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​Memoria viva: del legado africano a la esclavitud moderna – Puerto Rico, América Latina y una deuda con la dignidad

Solo a través de estas acciones conjuntas se podrá transformar la conmemoración en un compromiso activo
Maylene Cotto Andino
martes, 26 de agosto de 2025, 17:46 h (CET)

Introducción


Cada 23 de agosto, conmemoramos el Día Internacional del Recuerdo de la Trata de Esclavos y su Abolición, instaurado por la UNESCO, para recordar el levantamiento iniciado la noche del 22 al 23 de agosto de 1791 en Saint-Domingue (hoy Haití), hecho que dio impulso al fin del comercio transatlántico de esclavos. Este día es una oportunidad para reflexionar sobre las causas históricas, los métodos utilizados y las profundas consecuencias que todavía resuenan entre África, Europa, América Latina y el Caribe el comercio de seres humanos.


El levantamiento haitiano no fue un episodio aislado, sino parte de una lucha colectiva por la libertad que se expandió como una llama encendida por todo el continente. La revuelta de Saint-Domingue, encabezada por figuras como Toussaint Louverture, no solo condujo a la abolición de la esclavitud en Haití, sino que también desestabilizó el sistema colonial y abrió paso a nuevas discusiones sobre derechos humanos en el siglo XIX. Este hecho demuestra que los propios esclavizados no fueron meros objetos pasivos de la historia, sino actores activos de su emancipación, lo cual contrasta con la narrativa colonial que durante siglos intentó invisibilizar su trabajo, resistencia y legado cultural.


En el caso del Caribe y América Latina, este día de conmemoración también nos interpela directamente. Puerto Rico, Cuba, Brasil, Colombia y tantas otras regiones fueron territorios profundamente marcados por la trata transatlántica. Entre los siglos XVI y XIX, se estima que más de 12 millones de africanos fueron deportados en condiciones infrahumanas a través del Atlántico, según documentos del Archivo General de Indias (Sevilla) que se puede consultar a través del portal PARES y del Trans-Atlantic Slave Trade Database. La gran mayoría de ellos, para trabajar en labores domésticas o en plantaciones de caña de azúcar, café y tabaco, industrias que sostuvieron las economías coloniales, pero a costa del sufrimiento y la deshumanización de ellos.


Puerto Rico y el Caribe: Archivos de dolor y resistencia


El Archivo General de Indias (Sevilla) conserva documentación que muestra cómo Puerto Rico fue una escala clave en el comercio transatlántico de esclavos. En la Sección casa de Contratación del Archivo general de Indias, figuran licencias otorgadas a comerciantes portugueses y españoles en el siglo XVI. Dichas licencias demuestran que la esclavitud no fue un fenómeno marginal, sino un engranaje central de la economía colonial. Si ampliamos la mirada hacia el Caribe, encontramos paralelismos significativos. En Cuba, los registros notariales conservados en el Archivo Nacional de Cuba, Fondo Escribanías de La Habana, incluyen contratos de compraventa de esclavos con nombres, edades y oficios, en los que se evidencia la cosificación de seres humanos. En Brasil, la Biblioteca Nacional ubicada en Río de Janeiro custodia la “Coleção de Leis do Império do Brasil” (1822–1889), donde se regulaban tanto el tráfico como las restricciones a los dueños de esclavos en plantaciones, mostrando el carácter institucionalizado de la esclavitud.


Comparar Puerto Rico con estos espacios latinoamericanos permite observar un mismo patrón: la esclavitud como sistema transnacional sostenido por potencias coloniales europeas, que no solo extrajeron recursos naturales, sino también seres humanos, arrancados de África en un proceso de despojo físico y cultural. Pero, al mismo tiempo, los archivos revelan una constante: la búsqueda de libertad. Ya sea a través de rebeliones como la de Saint-Domingue en Haití, los palenques en Colombia, los quilombos en Brasil o la Cofradía de San Miguel en Puerto Rico, las comunidades esclavizadas nunca dejaron de reclamar su dignidad. Las islas del Caribe —y en particular Cuba, República Dominicana y Puerto Rico— constituyen un laboratorio vivo de un mestizaje cultural único en el mundo. En ellas confluyen, de manera dinámica y creativa, las herencias del español, el indio taíno y el africano, dando lugar a una síntesis cultural que ha configurado identidades, lenguajes, expresiones artísticas, musicales y religiosas de extraordinaria riqueza. Por esa razón, estas islas no solo son espacios de memoria histórica, sino también escenarios privilegiados para el estudio de los procesos de hibridación cultural que marcaron la modernidad temprana y continúan proyectándose en la contemporaneidad.


