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Mis días libres y un caracol antisocial

¿De verdad es necesario hacer grandes cosas para disfrutar de un día libre?
María Beatriz Muñoz Ruiz
martes, 27 de mayo de 2025, 11:49 h (CET)

“Caracol, caracol, saca tus cuernos y verás el sol”, eso le decía hoy yo a un caracol que decidí salvar de una muerte segura y llevármelo a casa para mi entretenimiento; pero ahí está, metido en su cueva como los niños, sin asomar un cuerno siquiera.


Os voy a poner en situación: mellizos, selectividad, notas de corte, encerrados en sus dormitorios estudiando todo el día como Batman en su cueva, mi marido trabajando y yo con tres días libres para disfrutarlos y poder ir a la graduación de mi hija.


Después de ese panorama, entenderéis cuando os digo que estoy escribiendo este artículo mientras miro mis apuntes de marketing digital y bebo algún sorbo esporádico de mi copa de vino, escuchando el silencio de la noche y viendo una lucecita por debajo de la puerta de mi hija, que sigue estudiando.


Todos pensaréis: “Pobre, vaya tres días libres de mierda”. Pues sí… y no. Esta mañana, cuando me han dicho “disfruta tus días”, sinceramente puedo decir que mi primer día de mierda lo he disfrutado sin hacer nada. Me he despertado para hacerle a mi hija el desayuno antes de ir al instituto e intentar recuperar las asignaturas suspensas que tiene que aprobar para presentarse a la extraordinaria.

Luego me he despertado más tarde para hacerle el desayuno a mi hijo y plancharle una camiseta para ir a recoger las notas. Ha vuelto mi hija y me ha contado cómo le ha ido, para luego volver a irse al instituto a otra clase. Le he hecho el bizum a la profe particular, he pasado la aspiradora, he hecho las camas, he tendido una lavadora y he puesto un lavavajillas, me he puesto a estudiar y he sacado a mi perrito.


Estando con mi perro en la calle, ha llegado mi hijo todo frustrado porque, a pesar de las buenísimas notas que ha sacado, no son suficientes para la carrera universitaria que quiere estudiar. Así que he estado ahí para apoyarlo y despotricar contra los profesores como digna madre que soy. Luego he subido y he hecho rápidamente la comida, para que cuando llegase mi hija almorzase rápido y pudiera estudiar antes de su clase particular. Bueno, no antes de acomodar en una caja con lechuga a un precioso y perfecto caracol que me he encontrado en medio de la plaza y que he salvado de un aplastamiento seguro.


Ansiaba mi siesta, lo mejor de mi día libre, pero eso tenía que esperar, ya que mi marido había comprado después del trabajo y quedaba feo no esperarlo. Pero después de calentarle la comida y ayudarlo con la compra… sí, me he echado una siesta sin reloj, de esas que despiertas sin saber qué parte del día es. Así que he salido de la cama, he comprobado que los nenes seguían estudiando y me he zampado un trozo de bizcocho de chocolate sin importar la dieta. Luego he paseado a mi perrito con mi marido y he disfrutado de la tarde.


Así que sí, la verdad es que no hace falta irse por ahí ni hacer grandes cosas para aprovechar tu primer día libre. Y lo que puede parecer un primer día libre de mierda, no lo es: he estado ahí para mis hijos, los he apoyado y escuchado cuando lo necesitaban, he andado poco —por lo que me ha venido bien para mi fascitis plantar con espolón, que normalmente me mata a las dos horas de estar de pie—, no me he estresado ni he corrido la media maratón preparando comidas, he jugado con mi perrito y he podido pasear con mi marido tranquilamente. Eso sin contar que he recogido a un nuevo inquilino caracol, que es tan vago que no se ha dignado a salir de su caracola para agradecerme la lechuga, el pepino y la zanahoria con la que he cubierto su caja.


Mi pregunta es: ¿de verdad es necesario hacer grandes cosas para disfrutar de un día libre? Quizás nos hemos dejado absorber tanto por las redes sociales, que entendemos como desperdiciado un simple día tranquilo, un día de relax y paz mental, un día común en el que solamente tenemos que valorar lo que realmente tiene valor: el tiempo libre.

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La verdad es muy clara, pero todos tenemos el derecho a la duda, eso se conoce con el nombre de libertad personal. Dudar, no es condenable, al contrario, es elogiable, aunque sólo sea por el interés que la persona tiene sobre cualquier tema. Tenemos una realidad, que si no se expande en el tiempo, simplemente será un “cuadro costumbrista”, nunca será “historia de nuestra realidad”.

Sin crecimiento, las ganancias o mejoras de cualquier grupo social únicamente se pueden conseguir a costa de otros que empeoren su situación, y la austeridad privada, además, permite la abundancia de lo público, lo cual se necesita para crear una nueva élite de sumos sacerdotes que articulen y prediquen el necesario control de los individuos que evite las desviaciones características de los librepensadores. 

 
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