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El Real Madrid, con 3 puntos más en su casillero, más feliz que el Panathinaikos

Un grandioso Llull amarga al Panathinaikos de Xavi Pascual (87-84)

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De un baloncesto ofensivo a otro de tensión. Dos entornos diferentes que hacen afición. El primero porque es espectáculo puro; el segundo por esa incógnita de saber el desenlace, de ver que todo puede cambiar en cuestión de segundos. De los 103 puntos al descanso se pasó a un empate técnico a 84 puntos con sólo 60 segundos en juego. Esto es el baloncesto. Y baloncesto es Llull. No sólo por sus 30 puntos (su tope en Euroliga), sino porque es capaz de jugarse los balones de vida o muerte. Ganó el Real Madrid. Cayó el Panathinaikos. Sucumbió Xavi Pascual. Ganó el aficionado.

La sucesión de canastas en el baloncesto es su salsa. Como los goles en el fútbol o los ataques de pasión en el ciclismo. Son acciones que hacen aficionados, entretienen al respetable. La misma sensación que experimentaron los espectadores (10.489) al alcanzar el descanso. En veinte intensos minutos, veinte rápidos minutos, se vieron 103 puntos. Es decir, más de 5 puntos por minuto. El Real Madrid, con 3 puntos más en su casillero, más feliz que el Panathinaikos. Ambos trazaron un baloncesto de francotiradores: 7 de 13 en los blancos; 9 de 14 en los verdes de Xavi Pascual (es decir, las mismas canastas que conseguidas desde la zona de 2 puntos). Los más avezados desde el perímetros fueron Maciulis, Thompkins, Llull (2); Feldeine (4 sobre 5 intentos) en el campeón griego.

Esta tormenta de puntos se intuyó desde el comienzo. El Panathinaikos veía el aro como una piscina de grande. Anotaban desde cualquier posición y en cualquier situación defensiva del contrario. 6-12, para empezar, con 9 puntos de Feldeine. Esos primeros minutos en donde el Real Madrid se sostuvo de la mano de Maciulis (7 puntos). La tercera falta de Nichols, también ayudó. Tan temprana fue como tardío fue la entrada del Real Madrid en el encuentro. Costó engrasar la máquina. En calibrarse el brazo ejecutor.

Momento Llull
Cuando lo consiguió, hubo un constante intercambio de canastas. Si uno anotaba de dos, el otro, también; si era de tres, había respuesta también desde el perímetro. Las defensas no acababan de asentarse o quizá también preferían colaborar con el espectáculo. Como cuando el conjunto de Pascual tomó una renta, mínima, pero la más amplía hasta ese momento: 32-38. Y, claro, apareció Llull. Con 8 puntos consecutivos (para un total de 13 al descanso) no sólo recuperó el terreno, sino que levantó al público. E incluso espoleó a compañeros de ánimo decaído como Thompkins. Dos triples más una canasta de dos pusieron arriba al Real Madrid: 48-44. Luego, vuelta al triple. Y a ese empate técnico al descanso: 53-50.

A la vuelta, el escenario mutó a otro baloncesto. Más control, más brusquedad, más tensión, más dureza para anotar y más errores consecuencia de lo que había en juego. El cuarto se cerró con un paupérrimo 19-18. Afortunadamente nos quedó Llull. Volvió a tomar las riendas y negarse a no dar espectáculo: a mitad de cuarto, hizo 7 puntos consecutivos que encendieron al público. No el marcador (63-64). Y él siguió, tras un breve descanso. Otro triple (66-64). Quedaba claro que se antojaba un encuentro largo. Pascual no estaba dejando correr al Madrid. Y aunque no tenía el control pasivo del partido, sus chicos parecían estar cómodos dando rienda suelta al ataque en detrimento de la defensa.

Todo se resolvería en diez minutos. A ese tiempo, el Real Madrid se presentaba con una escasa renta: 72-68. Pero con un Llull en absoluta ebullición: 25 puntos. Y para empezar, máxima ventaja de todo el partido (75-68) tras buena defensa de Randolph y triple de Rudy. Y todo se frenó. Le lesión de Gist enfrió el encuentro y los griegos recuperaron terreno: 75-76. Algo más de cuatro minutos en el horizonte. Ya con Llull tras su descanso. Un minuto después: 79-79. El baloncesto ofensivo se transformó en baloncesto control. Otro minuto después: 79-79. Las canastas ahora sí se sudaban. No era tan mal baloncesto. Era un baloncesto de tensión. También hacen afición. Lo que no cambió fue el poder anotador de Llull y Feldeine. A falta de un minuto: 84-84. Entonces, en el duelo del viejo oeste salió victorioso el de Mahón. Lo hizo todo ante una fuerte defensa y anotó como los campeones. A eso se sumó una buena defensa de Rudy (desafortunado en el tiro) y un despiste griego. Ganó el Madrid. Ganó el baloncesto. Y triunfó, como de costumbre, Llull, volviendo a amargar la noche a Xavi Pascual. Y este viernes, le espera el Barcelona.

