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Etiquetas | Espectáculo | Político | Ciudadanía | La cortina de humo

Lo de revolver el pecinal

Su función en el ámbito político es entretener al adormecido pueblo para que tenga algo con que pasar el tiempo sin pagar su coste en moneda física
Antonio Lorca Siero
viernes, 6 de junio de 2025, 11:34 h (CET)

La pecina es inevitable que se encuentre presente en la naturaleza por razones obvias, que no vienen a cuento. Lo que sucede es que, si antes era habitual contemplar el espectáculo del pecinal, a medida que avanza la civilización en algunos aspectos, las medidas higiénicas han mejorado sensiblemente y los desechos se canalizan debidamente, evitando el espectáculo y el olor de los materiales de desecho, con lo que casi se ignora su existencia. Sin embargo, en el mundo moderno, que dispone de casi todos los adelantos que aporta la tecnología, a veces se vuelve al pasado, aunque en este caso se realiza de manera controlada y el pecinal sale a la superficie por pequeñas filtraciones llamando la atención por su apestoso olor. Si se preguntara por qué sucede tal situación hay que virar hacia los intereses dominantes, representados por los que están interesados en que la mierda —entiéndase metafóricamente— salga a la luz para otros fines, ya que si todos van a gusto en el barco del negocio nadie se preocupa de poner ante los ojos del pueblo la otra realidad subterránea.


De manera que extrapolando el asunto a la política, puesto que evidentemente tiene su metafórico pecinal, cuando se destapa es por algún motivo debidamente justificado. Generalmente, se trata de manifestar las deficiencias de unos para solventarlas con las ocurrencias de los otros, pero casi todo de boquilla, porque la ineptitud para resolver el problema de fondo está ahí, para unos y para otros.

Cada cual tiene lo suyo, y es conveniente canalizarlo debidamente para que el pacífico pueblo no despierte de la condena a la ignorancia. De ahí los grandes secretos estatales, cuyo conocimiento corresponde a unos pocos, para sacar la correspondiente tajada del asunto. Cuando no se da participación a los otros en el negocio, a veces, como respuesta, sabotean las cañerías para que se produzcan derrames de material fétido y dejen en mal lugar a los contrarios. Como para quien dispone de información de ignorada procedencia es fácil de hacer, basta con ponerse en entendimiento con el gremio mediático para que, previo reconocimiento de sus valores y la correspondiente retribución, se pueda marear la perdiz con que huele mal, incordiando a las gentes.


En realidad solo se trata de un capítulo más del espectáculo de la política, una forma de entretener el auditorio y una cortina de humo para ocultar esos grandes secretos que, sacados a la luz pública, explicarían cómo se coloca a unos y se descoloca a otros en los puestos reservados a la elite política. Destapar el pecinal, no supone incomodar al pueblo, porque no está bien visto sacarle de la ignorancia, a la que desde siglos le han condenado las elites. Conviene que siga en ella, hoy debidamente alimentada con el ocio comercial, lo de revolver el pecinal solamente es un espacio de entretenimiento, en este caso gratuito. Tranquilidad, no pasa nada que no esté debidamente calculado. La función de revolver el pecinal político es entretener al adormecido pueblo para que tenga algo con que pasar el tiempo sin pagar su coste en moneda física —no así en el plano de la moneda virtual—. Por tanto, la cuestión se reconduce a una simple pamplina mediática para captar la atención del respetable, al objeto de mejorar el balance comercial, sin tener que acudir a otras inversiones costosas. Decaído el espectáculo, alguien se ocupará de sellar las filtraciones del pecinal para que todo continúe igual.

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La pecina es inevitable que se encuentre presente en la naturaleza por razones obvias, que no vienen a cuento. Lo que sucede es que, si antes era habitual contemplar el espectáculo del pecinal, a medida que avanza la civilización en algunos aspectos, las medidas higiénicas han mejorado sensiblemente y los desechos se canalizan debidamente, evitando el espectáculo y el olor de los materiales de desecho, con lo que casi se ignora su existencia.

Se asocia con Michael Hopf, militar y escritor, aquella sentencia de que “los tiempos difíciles forjan hombres fuertes, los hombres fuertes traen buenos tiempos, los buenos tiempos crean hombres débiles, los hombres débiles traen tiempos difíciles”. Se trata de un encadenamiento en círculo, lapidario y determinista, que nos enfrenta a una sucesión de ciclos inevitables, en la línea del eterno retorno.

Cuando nos referimos a tomar buena conciencia de las cosas, no disponemos de un manual explícito sobre cada situación. Cada persona participa con sus múltiples receptores de la realidad, afronta con muchas incógnitas la extensa oferta del mundo en su dinamismo cambiante; por eso es frecuente la perplejidad ante cuanto acontece.

 
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