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Haití y el vudú

Eva N. Ferraz (Barcelona)
Redacción
lunes, 15 de febrero de 2010, 12:22 h (CET)
La devastación de Haití puede estar relacionada con la práctica del vudú. A lo largo de su historia, este país se ha consagrado doblemente a Satanás, en cada ocasión por un periodo de 200 años. En el pacto satánico de 1803, se le demandó al Maligno la independencia de sus opresores, los franceses, y se realizó en Bois-Cayman por parte del sacerdote vudú Boukman.

Posteriormente en 2005, en el día de la independencia de Haití, Jean Bertrand Aristide, como autoridad máxima del país, renovó dicho pacto satánico. Ya en 2003, él reconoció el vudú como “religión” oficial de Haití, además, pagó e hizo viajar a 400 practicantes de este rito desde África hasta la isla. Una de las zonas más devastadas por el terremoto ha sido el suburbio en Puerto Príncipe llamado “Carrefour”, que corresponde al nombre de un demonio del vudú, señor del inframundo, representante de las tinieblas. El influjo del Maligno suele revolverse contra los que a él se vendieron, una vez hecho el intercambio, propiciando todo tipo de desgracias y muertes en extrañas o violentas circunstancias.

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La vida, sobre todo cuando se dilata por el transcurso de los años, te somete a momentos en las que tienes que hacer de tripas corazón, asumirlos con dignidad o rendirte. También con una buena dosis de dignidad. El encuentro con las diversas situaciones de tu vida van deteriorando tu capacidad de encaje, entonces te llega el momento en que te planteas si vale la pena seguir luchando o dejarte llevar por la corriente que te rodea y vivir en paz el presente. Pero sin futuro.

En un tiempo donde lo que se aparenta muchas veces vale más que lo que se es, hay quienes han hecho del estatus su escudo, del apellido su bandera y del dinero un pedestal desde el que miran al resto, como si el mundo fuese un teatro de castas en el que ellos, por supuesto, ocupan siempre el primer plano. Es el culto a la vanidad, esa enfermedad silenciosa del alma que disfraza la humildad de altivez.

He de aclarar que, si alguna vez alguien me quiere envenenar, que no lo intente con una manzana. Prefiero el bizcocho de chocolate o las chocolatinas de menta, tal vez un trozo de pizza de pepperoni o unas sabrosas cigalas, pero una manzana, lo que se dice una manzana… no.

 
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