Corren malos tiempos para muchos políticos (no todos). El dicho “mientes más que hablas” se podría adaptar perfectamente a los personajes políticos que representan a este país hoy día, que tienen instalado en su perfil “el arte de mentir”. Parafraseando a George Orwell en su ensayo de 1946 titulado «La política y el lenguaje inglés», “el lenguaje político está diseñado para que las mentiras suenen como verdades”. No podía tener más razón el escritor inglés, porque los ciudadanos siempre pecamos de ingenuos ante determinados políticos, en especial los representantes de la izquierda: prometen y prometen cosas que van a hacer en cuatro años, pero después pasan los meses y poco de lo que dijeron hacen, y se cumple el refrán que dice “donde dije digo, digo Diego”. En este país muchos políticos (más de los que nos pensamos) “no escuchan”, cada uno tiene su libreto, cada uno dice lo que le da la gana y le conviene, pero “no escucha”. Los políticos, más allá del partido para el que trabajan, tienen que representar al pueblo. No tienen razón para encerrarse en una idea, porque “la política es hablar, pactar y llegar a acuerdos” que beneficien a los ciudadanos. Pero esto es algo que hace tiempo que se quedó en una simple hipótesis de lo que debería ser la política. La realidad es otra bien distinta, y por todo ello, la ciudadanía cada vez cree menos en la política y en los políticos.
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