El alcohol es la sustancia psicoactiva más consumida en España. De hecho, entre los 15 y los 64 años, el 76,5 % de los españoles afirma haber consumido alcohol en los últimos 12 meses; el 63,5 %, en los últimos 30 días, y el 10,5 % reporta un consumo diario en los últimos 30 días, según datos de la Encuesta sobre Alcohol y Drogas en Población General en España (EDADES).

Este consumo puede aumentar en épocas como el verano, como demuestran estudios observacionales, donde se recoge un mayor consumo en EE.UU. y Europa en esta estación. Estos datos reflejan que en la población adulta se produce una ingesta de alcohol moderada y muy elevada notablemente mayor durante las vacaciones de invierno y de verano respecto a otros meses del año. Por ello, el Consejo General de Colegio de Farmacéuticos de España advierte de los riesgos para la salud derivados del consumo simultáneo de alcohol y medicamentos. Y es que, actualmente, hay 292 principios activos que presentan interacciones con la ingesta de alcohol, de las cuales 119 se califican como interacción de riesgo elevado, según se extrae de BOT PLUS, la base de datos de medicamentos del Consejo General actualizada a 1 de agosto de 2025. Cabe destacar que este número se refiere a principios activos y que cada uno de ellos puede formar parte de distintos medicamentos, combinaciones o formatos, por lo que, si se considerara el número de presentaciones comerciales disponibles, este número sería mucho mayor. --La frecuencia y la cantidad de alcohol influyen Lo primero que hay que saber es que las interacciones entre los fármacos y el alcohol son bidireccionales; es decir, los fármacos pueden influir en el comportamiento del alcohol y sus efectos en nuestro organismo y, el alcohol, a su vez, puede influir en el comportamiento de los fármacos, aumentando o reduciendo su concentración, potenciando sus efectos adversos o aumentando o reduciendo sus efectos. Además, ambas cosas pueden ocurrir al mismo tiempo. También hay que diferenciar entre un consumo agudo y el crónico. Si una persona toma alcohol de manera crónica, metabolizará más rápidamente algunos fármacos, por lo que el efecto farmacológico será menos duradero y se reducirá su actividad. Esto sucede, por ejemplo, con la Warfarina, un medicamento anticoagulante empleado para la prevención de trombosis y embolias. En cambio, cuando el consumo de alcohol es agudo, de forma ocasional, hace que el organismo no metabolice determinados fármacos como debería, por tanto, las concentraciones de estos medicamentos pueden verse aumentadas con el consiguiente incremento del riesgo de reacciones adversas o, en ocasiones, de sus efectos. Esto ocurre, por ejemplo, con los fármacos depresores del Sistema Nervioso Central (SNC), como los ansiolíticos, hipnóticos, antihistamínicos u opioides. Respecto a cómo influye la cantidad de alcohol en las interacciones con los medicamentos, los farmacéuticos explican que, de forma general, cuanto menor sea la cantidad ingerida, menor será el riesgo de interacciones. Aunque es cierto que en determinados casos el consumo moderado de alcohol no ocasiona interacciones graves con determinados medicamentos, siempre conviene consultar con el médico o el farmacéutico para garantizar el uso seguro, teniendo en cuenta que las recomendaciones se deberán adaptar a cada paciente en función de su situación concreta, puesto que en muchas situaciones sí puede haber interacciones importantes. --Precaución en poblaciones especiales Desde la farmacia se pone el foco en determinados grupos de población, ya que factores como la edad o el sexo condicionan la manera en que los fármacos se comportan en nuestro organismo. En las personas mayores, los procesos de metabolismo y eliminación de muchos fármacos están reducidos, por lo que muchas veces son necesarias dosis inferiores a las del resto de la población. En el caso del alcohol, también está disminuido el metabolismo, por presentar una reducción fisiológica de la actividad hepática relacionada con el metabolismo y menor agua corporal. Además, con mucha frecuencia este grupo de población recibe diversos medicamentos que presentan interacciones con el alcohol por lo que habría que prestar especial precaución al consumo. Las mujeres presentan menos cantidad de una enzima en la mucosa gástrica que elimina una parte del alcohol en el sistema digestivo y, por tanto, condiciona su absorción. A lo que hay que añadir el hecho de que tienen menor masa y una