3. UNESCO ante África y sus legados


La UNESCO desempeña un papel fundamental en el reconocimiento, estudio y divulgación del legado de la trata transatlántica de esclavos. Desde 1994, con la creación del The Slave Route Project: Resistance, Liberty and Heritage, lanzado en Ouidah (Benín), la organización ha trabajado para desmantelar los silencios históricos en torno a la esclavitud, sus consecuencias y sus resistencias. Este proyecto tiene como objetivos principales:


1. Romper el silencio que durante siglos invisibilizó la historia de los pueblos esclavizados.

2. Reconocer el papel de África no solo como víctima del proceso, sino también como protagonista de resistencias, expresiones culturales y aportes universales.

3. Educar a las nuevas generaciones a través de programas escolares y universitarios que integren este legado en los currículos.

4. Conservar los sitios de memoria vinculados con la trata y la esclavitud para que sean patrimonio vivo y lugares de aprendizaje colectivo.


Entre sus iniciativas más visibles está la creación de una red mundial de sitios de memoria y museos, como la Casa de los Esclavos en Gorée (Senegal), inscrita en la Lista del Patrimonio Mundial desde 1978, o la Ruta del Esclavo en Ouidah (Benín). Estos espacios no solo conservan testimonios materiales del horror, sino que sirven de plataformas para diálogos interculturales, ceremonias conmemorativas y proyectos de investigación.


La UNESCO también ha impulsado publicaciones y conferencias internacionales que han reconfigurado la forma en que entendemos la esclavitud en la historia global, la más actual UNESCO Forum on Transforming Knowledge for Africa’s Future realizada en Etiopía. Otro ejemplo es, su serie de estudios “The General History of Africa”, en la que la organización ha promovido una narrativa africana escrita por académicos del continente, corrigiendo siglos de historiografía eurocéntrica. En este sentido, los volúmenes VII y VIII de la colección ofrecen análisis detallados sobre los sistemas de trata y esclavitud, y sus impactos en la construcción de las Américas.


Finalmente, la acción de la UNESCO se orienta no solo al recuerdo, sino también a la reparación simbólica y cultural. Esto significa reconocer que las huellas de la esclavitud aún persisten en forma de racismo estructural, desigualdades sociales y exclusiones culturales. Proyectos como “Routes of Enslaved Peoples: Resistance, Liberty and Heritage” no se limitan a conmemorar, sino que fomentan la creación artística, la investigación científica y el intercambio académico como herramientas de resistencia contemporánea.


4. La esclavitud que persiste: trata contemporánea


La esclavitud no es solo un capítulo cerrado de la historia: hoy millones de personas siguen atrapadas en formas modernas de esclavitud. Según el informe Global Estimates of Modern Slavery (2021), elaborado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), Walk Free y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), 50 millones de personas viven esa situación, de las cuales 28 millones estaban en trabajo forzado y 22 millones en matrimonio forzados.


La tendencia es alarmante: desde 2016 hasta 2021, la cifra de personas en esclavitud moderna creció en 10 millones, lo cual refleja cómo múltiples crisis—pandemia, conflictos, pobreza extrema y cambio climático—han exacerbado la vulnerabilidad de amplios sectores de la población  Un dato económico también revela la magnitud del fenómeno: los beneficios ilegales derivados del trabajo forzado alcanzan los 236 000 millones de dólares al año, de los cuales el 75 % proviene de la explotación sexual, según AP News, mientras que 27,6 millones de personas vivían en trabajo forzado en 2021, especialmente en la región Asia-Pacífico.


Conclusión


El análisis del legado africano en el Caribe y América Latina, así como de la persistencia de prácticas esclavistas en el presente, nos recuerda que la esclavitud no es únicamente un episodio histórico, sino una herida abierta que continúa manifestándose en desigualdades estructurales y nuevas formas de explotación. Reconocer esta realidad implica asumir una responsabilidad compartida en la construcción de sociedades más justas, donde la memoria no sea mero acto conmemorativo, sino una herramienta de transformación.


En este sentido, es urgente articular soluciones que integren dimensiones educativas, culturales, jurídicas y económicas:


1. Educación y memoria activa: incluir en los currículos escolares y universitarios una enseñanza crítica de la trata transatlántica y sus consecuencias actuales, vinculando archivos, museos y sitios de memoria como espacios de aprendizaje colectivo.


2. Investigación y preservación: fortalecer los proyectos de digitalización y acceso público a documentos de archivos coloniales y comunitarios, permitiendo la participación de académicos, estudiantes y comunidades afrodescendientes en la construcción de narrativas inclusivas.


3. Lucha contra la esclavitud moderna: esto es, reforzar marcos legales internacionales y nacionales para erradicar el trabajo forzado, la trata de personas y los matrimonios forzados, destinando mayores recursos a la protección de las víctimas y a la persecución penal de las redes de explotación.


Solo a través de estas acciones conjuntas se podrá transformar la conmemoración en un compromiso activo contra toda forma de esclavitud, honrando la dignidad de quienes resistieron en el pasado y protegiendo a quienes hoy continúan luchando por su libertad.

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