Hoy, más que nunca, Badakhshan se ha convertido en un escenario de desafíos de seguridad y geopolíticos frente al gobierno monoétnico de los talibanes. La ubicación estratégica de la provincia, sus ricos recursos subterráneos y su posición en la intersección de tres zonas clave de seguridad—Asia del Sur (a través de Chitral, Pakistán), Asia Central (a través de la frontera con Badakhshan de Tayikistán) y la República Popular China (a través del corredor de Wakhan y Kashgar)—han duplicado su importancia. Si estos desafíos se gestionan sabiamente, pueden convertirse en una oportunidad para la liberación de Afganistán del terrorismo étnico y para el fortalecimiento del movimiento de resistencia. Sin embargo, si solo los actores mafiosos internos y externos dominan la escena, hay poca esperanza de un cambio positivo a favor del pueblo.
En las montañas silenciosas y las minas brillantes de Badakhshan, se libra una batalla oculta pero decisiva. Esta batalla no es solo entre comandantes locales y guardias de empresas chinas; refleja profundas contradicciones étnicas, económicas y geopolíticas que han puesto el futuro del noreste de Afganistán al borde de la explosión. El reciente incidente de seguridad en el distrito de Shahr-e Bozorg de Badakhshan no fue solo un enfrentamiento armado, sino un terremoto político y de seguridad con consecuencias de gran alcance para Afganistán y la región.
En los últimos tres años, Badakhshan se ha convertido en una de las áreas más cruciales para las comunidades de habla persa y tayikas. Su importancia para el futuro de los talibanes y su papel en el colapso dominó del norte son innegables. Los informes sobre la presencia activa de grupos terroristas multinacionales, los intentos de Pakistán de apoderarse de Wakhan y la sensibilidad de China y Rusia hacia esta región, indican que Badakhshan ocupa un lugar especial en la doctrina de seguridad regional.
Pero, ¿qué está ocurriendo realmente en Badakhshan? ¿Está esta geografía al borde de desarrollos desafiantes para los talibanes y el inicio de una nueva fase de competencia entre Estados Unidos, Rusia y China? El reciente incidente en la zona de Dawang, en el distrito de Shahr-e Bozorg, tras un violento enfrentamiento entre los hombres de Mullah Nasruddin (una figura yihadista prominente) y los guardias de una empresa china, que resultó en al menos ocho muertos—incluidos cuatro ciudadanos chinos y Qari Abdulwaris (hijo de Nasruddin)—ha puesto de manifiesto la gravedad de la crisis. Fuentes locales afirman que el enfrentamiento ocurrió cuando los hombres de Nasruddin exigieron una parte de la mina de oro, pero se enfrentaron a la resistencia armada de los guardias chinos. La violencia fue tan intensa que algunos de los cuerpos de los chinos fueron arrojados al río.
Las grandes potencias, debido a la posición geográfica y los recursos subterráneos de Badakhshan, buscan aumentar su influencia en la provincia y explotar sus recursos. Analizar este incidente sin comprender la estructura actual de poder de los talibanes es incompleto. Los talibanes, compuestos por redes tribales del sur, están reescribiendo las estructuras de poder local bajo el lema de la seguridad. Eliminar a los comandantes locales y reemplazarlos por figuras de Helmand y Kandahar es parte del proyecto geopolítico interno de los talibanes. Los talibanes no solo son socios en los proyectos chinos, sino que también están gestionando los recursos y reprimiendo la resistencia local.
La entrada de empresas chinas en las minas de Afganistán, aparentemente con promesas de tecnología y empleo, en realidad es otra cosa. Con el apoyo de los talibanes, las empresas chinas están explotando las minas. Los trabajadores locales reciben salarios miserables y sin ninguna seguridad laboral, mientras que las ganancias van a Kabul, Kandahar y Pekín. En esta ecuación, China no es solo un inversor, sino un socio estratégico de los talibanes en la implementación de una forma de colonialismo económico, con el consentimiento de parte del gobierno central talibán. Este modelo imita proyectos chinos similares en África, pero en Afganistán, el equilibrio de poder étnico y la historia de resistencia son obstáculos serios para el dominio total de Pekín.
La pregunta clave es: ¿hasta qué punto estos desarrollos y desafíos de seguridad pueden fortalecer la resistencia y aumentar los desafíos de seguridad para los talibanes? Con la muerte del hijo de Mullah Nasruddin y el estallido de la ira pública, la gente de la región se ha unido en torno a los comandantes locales. Esta reacción no es solo una tragedia familiar, sino que marca el inicio de una nueva resistencia local—contra el saqueo de recursos, la dominación étnica y el colonialismo extranjero. Esta vez, el problema no es solo el opio, sino la tierra ancestral y la identidad histórica que están siendo saqueadas.
Simultáneamente, el arresto de Makhdum Alam Rabbani (una figura uzbeka y comandante talibán) por la inteligencia talibán es parte de la operación diseñada por los talibanes para silenciar cualquier disidencia. Esta medida es una advertencia para el destino de los grupos étnicos del norte y la eliminación sistemática de figuras no pastunes de la ecuación de poder talibán. Esta chispa de explosión social en el noreste puede llevar a los talibanes a una mayor represión y a la eliminación de los no pastunes de la estructura de poder.
En conclusión, los acontecimientos en Badakhshan y la continua explotación de las minas con el apoyo de los talibanes y China, la indiferencia hacia los comandantes locales y la exclusión de las minorías étnicas del poder, pueden convertir las divisiones internas de los talibanes en una falla política. La repetición de enfrentamientos similares y el despertar público ante las dimensiones de este nuevo colonialismo pueden allanar el camino para oleadas de protestas armadas, movimientos autónomos o incluso tendencias separatistas en el noreste de Afganistán. Los talibanes saben bien que Badakhshan no es solo una tierra; es memoria histórica, orgullo étnico y un tesoro que pertenece a todo Afganistán. Lo ocurrido en Dawang es señal de una crisis mayor: la crisis de legitimidad de los talibanes en el norte, la desconfianza del pueblo hacia los proyectos extranjeros y la crisis de representación étnica en la estructura gobernante. Esta lucha no es solo por el oro, sino por recuperar la identidad y el derecho de propiedad del pueblo sobre su tierra. Si esta tendencia continúa, esta vez no solo desde las montañas de Panjshir, sino también desde las minas de oro de Badakhshan, se escuchará la voz de una nueva resistencia.
|