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Las Lágrimas de San Pedro

Este tema ha sido un motivo recurrente en la pintura, la música, la literatura y el teatro, especialmente desde la Contrarreforma
María del Carmen Calderón Berrocal
lunes, 30 de junio de 2025, 10:45 h (CET)

“Las Lágrimas de San Pedro” es una melodía interpretada por seis clarines (instrumentos de viento) de la Banda de Cornetas y Tambores Nuestra Señora del Sol desde lo alto de la Giralda, desde el campanario de la Giralda.


La composición musical de Las Lágrimas de San Pedro


Suena en tres momentos: a la medianoche del 28 al 29 de junio (la Noche de San Pedro); a las 09:30 h de la mañana del 29 de junio; y a las 12:00 h del mediodía del 29 de junio, festividad de San Pedro y San Pablo. En ese horario, la gente, especialmente los sevillanos, se acercan para oír esta composición que es una tradición hispalense. Quizás la más llamativa sea la última convocatoria. Antes del toque, los alabarderos desfilan por la escalinata de la Catedral y montan guardia en la Puerta de Palos o Campanillas. El cortejo de alabarderos, un tambor, un bombo y seis clarines, por las gradas de la Catedral, desfilan y se mezcla allí tradición y turismo, devoción y curiosidad, quedando invadida la zona.


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Detalles de intervenciones de la Banda del Sol interpretando Las Lágrimas de San Pedro en el campanario de la Giralda


Los clarines suben hasta el campanario y tocan la misma melodía tres veces en cada una de las cuatro caras de la Giralda, evocando las tres negaciones de San Pedro. Me recuerdan al mirlo que desde la ventana del Archivo General de Indias cantaba mañanero a los cuatro puntos cardinales.


Después del toque, clarineros y alabarderos se reúnen a los pies de la Giralda habiendo concluido el desfile en la Puerta de Campanillas, desde donde se disponen a acceder al interior de Santa María de la Sede, caminando a paso lento hasta la Capilla Real, donde se postran ante la Virgen de los Reyes, patrona de Sevilla y la Archidiócesis,a la que rinden honores. Los alabarderos salen a la Puerta de Palos, donde hacen guardia, mientras, los clarinessuben hasta el campanario mayor de la mayor iglesia de Sevilla y tercera del mundo. Esperan el repique de las campanas de las doce del mediodía y se preparan para iniciar el toque en el ala sur, tres por cada punto cardinal, recordando de esta forma las veces que Pedro negó a Jesús. Tras esto, de nuevo bajan para unirse a los alabarderos.


El origen de la pieza se remonta al siglo XV, sobre 1403 y simboliza las tres negaciones de San Pedro antes de llorar su arrepentimiento. La pieza fue recuperada hace unas tres décadas por Antonio Burgos, Rogelio Gómez “Trifón”, con la ayuda del canónigo Federico María Pérez Estudillo y del entonces director de la banda del Sol, Eusebio Álvarez Ossorio. Se dejó de tocar en 1961 y fue rescatada en 1986.


La melodía es un lamento musical que simboliza las lágrimas de arrepentimiento de San Pedro tras negar a Jesucristo tres veces, vinculado con el valor del perdón y la penitencia dentro de la tradición cristiana. La composición Las Lágrimas de San Pedro, el nombre viene por las lágrimas que derramó el que fuera primer Papa de la Iglesia, San Pedro, en el atrio de la Casa de Caifás, en Jerusalén, al negar tres veces a Jesús, tal y como Él había predicho en la Última Cena.


Se alinea con el espíritu de la Contrarreforma, resaltando la importancia de la confesión y la misericordia divina.


También se asocia con la celebración por la vuelta del Infante Don Fernando de la Conquista de Antequera. Los toques de corneta representan lamentos, los de San Pedro cuando se da cuenta de que ha traicionado a Jesús, tal y como él dijo en la última Cena.


Estos lamentos de corneta, del siglo XV, datarían del momento en que el infante Don Fernando regresaba de la conquista de Antequera, tras la cual se hicieron toques de regocijos, repiques y luminarias en la noche de San Pedro. Sin embargo, estos toques de Las Lágrimas de San Pedro, son lamentos, los de San Pedro delante de la casa de Caifás, en Jerusalén, en la noche de Pascua.


