Ponemos oídos a los mercaderes que venden sacos de humo, y en la compraventa, no muy sofisticada al menos para un tanto por ciento bastante alto que formamos esa entidad construida, imaginada o integrada llamada Europa, nos venden lo siguiente: congelación de salarios, recortes en los servicios sociales, ampliación de la edad de jubilación, privatización de las entrañas de una administración saqueada, y una suerte de subordinación al tándem franco-alemán.
El jaque mate y posterior golpe del Estado neoliberal que podemos ver en el Parlamento Europeo no tiene precedente, ya que expertos en el tráfico de dinero público muestran sin reparo sus lazos de parentesco con el mundo financiero.
Un poco de historia: ¿Se acuerdan del ex primer ministro griego Georgios Papandreu? Consiguió en su día el Óscar a la mejor interpretación por hacernos creer que no obedecería a los mercaderes y optaría por un guión alternativo, pero posteriormente se remangó con la intención de convocar un referéndum y darle voz a los que lo auparon al trono de los Olimpos. Y es que no hubo engaño posible. ¿Por qué no lo hizo cuando tuvo algo más de margen? Papandreu soltó la tierra que lo vio nacer en manos de los prestamistas extranjeros. Más tarde, el gobierno ateniense llamó a la puerta del Fondo Monetario Internacional (FMI) que llegaba con sus recetas amargas de apretarse el cinturón... Y le preguntaron al tal Papandreu: Disculpe, ¿ahora somos los malos los del FMI?
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