Hace años recogía en un “segmento” la labor de búsqueda de metales en la playa. El experimento continua, cada mañana puedo observar como un paciente buscador de tesoros hace pasar una y otra vez el detector de metales por la arena de la playa. Seguramente será un heredero de aquellos que dejaron sus fuerzas en la búsqueda del botín que dejaron los piratas berberiscos en la “cueva del tesoro” rinconera. Nuestro mundo está lleno de aspirantes a millonario por la vía rápida. Un nuevo sistema para la búsqueda de un tesoro. Loterías, cupones pro-ciegos, casinos, quinielas, primitiva, euro-millón, bingos, tragaperras, juegos on-line; toda una variedad de métodos para gastar los hallares sin obtener el ansiado premio que nos llene la vida de “felicidad” y trueque nuestras preocupaciones actuales por otras distintas. Habrán observado que en estos tiempos nadie dice cuando le ha tocado un buen pellizco, por temor a las consecuencias, los sablazos y los timos. Quedan muy lejos aquellos ganadores de las quinielas que llenaban los noticiarios con su alegría compartida y envidiada. La publicidad nos hace ver un mundo paradisíaco al que se puede acceder a través de la inversión de unos cuantos (o muchos) euros. Un día tras otro nos invitan al gran sorteo de verano o a comprar lotería de navidad. Te engañan “regalándote” los primeros euros en los juegos a través de la tele y acabando por limpiarte la tarjeta. La buena noticia de hoy me la proporcionó en su día un consejo de mi padre, bastante enemigo del juego de cualquier clase. El sabio Manolo sentenciaba: “la mejor lotería es el trabajo y la economía”. Casi nadie se hace rico trabajando, pero mucha gente acaba en la miseria tras obtener un buen premio en algún sorteo. En mi caso estoy rodeado de ludópatas en potencia. Menos mal que se quedan en la lotería familiar, puesta en marcha en ocasiones especiales y la compra de un cupón o un décimo apenas se le pone a tiro. Yo me quedo con mi dominó sin dinero y a cara de perro. Cuando gano, me permito imitar a Tamariz rasgando un violín. Cuando pierdo, me quedo con la bronca del compañero y la esperanza de nuevas partidas en la que tenga más suerte. Las buenas noticias nacen de los consejos que nos trasmiten los refranes de nuestros mayores. “Del viejo el consejo”. Ahí va otro: “La costumbre de jurar y de jugar, mala es de quitar”. Termino con otra “perla”: “Dinero al juego ganado, es dinero prestado: a jugar volverás y lo pagarás”. Así que a conformarse con la pensión.
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