Decían los clásicos:” Cuándo los dioses quieren castigarnos, atienden nuestras súplicas”. Y es que somos seres caprichosos que no sabemos lo que nos conviene.
El sábado pasado subí al ibón de Catieras y al llegar al Dedo de Yenefrito, me encontré con un pastor catalán y allí me senté con él a conversar. Me dijo que desde que pusieron el trenecillo en Panticosa pueblo, los fines de semana sube al valle de la Ripera cargadito de humanidad y: los ibones de Sabocos, Asnos y Catieras, el Rincón Verde, el Dedo de Yenefrito, etc. se llenan de gente. Y también suben con perros sueltos a visitar el Dedo. Por cierto, no sé si decir o no su nombre no sea que se dispare la masificación. Me dijo que esos intrusos ladran a las ovejas, me refiero a los perros, y se enganchan con sus canes.
Ese día dormí en el refugio de la Ripera, ¡uy, se me escapó! Y al día siguiente una fila de feligreses subía en procesión hacia el ibón de Sabocos. Me fijé que al lado del río Bolática habían instalado cantidad de mesas. También me percaté de que en algunas habían dejado basura. Nos unimos a las protestas en favor de la Canal Roya, pero cuando se trata de llevarnos nuestra basura o agacharse para coger un papel, somos muy finos. Somos rebeldes de pasarela, es el postureo hipócrita del que quiere quedar bien delante de los demás. ¡Qué asco! No estoy en contra del puesto de trabajo del conductor del trenecillo de Panticosa, ni de los beneficios que genera, estoy en favor del saber pedir y de implicarse a nivel personal.
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