Tras las tensiones militares entre Irán, Israel y Estados Unidos, Teherán busca ahora fortalecer y activar su frente oriental. La presencia de redes dormidas de inteligencia con altos niveles de infiltración dentro de la sociedad iraní ha quedado al descubierto como el mayor fracaso de los servicios de inteligencia de la República Islámica en sus estimaciones sobre un posible enfrentamiento con Israel; una debilidad que incluso los propios organismos de seguridad, analistas y expertos oficiales iraníes se han visto obligados a reconocer.
Este fallo en materia de inteligencia forma parte de los éxitos del Mossad en la cadena de operaciones dirigidas del año pasado, que incluyeron la explosión de sistemas de comunicación y el ataque a líderes del Eje de la Resistencia. Aprovechando los vacíos de seguridad, la negligencia de las unidades contraespionaje de Irán y la debilidad en las fronteras orientales, el Mossad logró infiltrar drones pequeños, coordinar redes afines, acceder a archivos clasificados y utilizar estas fronteras para trasladar a sus agentes, asestando duros golpes a las estructuras de toma de decisiones en Irán. La evidencia indica que estas operaciones se dirigieron principalmente desde el frente oriental del país, conectado con los territorios bajo el control de los talibanes.
En este contexto, el viaje de Molavi Abdul Hamid, el clérigo suní más influyente de Irán, a Afganistán resulta significativo. Aunque esta figura religiosa ha sido en ocasiones crítica con las políticas internas de Irán, siempre se ha mantenido dentro del marco general del sistema de la República Islámica y no ha desafiado sus políticas de seguridad y unidad nacional.
La pregunta clave es: ¿Por qué, en este momento crítico tras el alto el fuego entre Irán e Israel, con la posibilidad de que se rompa en cualquier momento, una personalidad así viaja a Afganistán? ¿Por qué no ver este viaje, aparentemente religioso, como una misión de carácter más bien de seguridad e inteligencia? La amplia cobertura mediática y el recibimiento que ha recibido indican que no se trata simplemente de una visita personal o espiritual, sino de un acto simbólico cargado de mensajes político-seguridad.
Molavi Abdulhamid, con un mandato específico de Teherán, tiene la tarea de evaluar y fortalecer las bases de seguridad, inteligencia y geopolítica en Afganistán. Su objetivo es enviar mensajes a las comunidades religiosas y étnicas, evaluar las capacidades de recopilación de información sensible y moldear el entorno psicológico en favor de la República Islámica. Su recorrido desde Nimruz y Herat hasta Kabul, el centro del poder político afgano, refuerza esta hipótesis.
En un mundo donde la guerra de narrativas es clave en la confrontación entre Irán, Occidente e Israel, consolidar la influencia blanda de Teherán en las estructuras religiosas y étnicas de Afganistán es vital para la supervivencia del régimen. Irán busca equilibrar el juego no solo con la comunidad chií afgana, sino también con las comunidades suníes que suelen ser fuente de reclutamiento para Turquía, Pakistán y los países árabes. Este viaje también puede servir como un canal no oficial para gestionar tensiones o abrir un diálogo con los talibanes.
Molavi Abdul Hamid tiene la misión de crear las condiciones adecuadas para la recopilación de inteligencia sobre el terreno, identificar a los líderes religiosos suníes clave y trazar un mapa de las estructuras religiosas y étnicas potencialmente amenazantes para Irán. Su esfuerzo apunta a consolidar la penetración de la inteligencia iraní en Afganistán, como parte de la estrategia de Teherán para reducir su aislamiento regional y contrarrestar el eje Riad-Islamabad-Ankara en este país.
El envío de Molavi Abdul Hamid a Afganistán es una jugada calculada de Teherán para reforzar su profundidad estratégica en el Este, en un momento en que la carta religiosa puede ser un instrumento más eficaz que las herramientas diplomáticas, políticas o de inteligencia tradicionales en la sociedad profundamente religiosa de Afganistán. No es solo un líder espiritual: es un instrumento de poder blando y un canal para la transmisión de mensajes de seguridad, que busca limitar la actividad de las redes de inteligencia occidentales e israelíes en Afganistán.
Molavi Abdul Hamid sabe cómo aprovechar esta oportunidad para moldear el pensamiento colectivo y el terreno ideológico en favor de Teherán. Su capacidad para movilizar emociones públicas se ha evidenciado repetidamente y, en el actual contexto crítico regional, su impacto se ha multiplicado. Este viaje puede fortalecer el espíritu de sacrificio religioso y la solidaridad a favor de Teherán, sirviendo como herramienta clave en los posibles escenarios de tensión y conflicto con Occidente e Israel. El tiempo dirá hasta qué punto este influyente clérigo logrará cumplir su misión en beneficio de Teherán.
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