mayor proporción de grasa corporal. Todo esto se traduce en que se alcancen mayores concentraciones de alcohol en sangre al ingerir la misma cantidad de alcohol que los hombres, lo que podría aumentar el riesgo de interacciones con el medicamento. Los farmacéuticos señalan que el tiempo que tiene que pasar desde la toma de la medicación y la ingesta de alcohol para asegurar que no interaccionen va a variar dependiendo del fármaco consumido, de los efectos farmacológicos y tóxicos que este pueda provocar, así como de su duración o de la vida media del fármaco y sus metabolitos (los compuestos a los que se degrada, que pueden tener también efectos farmacológicos y tóxicos) en el organismo. Así, en ocasiones, aunque los fármacos y el alcohol se tomen en momentos distintos del día, la interacción puede ser la misma, ya que los efectos de ambos pueden seguir perdurando en el tiempo. Por otra parte, la concentración máxima depende del tiempo en el que se haya ingerido, la concentración de alcohol y si se ha tomado o no con alimentos. --Los medicamentos que más se ven afectados El Consejo General explica que los fármacos que más pueden verse afectados por el consumo de alcohol son los siguientes: - Los opioides, empleados para tratar el dolor grave que no responde al tratamiento con otros medicamentos (por ejemplo, el dolor irruptivo asociado al cáncer). La combinación con alcohol puede potenciar los efectos depresores sobre el SNC, que presentan tanto el alcohol como estos fármacos, pudiendo ocurrir pérdida de la consciencia y una depresión respiratoria que puede llegar a ser mortal sin tratamiento. - Los ansiolíticos del tipo de las benzodiazepinas. Los efectos serían similares a los descritos para los opioides, aunque menos marcados. No obstante, los efectos de la interacción pueden llegar a ser muy graves cuando se produce un consumo en dosis elevadas de alcohol, del fármaco o de ambos. Además, se debe tener en cuenta que la alteración del nivel de consciencia puede tener consecuencias peligrosas, especialmente, en pacientes mayores debido a la posibilidad de caídas. - Los antiiinflamatorios no esteroideos (AINEs), como el ibuprofeno, el naproxeno o el ácido acetil salicílico, para los cuales la combinación con el alcohol provoca un efecto aditivo sobre la irritación gástrica que ya presentan de base estos fármacos. Asimismo, el efecto antiagregante plaquetario de algunos AINEs, que genera una prolongación del tiempo de hemorragia, podría complicar las lesiones digestivas, aumentando el riesgo de sangrado intestinal. - El paracetamol. Se debe tener en cuenta que durante el metabolismo de este fármaco se produce un compuesto muy reactivo que, en condiciones fisiológicas normales y cuando el paracetamol se usa en la dosis recomendada, no llega a generar toxicidad sobre el hígado. Sin embargo, el consumo (especialmente el consumo crónico elevado) de alcohol puede modificar la capacidad del hígado de metabolizar el paracetamol y aumentar su toxicidad. En estos casos, no se debe superar una dosis máxima de 2 gramos al día de paracetamol, aunque la recomendación concreta dependerá de las particularidades de cada caso. - Los antihipertensivos. El consumo crónico de alcohol aumenta la presión arterial, pudiendo interferir en la eficacia del tratamiento, algo que no ocurre con la ingesta de pequeñas cantidades. Ahora bien, un consumo puntual de dosis moderadas de alcohol puede tener un efecto hipotensor que puede potenciar el efecto del fármaco antihipertensivo, por lo que también conviene tener precaución. - Los antidiabéticos. El alcohol tiene un efecto hipoglucemiante (desciende los niveles de glucosa en sangre), por lo que podría potenciar los efectos de los medicamentos empleados para tratar la diabetes, como la metformina. Igualmente, se ha descrito una reacción adversa poco frecuente, como es la acidosis láctica, que puede llegar a ser muy grave y cuyo riesgo aumenta al tomar alcohol en pacientes tratados con metformina. Los síntomas más frecuentes de la acidosis láctica son náuseas, vómitos, debilidad muscular y afectación de la respiración. - Los antibióticos. Las interacciones entre el alcohol y algunos antibióticos pueden ser también clínicamente relevantes, por lo que se debe valorar cada caso. Por ejemplo, los nitroimidazoles, como metronidazol o tinidazol, pueden perder su eficacia o provocar efectos secundarios graves al tomar alcohol.
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