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Filosofía, gramática e historia del “Arte de la Lengua Mexicana” -1673-, de Fray Agustín de Vetancurt (II)

La obra es una fuente para el estudio de la lingüística histórica, la traducción intercultural y la historia intelectual del periodo colonial
María del Carmen Calderón Berrocal
lunes, 4 de agosto de 2025, 08:46 h (CET)

Valor editorial e histórico de las reediciones del Arte y el Teatro Mexicano


La circulación de las obras de fray Agustín de Vetancurt, en particular el Arte de la Lengua Mexicana (1673) y el Teatro Mexicano (1697), ofrece un indicador clave sobre su recepción y resignificación a lo largo del tiempo. Aunque fueron concebidas en el marco del proyecto misionero franciscano y con fines eminentemente prácticos —la evangelización y la formación de clérigos en lengua náhuatl—, su rescate y reedición en los siglos posteriores sugiere un cambio profundo en su valor percibido: de manuales doctrinales a documentos patrimoniales e históricos.


Presentación1


El Arte fue reimpreso en 1901, en un momento en que comenzaba a consolidarse el interés por las lenguas indígenas como parte de la identidad nacional y del patrimonio filológico de México. En este nuevo contexto, la obra deja de ser solo un instrumento de adoctrinamiento para convertirse en una fuente para el estudio de la lingüística histórica, la traducción intercultural y la historia intelectual del periodo colonial. Su reedición, por tanto, no fue meramente un acto de recuperación bibliográfica, sino una resignificación que lo incorpora a un corpus de “textos fundacionales” para la historia de las lenguas indígenas.


Algo similar puede decirse del Teatro Mexicano, cuya relevancia como crónica franciscana fue redimensionada en el siglo XX como fuente para la historia eclesiástica, la historiografía criolla y la memoria de los pueblos originarios. Estas reediciones han hecho visibles los múltiples niveles de lectura que ofrece la obra de Vetancurt: no solo como testimonio del esfuerzo misional, sino también como expresión de una mirada criolla interesada en sistematizar, conservar y reinterpretar el mundo indígena desde una posición intermedia entre la metrópoli y el mundo nativo.


En definitiva, las reediciones del Arte y del Teatro Mexicano permiten trazar una historia de su recepción que va del uso funcional al valor patrimonial. Este tránsito evidencia no sólo el interés académico creciente por los saberes coloniales, sino también el reconocimiento de los textos misioneros como lugares de encuentro —y a veces de tensión— entre lenguas, culturas e ideologías.


Dificultades gráficas y fonéticas en la transcripción del náhuatl: la “inexistencia gráfica” de ciertos fonemas


Uno de los aspectos más significativos del Arte de la Lengua Mexicana es la atención que fray Agustín de Vetancurt dedica al tema de las letras “que faltan” y a los problemas de pronunciación. En su exposición, señala que fonemas como [ʃ] (representado como “x” en la ortografía colonial), así como otros sonidos correspondientes a letras como “ñ”, “ll”, “g” o “z”, no tienen una representación nativa en la lengua náhuatl, pero sí se manifiestan en la pronunciación de los hablantes. Esta aparente “inexistencia gráfica” constituye un indicio claro del reto que enfrentaban los misioneros al traducir lenguas ágrafas a un sistema alfabético europeo.


Desde una perspectiva moderna, este desfase entre fonología y grafía plantea varias dificultades metodológicas. En primer lugar, complica la tarea de transcripción y estandarización del náhuatl colonial: los mismos sonidos pueden estar representados de forma variable por distintos autores, lo que fragmenta la tradición textual y exige al lector especializado una familiaridad filológica muy precisa. Por ejemplo, lo que un autor escribe como “tzonquiz” podría aparecer como “çonquiz” o incluso “zonquiz” en otro texto, dependiendo del grado de hispanización ortográfica o de la influencia de la grafía castellana del siglo XVII.


