Desde este pequeño atril de papel digital y con el permiso de los lectores presento una columna que puede producir dudas, pero también certezas. Siempre escribo con ilusión, como hace décadas se escribía con un lápiz mordido ahora convertido en lápiz digital y que intenta subrayar los ojos de los dispositivos para reflexionar. A veces, escribir sobre geografías alejadas a la de uno mismo, pudiera parecer, más que un ejercicio de síntesis, un psicoanálisis pretencioso, y por este motivo, y con la ayuda de algunas disciplinas sociales interesantes, se puede lograr el objetivo, y acercarse a esa realidad siempre tan compleja que es el sistema internacional.
A finales del siglo pasado, un politólogo de prestigio teorizaba en uno de sus libros sobre el tablero mundial como metáfora de lo que se había convertido el sistema internacional tras el desmoronamiento de la Unión Soviética a principios de los noventa. Efectivamente, el poder estadounidense no tenía entonces a nadie que pudiera hacer tambalear su hegemonía mundial: “En mi casa jugamos así y éstas son las reglas que yo establezco”, y ésta es una afirmación que cualquier hijo de vecino, tras escurrir el bulto por tanta prepotencia, resumiría en aquello de: “lentejas, o las tomas o las dejas”.
Lo que está claro es que la maquinaria cultural y política que ha emanado siempre desde Estados Unidos (cine, prensa, música o literatura) no tiene festivos, ya que trabaja de manera sutil día y noche, y como afirma algún que otro sociólogo : para que la propaganda funcione debe parecer inexistente. ¿Verdad?
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