Un grandioso Llull amarga al Panathinaikos de Xavi Pascual (87-84)

El Real Madrid, con 3 puntos más en su casillero, más feliz que el Panathinaikos
Rafael Merino
miércoles, 16 de noviembre de 2016, 22:34 h (CET)
De un baloncesto ofensivo a otro de tensión. Dos entornos diferentes que hacen afición. El primero porque es espectáculo puro; el segundo por esa incógnita de saber el desenlace, de ver que todo puede cambiar en cuestión de segundos. De los 103 puntos al descanso se pasó a un empate técnico a 84 puntos con sólo 60 segundos en juego. Esto es el baloncesto. Y baloncesto es Llull. No sólo por sus 30 puntos (su tope en Euroliga), sino porque es capaz de jugarse los balones de vida o muerte. Ganó el Real Madrid. Cayó el Panathinaikos. Sucumbió Xavi Pascual. Ganó el aficionado.

La sucesión de canastas en el baloncesto es su salsa. Como los goles en el fútbol o los ataques de pasión en el ciclismo. Son acciones que hacen aficionados, entretienen al respetable. La misma sensación que experimentaron los espectadores (10.489) al alcanzar el descanso. En veinte intensos minutos, veinte rápidos minutos, se vieron 103 puntos. Es decir, más de 5 puntos por minuto. El Real Madrid, con 3 puntos más en su casillero, más feliz que el Panathinaikos. Ambos trazaron un baloncesto de francotiradores: 7 de 13 en los blancos; 9 de 14 en los verdes de Xavi Pascual (es decir, las mismas canastas que conseguidas desde la zona de 2 puntos). Los más avezados desde el perímetros fueron Maciulis, Thompkins, Llull (2); Feldeine (4 sobre 5 intentos) en el campeón griego.

Esta tormenta de puntos se intuyó desde el comienzo. El Panathinaikos veía el aro como una piscina de grande. Anotaban desde cualquier posición y en cualquier situación defensiva del contrario. 6-12, para empezar, con 9 puntos de Feldeine. Esos primeros minutos en donde el Real Madrid se sostuvo de la mano de Maciulis (7 puntos). La tercera falta de Nichols, también ayudó. Tan temprana fue como tardío fue la entrada del Real Madrid en el encuentro. Costó engrasar la máquina. En calibrarse el brazo ejecutor.

Momento Llull
Cuando lo consiguió, hubo un constante intercambio de canastas. Si uno anotaba de dos, el otro, también; si era de tres, había respuesta también desde el perímetro. Las defensas no acababan de asentarse o quizá también preferían colaborar con el espectáculo. Como cuando el conjunto de Pascual tomó una renta, mínima, pero la más amplía hasta ese momento: 32-38. Y, claro, apareció Llull. Con 8 puntos consecutivos (para un total de 13 al descanso) no sólo recuperó el terreno, sino que levantó al público. E incluso espoleó a compañeros de ánimo decaído como Thompkins. Dos triples más una canasta de dos pusieron arriba al Real Madrid: 48-44. Luego, vuelta al triple. Y a ese empate técnico al descanso: 53-50.

A la vuelta, el escenario mutó a otro baloncesto. Más control, más brusquedad, más tensión, más dureza para anotar y más errores consecuencia de lo que había en juego. El cuarto se cerró con un paupérrimo 19-18. Afortunadamente nos quedó Llull. Volvió a tomar las riendas y negarse a no dar espectáculo: a mitad de cuarto, hizo 7 puntos consecutivos que encendieron al público. No el marcador (63-64). Y él siguió, tras un breve descanso. Otro triple (66-64). Quedaba claro que se antojaba un encuentro largo. Pascual no estaba dejando correr al Madrid. Y aunque no tenía el control pasivo del partido, sus chicos parecían estar cómodos dando rienda suelta al ataque en detrimento de la defensa.

Todo se resolvería en diez minutos. A ese tiempo, el Real Madrid se presentaba con una escasa renta: 72-68. Pero con un Llull en absoluta ebullición: 25 puntos. Y para empezar, máxima ventaja de todo el partido (75-68) tras buena defensa de Randolph y triple de Rudy. Y todo se frenó. Le lesión de Gist enfrió el encuentro y los griegos recuperaron terreno: 75-76. Algo más de cuatro minutos en el horizonte. Ya con Llull tras su descanso. Un minuto después: 79-79. El baloncesto ofensivo se transformó en baloncesto control. Otro minuto después: 79-79. Las canastas ahora sí se sudaban. No era tan mal baloncesto. Era un baloncesto de tensión. También hacen afición. Lo que no cambió fue el poder anotador de Llull y Feldeine. A falta de un minuto: 84-84. Entonces, en el duelo del viejo oeste salió victorioso el de Mahón. Lo hizo todo ante una fuerte defensa y anotó como los campeones. A eso se sumó una buena defensa de Rudy (desafortunado en el tiro) y un despiste griego. Ganó el Madrid. Ganó el baloncesto. Y triunfó, como de costumbre, Llull, volviendo a amargar la noche a Xavi Pascual. Y este viernes, le espera el Barcelona.

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