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Reguladores corruptos, democracia imposible

La democracia en Europa está secuestrada por el poder de la gran banca
Juan Torres López
viernes, 30 de mayo de 2025, 11:13 h (CET)

La Comisión Europea acaba de amenazar al gobierno de España con llevarlo a los tribunales si bloquea la compra del Banco de Sabadell por el BBVA. Asegura que «no ve razones que justifiquen el bloqueo». Con anterioridad, habían dado su visto bueno a la operación, o no se habían opuesto a ella, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia, el Banco de España y el Banco Central Europeo.


Doy mi opinión de una manera bien clara: semejante toma de posición de estas instituciones muestra de una manera, a mi juicio materialmente indiscutible, que son instituciones corruptas y degeneradas, carentes de vergüenza y que actúan en contra del interés general.


Todas ellas tienen encomendada como misión, desde una perspectiva u otra, la defensa de la competencia en los mercados, la estabilidad del sistema financiero y el buen funcionamiento de la economía en su conjunto.


Sin embargo, dando por buenas operaciones como la compra del Banco de Sabadell por otra gran entidad financiera, traicionan dichas encomiendas, pues permiten que disminuya la competencia, aumente el riesgo de inestabilidad económica y financiera, se perjudique al funcionamiento de las empresas, se destruya innecesariamente empleo, y se incremente considerablemente el riesgo de gran inestabilidad de la economía española, sobre todo, si se producen de nuevo problemas en el sector bancario que ya se han dado con anterioridad.


Nadie puede poner en duda que una mayor concentración empresarial en el mercado disminuye la competencia y consolida comportamientos monopólicos que son ineficientes y eso es lo que ocurrirá si el BBVA finalmente absorbe al Sabadell.


En este caso, habrá monopolio o duopolio bancario en un gran número de localidades españolas, y el 70 por ciento del negocio de todo el sector (depósitos y préstamos) se concentrará en sólo tres entidades. Es inevitable que eso produzca un peor servicio, aumento de las comisiones y de los costes financieros y menor accesibilidad al crédito de empresas y hogares, afectando negativamente todo ello a la economía en su conjunto. Es injustificable que esas cuatro autoridades den el visto bueno a algo así.


La creación de un banco aún más grande (como sucedería en el caso que comento) aumenta también el riesgo sistémico en el sistema financiero y en toda la economía, algo de cuyas consecuencias ya sabemos por la crisis de 2008. Cualquier problema que sufriera el nuevo banco se expandiría aún más peligrosamente a otras entidades y al conjunto de la economía, y sería mucho más difícil y costoso (para todos los españoles) ponerle freno y resolverlo.


La asociación entre alta concentración bancaria y mayor riesgo sistémico está reconocida en docenas de investigaciones científicas, muchas de ellas publicadas por organismos tan poco sospechoso como el Fondo Monetario Internacional o diversos bancos centrales. Por muchos que sean los matices que se han podido señalar, lo cierto es que fomentar la concentración bancaria para que haya cada vez más bancos «demasiado grandes para caer» y menos de mayor seguridad y dedicados a la financiación efectiva de la actividad productiva es una estrategia suicida que no se puede justificar ni por razones de teoría económica, ni a tenor de la experiencia histórica que es bien conocida.


Es muy significativo que quienes defienden que la mayor concentración bancaria puede proporcionar más estabilidad al sistema financiero argumentan que eso es así gracias a que aumenta la rentabilidad. Sólo en esto último llevan razón: no hay otro argumento riguroso y honesto que justifique operaciones bancarias de ese tipo.


Las instituciones que han dado el visto bueno a esa operación van a dar lugar a que en España ocurra lo que no sucede en ningún otro país europeo: dos bancos van a tener más dimensión por su volumen de activos que el PIB de nuestra economía. Desde cualquier punto de vista que se mire (salvo, como he dicho, desde el de la rentabilidad del BBVA) no se puede justificar la compra del Banco de Sabadell para dar lugar a una entidad aún más peligrosa que la ya existente. Y, por cierto, una de las que han sido gobernadas de manera menos ejemplar y limpia, por decirlo muy suavemente.


Las constantes puertas giratorias que se producen entre antiguos responsables de este tipo de reguladores y las entidades financieras a las que han regulado, quizá expliquen este tipo de decisiones aberrantes. Son la muestra bien clara de que la democracia en Europa está secuestrada por el poder de la gran banca. No puede haberla si a los reguladores que se presumen independientes no se les puede pedir cuentas ni censurar por tropelías como las que están cometiendo en este caso. Y, sobre todo, cuando tienen la capacidad de atar las manos a las instituciones representativas para someterlas a los dictados del poder económico y financiero.

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