En segundo lugar, esta inestabilidad gráfica también repercute en la lectura contemporánea de los textos antiguos. El lector moderno —incluso el especializado— puede encontrar ambigüedades fonológicas que dificultan la reconstrucción fiel del sonido original de las palabras. Esto tiene consecuencias no sólo en el plano lingüístico, sino también en el etnográfico, pues muchos términos cargan significados culturales específicos que dependen de una pronunciación exacta.


Además, la adaptación del alfabeto latino al náhuatl generó una serie de convenciones ortográficas que, si bien fueron funcionales en su contexto misionero, hoy requieren una reinterpretación crítica. La omisión o sustitución de fonemas específicos, como la glotal o el saltillo, y la tendencia a “castellanizar” las formas gráficas, son prueba de una adecuación forzada que refleja tanto las limitaciones del modelo nebrisense como el carácter híbrido de estas gramáticas.


En definitiva, la “inexistencia gráfica” de ciertos fonemas no solo evidencia el choque entre dos sistemas lingüísticos y epistemológicos, sino que también abre interrogantes sobre la fidelidad de las representaciones coloniales del náhuatl. Para los estudios actuales, ello implica la necesidad de una lectura filológica cuidadosa y de una permanente reflexión sobre los marcos ortográficos que median nuestro acceso a las lenguas indígenas del pasado.


Comparación con otras gramáticas del náhuatl del siglo XVII: el caso de Horacio Carochi


El Arte de la Lengua Mexicana de fray Agustín de Vetancurt (1673) se inscribe dentro de una tradición gramatical misionera que floreció en el siglo XVII, en la que destaca, por su profundidad filológica, la obra de Horacio Carochi. Aunque ambos autores comparten el objetivo de codificar el náhuatl para fines pedagógicos y evangelizadores, sus gramáticas revelan enfoques y grados de sofisticación notoriamente distintos.


En primer lugar, Carochi se distingue por haber desarrollado un sistema preciso para representar dos elementos fonológicos fundamentales del náhuatl: el saltillo (glotal) y la vocal larga. Estas marcas, ausentes o tratadas con ambigüedad en muchas gramáticas de su tiempo, son registradas meticulosamente por Carochi mediante diacríticos especiales. Vetancurt, en cambio, aunque menciona los problemas de pronunciación y la dificultad de captar ciertos sonidos, no propone un sistema técnico comparable para registrar estos rasgos, lo que sugiere un enfoque más pragmático y menos fonológico.


En segundo lugar, mientras Carochi estructura su Arte con una preocupación por la lógica interna de la lengua náhuatl —siguiendo incluso modelos de la gramática latina pero adaptándolos con notable originalidad—, Vetancurt tiende a ceñirse más al esquema tradicional del Arte de Nebrija, con sus partes del discurso claramente distribuidas, aunque en ocasiones proyectando sobre el náhuatl una estructura morfosintáctica española. Por ejemplo, la definición de verbo en Vetancurt suele tomar como punto de partida las categorías castellanas (acción, pasión, etc.), sin adentrarse tanto en las peculiaridades del sistema verbal náhuatl como lo hace Carochi, quien analiza temas, afijos y modos con gran detalle.


Otro contraste importante está en el estilo de escritura y en la ideología subyacente. Carochi, jesuita, se acerca al náhuatl con un tono erudito y descriptivo, interesado por la riqueza interna del idioma y por su transmisión correcta entre los clérigos. Vetancurt, franciscano criollo, mezcla en su gramática una preocupación pastoral con un cierto orgullo por la lengua “mexicana”, aunque sin desligarse del marco doctrinal de la evangelización. En este sentido, el Arte de Vetancurt puede ser leído no solo como una gramática funcional, sino también como una muestra del interés criollo por las culturas locales, con tintes de apropiación y relectura del mundo indígena desde una perspectiva franciscana.


La comparación entre Vetancurt y Carochi muestra dos modelos de gramática misionera: uno más sistemático, analítico y filológicamente riguroso (Carochi); otro más pedagógico, práctico y, en cierto modo, ideológicamente híbrido (Vetancurt). Ambos, sin embargo, contribuyen a la comprensión del náhuatl colonial y al desarrollo temprano de la lingüística en América.