En 1551, el Canónico Rivera, destina su pecunio para financiar esta tradición. En las Memorias de fuego del abedor de la Iglesia Mayor Don Juan de Eguirola se hace referencia al pago de fuegos artificiales, por encargo del mayordomo del Cabildo Catedral, realizan Don Pedro de Villalobos y Don Francisco Alemán. Las "Memorias de fuego" del abedor Don Juan de Eguirola crónica interna o libro de cuentas de la Catedral de Sevilla, recoge actividades litúrgicas, encargos, gastos y rituales religiosos. El término abedor es una forma antigua, mal transcrita de "veedor" o mal usu del lenguaje, como tantos vocablos hay en el habla popular, que se refiere en este caso al supervisor de ceremonias o bienes, especialmente en el contexto eclesiástico. Don Juan de Eguirola, como "abedor de la Iglesia Mayor", tendría a su cargo vigilar la correcta ejecución de fiestas, gastos y oficios religiosos del Cabildo. Los fuegos artificiales eran componente esencial de las festividades religiosas barrocas, especialmente durante las vísperas de grandes solemnidades (como San Pedro y San Pablo, el Corpus o la Asunción). El pago que se registra corresponde probablemente a una celebración nocturna en torno al 29 de junio (fiesta de San Pedro y San Pablo) u otra solemnidad del calendario litúrgico sevillano. Pedro de Villalobos y Francisco Alemán son citados como artesanos pirotécnicos, responsables del espectáculo de fuegos. La inclusión de sus nombres en los registros indica que eran probablemente pirotécnicos profesionales con vínculos regulares al Cabildo Catedral.

Alemán, realmente no es apellido, sino la condición de nacionalidad alemana, algo que ocurre con frecuencia, como por ejemplo en el caso de Diego de La Tordoya, de nombre Diego, no sabemos su apellido real, pero La Tordoya indica procedencia de ese lugar gallego: Tordoya; también el caso de Rodrigo de Triana, compañero de gesta del anterior, de nombre Rodrigo y nación, donde nace, barrio sevillano de Triana.


Este tipo de anotaciones aludido es muy valioso tanto en tema documental como cultural para reconstruir el ritual festivo barroco, donde la mezcla de liturgia, música, luces y fuegos era parte esencial de la teatralización de la fe. Para identificar oficios artísticos y técnicos en el entorno eclesiástico, como pirotécnicos, músicos, luminarios, doradores, etc.; o para estudiar el papel del Cabildo Catedral como mecenas de arte y espectáculo religioso, no solo espiritual sino también sensorial y escénico. El Cabildo Catedral de Sevilla no escatimaba en gastos para dotar de esplendor visual y sonoro a las festividades religiosas. Personajes como Don Juan de Eguirola, Pedro de Villalobos y Francisco Alemán reflejan la organización compleja y multisensorial del Barroco sevillano, donde la fe se expresaba también con pólvora, luz y música.


En 1629,el Cabildo dispone que sólo se permitan fuegos en la noche de San Pedro. El responsable de la celebración entre 1647 y 1648 es Don Diego Alemán. Se interrumpe esta tradición entre los años 1839 a 1865 reanudándose a partir de entonces y sin interrupción hasta 1961. En 1983, se solicita hasta que en 1986 vuelve a interpretarse esta tradición por parte de la banda del Sol.


La banda del Sol es fiel a estas tradiciones musicales, pero Las Lágrimas de San Pedro no es la única pieza que toca la Banda pues tocan también en el inicio del día de la Virgen del Carmen en la Calle Calatrava, el día 16 de Julio; en la “Candelá de la O”, cada 18 de Diciembre; el 8 de Diciembre en San Antonio Abad, en la festividad de la Inmaculada Concepción; o el día de San Teodomiro en Carmona.


Cada 29 de junio, la Giralda se convierte en un escenario sonoro y simbólico: seis clarines interpretan Las Lágrimas de San Pedro tres veces en cada cara, evocando un arraigado ritual de arrepentimiento y devoción. La recuperación en 1986 convierte esta tradición en uno de los actos más emotivos y representativos del patrimonio cultural y religioso sevillano.


El tema de Las Lágrimas de San Pedro —esto es, el arrepentimiento del apóstol Pedro tras negar a Cristo tres veces— ha sido un motivo recurrente en la pintura, la música, la literatura y el teatro, especialmente desde la Contrarreforma. Aquí tienes una lista de otros autores y artistas que lo han tratado:


Varios compositores abordaron este tema


1. Cristóbal de Morales (s. XVI). Uno de los primeros polifonistas españoles que musicalizó textos penitenciales de San Pedro, aunque no una obra explícitamente titulada así. Fue uno de los grandes compositores del Renacimiento español y uno de los primeros en dar forma polifónica a textos litúrgicos y bíblicos con un alto contenido penitencial, entre ellos varios relacionados con San Pedro, especialmente a través del uso de los Salmos Penitenciales y de pasajes del Lamentations o escenas como el "Et relinquit Petrus" (y Pedro salió y lloró amargamente), que aparece en sus composiciones para Semana Santa. Sin embargo, Morales no compuso una obra con el título explícito de "Lágrimas de San Pedro", título asociado más tarde a Orlando di Lasso (1585), pero sí abordó el tema del arrepentimiento de Pedro en varias piezas litúrgicas, como motetes que tratan sobre el llanto o la penitencia, lo cual refleja ese espíritu.


