitud del poder frente a la lealtad de quienes lo sostienen. Sin embargo, merece un análisis crítico:
1. Fuerza simbólica de los animales: Los perros, asociados a la ferocidad y al castigo, se transforman en el relato en figuras de lealtad y gratitud. Son el espejo que muestra al rey su propia deshumanización: un animal puede ser más agradecido que un gobernante.
2. Crítica al poder absoluto: El relato denuncia la arbitrariedad de la autoridad, que castiga sin considerar trayectorias ni méritos pasados. El sirviente, con su respuesta, desnuda la fragilidad de la justicia cuando depende solo del capricho del soberano.
3. Dimensión moral y universal: La historia enseña una lección que trasciende lo político: la gratitud es un valor que define el carácter humano. La fidelidad de los perros funciona como contraste para resaltar la ingratitud del rey y, por extensión, de las personas que olvidan el bien recibido.
4. Ambigüedad final: El desenlace queda abierto: no sabemos qué decide hacer el rey. Esa falta de cierre puede interpretarse como una invitación al lector a reflexionar sobre cómo reaccionaría él mismo: ¿cambiaría su actitud o repetiría el error de la ingratitud?
En definitiva, es un relato breve pero cargado de simbolismo, que recuerda que la grandeza no está en el poder, sino en la capacidad de reconocer y agradecer.
En términos políticos
El rey representa al poder político, que muchas veces se muestra ingrato con quienes lo sostienen. Funcionarios, sanitarios, maestros, militares o trabajadores públicos pueden haber servido con dedicación durante años, pero un error, una crítica o un desacuerdo basta para ser relegados o castigados. Los “perros” simbolizan a la opinión pública o a los sistemas de control, que pueden devorar reputaciones sin matices.
La lección es clara: un líder que olvida el servicio y la lealtad de su gente pierde legitimidad. Un gobernante sabio debería actuar con gratitud y reconocer trayectorias, no solo juzgar errores puntuales.
En términos laborales
En las empresas ocurre algo parecido: Un empleado puede dedicar años de compromiso, esfuerzo y lealtad, pero un fallo aislado o un mal resultado puede llevar a despidos inmediatos o sanciones sin tener en cuenta su historial. Los “perros” serían aquí los mecanismos de castigo corporativos (despidos, evaluaciones negativas, pérdida de confianza). El relato recuerda que la gratitud y el reconocimiento son fundamentales para crear lealtad verdadera en un equipo: los animales agradecen en diez días lo que un jefe olvida en diez años.
Hoy mismo esta parábola nos interpela:
- En política: a líderes que olvidan a sus votantes o colaboradores tras alcanzar el poder.
- En lo laboral: a jefes que no reconocen la dedicación de sus empleados y solo se fijan en los errores.
En ambos casos, el mensaje es idéntico: la ingratitud erosiona la autoridad y destruye la confianza.
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