Implicaciones ideológicas de la normativización del náhuatl y su impacto en las variedades dialectales indígenas


La elaboración de gramáticas y artes del náhuatl en el siglo XVII, como la de fray Agustín de Vetancurt, no fue un acto puramente técnico o lingüístico, sino un proceso profundamente ideológico y político. La normativización del náhuatl, entendida como la sistematización y estandarización de una variedad particular de esta lengua para uso litúrgico y administrativo, tuvo consecuencias significativas para las diversas variedades dialectales indígenas que coexistían en el territorio de la Nueva España.


En primer lugar, la selección de una variedad “modelo” o estándar en estas gramáticas coloniales implicaba, de entrada, un ejercicio de poder. Por ejemplo, muchas artes se basaron en el náhuatl central hablado en la Ciudad de México y sus alrededores, considerado el “náhuatl general” o “lengua mexicana”. Esta variante fue impuesta como norma para la enseñanza y evangelización, mientras que otras variedades regionales —como las del área de Michoacán, Tlaxcala, o Puebla— quedaron marginadas o simplificadas en los textos. La consecuencia fue una homogeneización lingüística forzada, donde las diferencias dialectales se veían como desviaciones o errores, y se intentaba corregirlas hacia el “estándar” neocolonial.


Este fenómeno se inscribe en una lógica hispanizadora y centralizadora, que respondía a la necesidad de los misioneros y autoridades coloniales de contar con un idioma común para facilitar la administración y la evangelización. Así, la gramática se convirtió en instrumento para la construcción de un náhuatl normativo que, aunque promovía la enseñanza del idioma indígena, simultáneamente subordinaba y controlaba su diversidad.


Además, la normativización tenía una dimensión ideológica en cuanto que reflejaba la visión europea de la lengua y su estructura, principalmente influida por la gramática latina de Nebrija. Esto llevó a que las gramáticas intentaran “encajar” el náhuatl en categorías europeas (sustantivos, verbos, adjetivos, etc.), lo que en muchos casos distorsionaba o invisibilizaba aspectos propios del idioma y su dinámica social. Por ejemplo, ciertas construcciones verbales o modos de expresión indígenas fueron reformulados para adecuarse a un modelo extranjero, con la consiguiente pérdida o reinterpretación del significado original.


Finalmente, esta normativización también tuvo efectos en la percepción social de las variedades dialectales. Las comunidades que hablaban variantes no normativas pudieron haber experimentado un desvalor cultural, lo que a la larga contribuyó a la marginalización lingüística y cultural. La escritura y enseñanza del náhuatl normativo en contextos oficiales y religiosos, mientras que las variedades locales permanecían sólo en la oralidad, configuró una jerarquía lingüística que perdura en cierto modo hasta la actualidad.


La normativización del náhuatl colonial fue un proceso que implicó no sólo la descripción lingüística, sino también la imposición cultural y política de un modelo estándar, afectando la diversidad dialectal y la identidad de las comunidades indígenas.


Análisis sobre el uso del náhuatl como lengua literaria o jurídica en la Nueva España


A partir de la conquista, el náhuatl desempeñó un papel fundamental en la administración colonial y en la producción cultural. Lejos de ser una lengua relegada, fue adoptada por la burocracia colonial para fines legales y educativos, en gran medida gracias al interés de misioneros por aprender y usar la lengua local para evangelizar. Fray Bernardino de Sahagún y Fray Andrés de Olmos son ejemplos emblemáticos de frailes que contribuyeron a la codificación y uso culto del náhuatl.


Durante la época colonial en la Nueva España, el náhuatl tuvo un papel fundamental tanto en la comunicación cotidiana como en la producción cultural y jurídica. Su uso como lengua literaria y jurídica refleja la complejidad de las relaciones entre indígenas y españoles, así como las estrategias para el control y la administración del territorio.


Uso literario. En el ámbito literario, la producción en náhuatl durante la colonia incluye poesía, relatos históricos y documentos litúrgicos. Obras como los Cantares Mexicanos (siglo XVI) y el Huehuetlahtolli (discursos de sabios nahuas) demuestran cómo la lengua se convirtió en un vehículo para preservar la cosmovisión indígena a pesar de la colonización.


