A los partidos no se les puede creer. No se les puede tomar en serio porque cuando surge alguna cuestión, no se preguntan cuál es la respuesta con arreglo a la ideología que defienden, se le debe dar. Sino que se plantean qué medida es la que más votos les aportaría. Tampoco se puede confiar en los valores que dicen defender, porque esos valores van en función de los beneficios en las urnas. Dice la frase: "No hay nada más tonto que un trabajador que vota a la derecha". Sánchez nos ha demostrado que las decisiones que toma no van en consonancia con la frase. Sino que todo lo que hace van en función de su permanencia en el poder. Y en muchos casos, perjudican a los intereses de los trabajadores. Ya que la unión hace la fuerza, una España cuarteada no iría en beneficio de los que nos levantamos temprano para fichar en la fábrica. Está claro que Sánchez prefiere seguir gobernando, aunque sea aprobando malas medidas de políticas económicas y sociales, antes que perder el poder por abortar la aplicación de esas malas medidas. Los políticos anteponen su interés personal, no solo al interés del resto de la sociedad, sino a las libertades de todos. Lo triste es que esto no cambiará porque cambie el conductor. Lo que hay que hacer es tirar el coche al desguace…
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