2. Francisco Guerrero (1528–1599.) Compuso motetes inspirados en el arrepentimiento, como Peccantem me quotidie, que refleja la espiritualidad del llanto de Pedro. Fue uno de los grandes polifonistas del Renacimiento español, junto con Cristóbal de Morales y Tomás Luis de Victoria. Su música se caracteriza por una gran expresividad espiritual, especialmente en sus obras sacras. En "Peccantem me quotidie", motete de los más conocidos dentro del repertorio penitencial. El texto comienza con: Peccantem me quotidie et non me paenitentem, timor mortis conturbat me... (Peco cada día y no me arrepiento; el temor de la muerte me turba...), es un texto profundamente ligado a la introspección y al arrepentimiento, que si bien no menciona explícitamente a San Pedro, refleja el mismo espíritu penitencial que se asocia con el llanto de Pedro tras negar a Cristo. Aunque no es una narración directa del episodio de Pedro, este tipo de texto se enmarca perfectamente en la espiritualidad contrita del Renacimiento, donde el llanto de Pedro se convierte en un modelo de arrepentimiento sincero. Así, Peccantem me quotidie puede interpretarse como un eco del sentimiento que encarna ese episodio bíblico.


3. Tomás Luis de Victoria (1548–1611). En su música sacra hay ecos del sufrimiento humano y arrepentimiento, como en O vos omnes, frecuentemente relacionado con el lamento de los santos. Es considerado el más expresivo y emocionalmente intenso de los polifonistas del Renacimiento español. Su música sacra refleja un profundo sentido místico, con una sensibilidad única para expresar el dolor, el arrepentimiento y el recogimiento espiritual, especialmente en el contexto de la Pasión y el lamento. En su motete "O vos omnes", basado en un texto de las Lamentaciones de Jeremías (Lamentaciones 1:12), dice: O vos omnes qui transitis per viam, attendite et videte si est dolor sicut dolor meus... (Oh vosotros todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor como mi dolor...). Victoria compuso este texto como parte de sus obras para Semana Santa, y es una de las piezas más conmovedoras de su catálogo. Aunque "O vos omnes" no alude directamente a San Pedro, su tono de desolación se ha interpretado muchas veces como representativo del sufrimiento humano ante el pecado y la muerte, y por tanto es afín a la espiritualidad del llanto de Pedro o de otros santos que expresan dolor y contrición. Además, Victoria escribió otras obras en esta línea penitencial, como: Tenebrae Responsories (para el Oficio de Tinieblas), Officium Hebdomadae Sanctae (Semana Santa), donde se respira esa misma atmósfera de lamento y recogimiento.


4. Orlando di Lasso (1532–1594). Fue uno de los compositores más importantes del Renacimiento tardío y el principal maestro de la escuela franco-flamenca. Pasó gran parte de su carrera en Múnich, en la corte bávara, y escribió una vastísima cantidad de música sacra y profana. Lagrime di San Pietro (1595) es una de sus obras más célebres y profundas. Subtitulada: “Lagrime di San Pietro in sette giorni distribuite” (Las lágrimas de San Pedro distribuidas en siete días, consta de 20 madrigales espirituales en italiano más un motete final en latín (Vide homo). Textos del poeta Luigi Tansillo, centrados en el arrepentimiento de San Pedro tras negar a Cristo. Fue publicada póstumamente en 1595, y dedicada al papa Clemente VIII. Aunque es un ciclo de madrigales, su contenido es profundamente religioso y espiritual. Musicalmente, combina la riqueza emocional del madrigal profano con la devoción de la música sacra. Destaca por su intensidad expresiva, el uso del cromatismo y el profundo tratamiento del dolor, la culpa y el perdón. Considerada por muchos como el testamento espiritual de Orlando di Lasso, a menudo se compara con las más altas cumbres de la polifonía renacentista, como las Lamentaciones de Victoria o los Responsorios de Tinieblas. Ha sido interpretada como una meditación sobre el arrepentimiento humano universal, más allá del episodio bíblico.


Las Lágrimas de San Pedro en literatura y teatro


1. Fray Agustín de Vetancurt. En sus crónicas novohispanas menciona el uso del tema en representaciones religiosas durante el siglo XVII.


2. Pedro Calderón de la Barca. Aunque no trata directamente este título, su obra El gran teatro del mundo y otras obras en autos sacramentales contienen pasajes que exploran el arrepentimiento y la redención, muy en la línea del llanto de Pedro.