El náhuatl no solo se mantuvo como lengua hablada entre las comunidades indígenas, sino que también se empleó para producir literatura de gran valor histórico y cultural. Poemas, cantos, relatos históricos y códices fueron elaborados en náhuatl, muchas veces con la mediación de frailes que aprendían la lengua para evangelizar y registrar la cultura local. Obras como los Cantares Mexicanos o la Historia Tolteca-Chichimeca son ejemplos emblemáticos de literatura náhuatl colonial, donde se mezclan elementos prehispánicos con influencias cristianas y españolas.


Uso jurídico. El náhuatl fue también una lengua oficial para asuntos legales y administrativos, especialmente en las primeras décadas tras la conquista. El sistema colonial permitió que muchos pueblos indígenas siguieran utilizando sus instituciones jurídicas propias, siempre bajo la supervisión del gobierno español. Documentos legales como pleitos, testamentos y actas de cabildo eran redactados en náhuatl para que la población indígena pudiera comprenderlos y participar en estos procesos. Los traductores y escribanos indígenas jugaron un rol clave en este contexto, permitiendo la convivencia y mediación entre dos mundos jurídicos. Así, el náhuatl fue idioma oficial en tribunales locales, testamentos, actas de cabildo y pleitos.


Este doble uso refleja una estrategia colonial que buscaba controlar a la población indígena mediante la mediación lingüística, pero también la capacidad de resistencia cultural de los pueblos nahuas, quienes preservaron su identidad a través de la lengua escrita.


Implicaciones. El uso del náhuatl en estos ámbitos refleja una dinámica de resistencia y adaptación: si bien el poder colonial impuso el español como lengua dominante, la persistencia del náhuatl demuestra la fortaleza cultural indígena. Además, su uso en la escritura es una muestra de mestizaje lingüístico y cultural, donde se cruzan tradiciones y saberes.


El Arte de Vetancurt y la obra epistemológicamente mestiza


Agustín de Vetancurt, historiador y fraile del siglo XVII, es reconocido por su obra más eminente: Arte de la lengua mexicana y, sus crónicas históricas, que describen la cultura indígena. Su producción se sitúa en la convergencia del conocimiento europeo y el saber indígena, constituyéndose así en un ejemplo paradigmático de epistemología mestiza.


El Arte de la lengua mexicana (o náhuatl), de Fray Andrés de Olmos, y el posterior trabajo de Agustín de Vetancurt en la Nueva España, son textos fundamentales para entender la lengua y cultura indígena desde la perspectiva colonial. Vetancurt, quien fue historiador y religioso en la Nueva España, produjo obras que reflejan una visión compleja y a menudo ambivalente sobre la cultura indígena y su mestizaje.


¿Qué significa “mestiza” en términos epistemológicos? Desde un punto de vista epistemológico, una obra “mestiza” es aquella que mezcla diferentes formas de conocimiento, perspectivas y tradiciones culturales. Es decir, no es solo un producto híbrido en términos sociales o raciales, sino también en la forma en que se construye el conocimiento y se entiende la realidad. El concepto de epistemología mestiza implica que el conocimiento no es homogéneo ni monocultural, sino que emerge de la interacción y tensión entre distintos sistemas cognitivos.


Vetancurt y la epistemología mestiza. El Arte de Vetancurt no es un texto que se limite a imponer una visión europea sobre la cultura indígena. Por el contrario, intenta comprender y describir la lengua náhuatl y las costumbres indígenas desde una perspectiva que combina el conocimiento europeo (lingüístico, religioso, histórico) con el saber local indígena. Esto se refleja en varios aspectos como serían la integración de saberes: Vetancurt recopila información directa de indígenas y documentos en náhuatl, lo que implica un diálogo entre dos tradiciones de conocimiento, el reconocimiento cultural: Aunque desde una posición colonial, su obra no desestima por completo la complejidad cultural indígena, sino que la documenta con cierto respeto y detalle; y la hibridación epistemológica: La obra articula categorías europeas (como gramática o historia) con elementos del pensamiento indígena, generando así un conocimiento que no es puramente occidental ni puramente indígena, sino un híbrido.


