Tras el reciente alto el fuego, Irán se encuentra al borde de tomar una decisión estratégica crucial. Este alto el fuego, muy probablemente, no será duradero, ya que no es el resultado de un acuerdo directo entre Irán e Israel, sino más bien producto de un pacto temporal entre tres grandes potencias: Estados Unidos, Rusia y China. Tan pronto como este equilibrio frágil se desestabilice, el alto el fuego perderá su validez.
En esta coyuntura, Irán tiene solo dos caminos por delante, y el tiempo es extremadamente limitado. Debe tomar cuanto antes una decisión fundamental, con visión de futuro y basada en la realidad del sistema internacional. ¿Cuáles son esas dos vías?
Primera vía: avanzar hacia la capacidad nuclear
Irán podría optar por nuclearizarse y prepararse para escenarios aún más complejos y peligrosos. Es posible que en el futuro la naturaleza del conflicto y los actores implicados cambien, y que Irán se enfrente a enemigos mucho más poderosos en términos económicos y militares.
En este contexto, surge una pregunta clave: ¿cuáles son las opciones estratégicas de Teherán para preservar su existencia? ¿En qué aliados internacionales puede realmente confiar? ¿Podría su posición geopolítica, su doctrina de exportar el pensamiento chií entre los árabes suníes, su enemistad ideológica con Israel y su oposición al establecimiento de bases de la OTAN en caso de colapso del régimen, servir de respaldo a esta estrategia?
Segunda vía: rendición condicionada al orden de las grandes potencias
La segunda opción consiste en entregar el uranio enriquecido a Rusia y adherirse a un acuerdo nuclear bajo el paraguas de seguridad de las potencias orientales (Rusia o China). En tal caso, la supervivencia del régimen de la República Islámica estaría garantizada por estas potencias como un elemento estabilizador en la geopolítica regional.
Sin embargo, esta elección tampoco es sencilla. Rusia y China, aunque apoyan la estabilidad en Irán, nunca desean que surja un Irán nuclear que amenace sus intereses a largo plazo. Su apoyo a Teherán se limita únicamente a impedir la expansión de la OTAN y de Estados Unidos en esta región estratégica.
La realidad es que Irán, en el gran juego entre Oriente y Occidente, no actúa como un aliado estratégico, sino como un instrumento temporal de disuasión.
¿Irán: víctima o actor en el nuevo orden mundial?
En el proceso de transición hacia un orden postestadounidense, donde el eje oriental jugará un papel más relevante, la creación de focos de tensión controlados y su aprovechamiento en beneficio de las grandes potencias se ha convertido en una norma. Occidente intenta derrocar regímenes alineados con Oriente, y a veces incluso el propio eje oriental colabora en este proyecto con Occidente.
La experiencia de la caída de Sadam Husein, Gadafi, Ali Abdullah Saleh y los intentos de eliminar a Bashar al-Asad demuestra que, tras bambalinas, han existido entendimientos entre nacionalistas orientales y globalistas occidentales. Por tanto, Irán no puede considerarse una excepción a esta regla.
La única opción que podría restablecer el equilibrio es avanzar hacia la posesión de armas nucleares. Pero este camino es largo, costoso y requiere condiciones de seguridad estables; condiciones que ni siquiera los aliados orientales de Irán están dispuestos a facilitar actualmente.
Un Irán nuclear no solo representa una amenaza para la "paz americana", sino que también puede percibirse como un obstáculo para el futuro orden liderado por Oriente. El Este está configurando un orden bipolar frente a Occidente, no un sistema multipolar con actores nucleares nuevos e incontrolables. Incluso en este nuevo orden, los valores intelectuales de Occidente —como el libre comercio y el liberalismo económico— siguen siendo utilizados.
Conclusión: una elección difícil en un punto de inflexión histórica
Irán se encuentra ahora en una encrucijada histórica y estratégica: avanzar hacia la capacidad nuclear aceptando los riesgos y costes potenciales, o entrar en un orden impuesto por las grandes potencias y someterse a sus reglas del juego.
La elección que enfrenta Teherán no es solo una decisión nacional; es una decisión que afectará el destino del orden regional e incluso mundial. La pregunta es: ¿cuál camino elegirá Irán en el tiempo que le queda? Y finalmente, ¿a dónde conducirá este gran juego entre Oriente y Occidente al destino de Irán?
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