Dicen que la situación en Ibiza, donde faltan médicos especializados, se ha visto agravada por la exigencia del conocimiento del catalán, un requisito que ha generado controversia y dificultades para cubrir plazas vacantes. Esta exigencia ha llevado a que algunos médicos no puedan acceder a empleos en la sanidad balear, agravando un déficit crónico de profesionales en la isla. A ver, yo soy catalán de pura cepa y me siento orgulloso de ello. Quiero decir: limpio de suciedad, impureza o mezcla. Por mis venas corre la sangre del que fue conde de Urgel y de la Cerdaña (868/70-897), de Barcelona y Gerona (878-897) y de Osona (886-897) de facto, si bien de iure no lo fue hasta 878, Wifredo el Velloso (Guifré el Pilós). ¿No querrán que un médico cualquiera me cure? Y si me apuran, imagínense que yo necesitara un trasplante de corazón. Por un momento, párense a pensar que un cirujano de Almonacid de la Cuba me trasplantara un corazón de alguien nacido en Villaconejos. Solo el pensarlo me produce escalofríos. Es como llevar unos calzoncillos usados de otro e ir con ellos toda la vida, ¡Qué asco! Es como si al buen vino le echaran agua, como si me licuaran ¿puf? Si una vez hecho el trasplante me llego a enterar de quién me lo hizo y de quién era el órgano, sería capaz de arrancármelo y echarlo a los cerdos. Como catalán de pura cepa que soy, opino que es mejor morir a que te toque un “charnego”, la verdad...
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