En términos epistemológicos, el Arte de Vetancurt puede considerarse una obra mestiza porque es un producto del encuentro entre dos mundos culturales y de conocimiento. Este mestizaje epistemológico no solo refleja la mezcla social y cultural de la Nueva España, sino también la formación de nuevas formas de entender el lenguaje, la historia y la cultura que emergen de ese encuentro.


Estos apuntes pretendían ser una introducción crítica a una obra poco estudiada pero fundamental en la tradición lingüística misionera del siglo XVII presentándolo de forma accesible, pero también rigurosa; combinando el análisis textual, lingüístico e histórico; y dejando libertad para abrir muchas puertas para estudios más amplios.


El uso del náhuatl como lengua literaria y jurídica en la Nueva España demuestra la importancia de esta lengua para la administración colonial y la preservación cultural indígena. Paralelamente, la obra de Vetancurt se puede entender como un ejemplo temprano de epistemología mestiza, al fusionar saberes indígenas y europeos en la construcción del conocimiento.


Este análisis subraya la complejidad del mestizaje cultural y lingüístico en la Nueva España, y cómo este fenómeno no solo fue social sino también epistemológico, influenciando la producción intelectual y literaria del periodo colonial.


Vetancurt no se limita a imponer categorías europeas; por el contrario, recoge información etnográfica directa y registros en náhuatl, respetando en cierta medida el punto de vista indígena. Este enfoque híbrido se observa en varios niveles:


En el método, Vetancurt utiliza testimonios indígenas y documentos en lengua original, mezclando la tradición jesuítica con el conocimiento local[⁵].

En el contenido, sus obras reflejan una perspectiva que integra conceptos religiosos y sociales tanto europeos como nahuas, sin lograr una pureza cultural total, sino un diálogo complejo.

En el resultado epistemológico, genera una obra que puede ser entendida como un producto de mestizaje cultural y cognitivo, que rompe con la idea de conocimiento colonial unívoco y monolítico.

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1. LEÓN PORTILLA, Miguel: Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares, UNAM, 1974.

2. SCHOEDER, Susan: The Conquest All Over Again: Nahua Views of Spanish Colonialism, University of California Press, 2006.

3. LOCKHART, James: The Nahuas After the Conquest: A Social and Cultural History of the Indians of Central Mexico, Sixteenth Through Eighteenth Centuries, Stanford University Press, 1992.

4. MIGNOLO, Walter: The Darker Side of the Renaissance: Literacy, Territoriality, and Colonization, University of Michigan Press, 1995.

5.VETANCURT, Agustín de: Arte de la lengua mexicana, edición facsimilar, UNAM, 2006; DUSSEL: Enrique: Filosofía de la liberación, Ediciones Nueva Imagen, 1985.

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La circulación de las obras de fray Agustín de Vetancurt, en particular el Arte de la Lengua Mexicana (1673) y el Teatro Mexicano (1697), ofrece un indicador clave sobre su recepción y resignificación a lo largo del tiempo. Aunque fueron concebidas en el marco del proyecto misionero franciscano y con fines eminentemente prácticos, su rescate y reedición en los siglos posteriores sugiere un cambio profundo en su valor percibido.

Vetancurt nació alrededor de 1622 en Ayotzingo, Puebla, México, dentro de una familia con raíces canarias, dedicó gran parte de su vida al trabajo pastoral e intelectual en la Nueva España. Estudió en la Real y Pontificia Universidad de México, donde se formó en filosofía y letras.

Cuando se menciona a León XIII, suele asociarse su figura exclusivamente con la 'Rerum Novarum', la encíclica que inauguró la doctrina social de la Iglesia. Sin embargo, reducir su legado a este único documento sería limitar la riqueza de un pontificado que abarcó mucho más porque fue un verdadero proyecto de reconstrucción espiritual, intelectual y social de la cristiandad.

 
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