3. Lope de Vega. Su teatro religioso y devocional tiene numerosas alusiones al arrepentimiento de San Pedro como símbolo del alma caída y redimida.


El tema tratado en otros medios


El tema es tratado en imágenes populares, como estampas, retablos y pasos procesionales de Semana Santa (Sevilla, Murcia, Valladolid) también representan al apóstol llorando solo o acompañado por un ángel. También en Sermones barrocos, especialmente jesuitas, que abordaban el llanto de San Pedro como ejemplo de la “segunda conversión” del cristiano.


En pintura


Las Lágrimas de San Pedro, es un tema recurrente en la pintura cristiana, especialmente en la obra de El Greco, aunque también abordado por otros maestros como Velázquez, Ribera, Zurbarán o Luca Giordano:


El Greco (Doménikos Theotokópoulos). Pintó múltiples versiones entre finales del siglo XVI y principios del XVII. Solo cinco se consideran firmes atribuciones de la mano del maestro. La versión en el Museo Soumaya (CDMX), fechada c. 1587–1596, exhibe a San Pedro de medio cuerpo, manos juntas, mirada hacia el cielo y llaves colgando del brazo. Temáticamente, El Greco fue pionero en aislar a San Pedro en una postura emocional intensa, sin escenas narrativas secundarias, enfocándose en su penitencia individual. La presencia de una cueva, hiedra, el sepulcro vacío y una figura angelical o María Magdalena en versiones como Toledo o Tavera añade simbolismo de resurrección y perdón. Otras versiones destacadas: Bowes Museum (Reino Unido): c. 1580–1586, lienzo 108×89 cm. Variante temprana que marcó el icono del arrepentimiento. National Museum, Oslo: c. 1590, mantiene recursos manieristas con figuras alargadas, dramatismo luminoso y la resurrección al fondo.


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Detalles de algunas versiones


Diego Velázquez (1617–1619): representa una imagen de cuerpo entero, sentado en roca, túnica azul y manto ocre, con llaves caídas y paisaje matinal al fondo. Atribuida a su etapa sevillana juvenil. Claroscuro y tenebrismo se dan la mano en esta obra.


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Jusepe de Ribera (c. 1612–13, en el MET): estilo tenebrista, manos en plegaria, figura cargada de emoción, enfatizada en sus lágrimas rojas. Este trabajo temprano de Ribera, español de nacimiento, pero desarrolló su carrera en Italia, se menciona por primera vez en Roma en 1644 en la colección del Cardenal Benedetto Monaldi Baldeschi. La pintura muestra a San Pedro, después de haber negado a Cristo, sus ojos de color rojo con lágrimas y sus manos entrelazadas en la oración. La figura de la pose encarna el aplastante peso de su pecado. Visto como una forma de confesión, tan dramáticos derramamiento de lágrimas se convirtieron en el centro Católico de prácticas devocionales y fue elogiado en la poesía y la canción.


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Francisco de Zurbarán (1598-1664) interpreta la escena con Cristo y San Pedro contemplando la negación, con fuerte dramatismo y contrastes lumínicos. Uno de los cuadros más sorprendentes que hay en el Palacio Arzobispal de Sevilla es el titulado Las lágrimas de San Pedro, algunos autores también lo titulan como San Pedro ante Cristo atado a la columna. Fue pintado hacia 1640 y es ya una obra de plenitud de Zurbarán. Presenta el cruce de miradas entre Jesucristo y San Pedro, después de las negaciones del apóstol. La intensidad de las miradas resalta en la composición del cuadro y el fondo oscuro hace que las figuras se presenten como llenas de sentimientos divinos y humanos, misericordia en Jesús y la súplica de perdón de San Pedro, en una escena llena de profundidad religiosa.


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Luca Giordano tiene una obra con este tema impresionante, es una obra de devoción privada, con suave luz y elementos simbólicos claros como la llave o la roca. Presenta a San Pedro arrepentido derramando lágrimas de aflicción, tras haber negado a Cristo tres veces seguidas. Con la mirada elevada al cielo, las manos entrelazadas sobre el pecho en gesto de piedad y oración muestra una actitud de profundo recogimiento, implorando perdón por su pecado; y sobre la piedra descansa la llave símbolo de ser fundador de la Iglesia.

Y otros muchos.

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“Las Lágrimas de San Pedro” es una melodía interpretada por seis clarines (instrumentos de viento) de la Banda de Cornetas y Tambores Nuestra Señora del Sol desde lo alto de la Giralda, desde el campanario de la Giralda. Por otra parte, en el arte, ‘Las Lágrimas de San Pedro’ es un tema recurrente en la pintura cristiana, especialmente en la obra de El Greco, aunque también abordado por otros maestros como Velázquez, Ribera, Zurbarán o Luca Giordano.

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