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A mis oídos llegó que, poco después de que se hiciese pública la negativa de Pedro Sánchez a comulgar con las condiciones propuestas por los barones de su partido, Susana Díaz lloró. La presidenta andaluza y sus partidarios acababan de rematar la faena que los comicios, del pasado mes de diciembre en primera instancia, y seguidamente del mes de junio preludiaban. Lo cual despeja lo suficiente, dicho sea de paso y sin acritud ninguna, el camino para que la aguerrida gestora del sur de España alcance por fin su cenit, que no podría ser otro que auparse hasta el cargo que ha dejado vacante el cándido exlíder socialdemócrata tras una decisión irrevocable.
Tengo que confesar que, tan sólo al principio eso sí, el tal Pedro Sánchez Pérez y Castejón no me caía en absoluto simpático. Su expeditiva manera de quitarse de encima la sombra alargada del antiguo secretario general del partido socialista madrileño me desconcertó por completo, pero en el transcurrir de los días observando cómo se mantenía firme ante los envites de sus compañeros hasta el postrero momento de su defenestración, ha obrado lo que parecía más que improbable: mi total y absoluta adhesión.
Un partido roto por dentro, alejado de su militancia, es muy difícil que sea percibido como alternativa por la ciudadanía, dijo en su día Eusebio González para explicar los malos resultados obtenidos por el PSM en las generales de diciembre, y no le faltaba razón al entonces exdiputado en la asamblea de Madrid. Mucho me temo que el órdago lanzado por los adversarios de Sánchez puede causar idéntico efecto sobre las bases, que demostraron con creces este fin de semana pasado que tienen criterio propio y que lo defienden hasta las últimas consecuencias,
Si no fuese porque estamos hablando de políticos serios y responsables, incapaces de utilizar a nadie como conejillo de indias, me inclinaría a pensar que el advenimiento de Sánchez y su posterior encumbramiento fue fruto de una maquiavélica estrategia operada en las altas instancias de la formación, no sé muy bien cómo ni por qué, pero no me negarán ustedes que el modus operandi de Ferraz da mucho qué pensar.
Tal y como Vd, me ha pedido, Sr Sánchez, me he tomado un poco de tiempo para leer (no solo una vez), el contenido de la carta pública que nos ha enviado a todos los españoles el pasado miércoles. Le confieso que más que su contenido, nada atractivo desde el punto de vista literario y de escaso valor político, me interesaba conocer las razones de su insólita decisión de trasladar a los españoles sus dudas existenciales sobre su futuro personal y político.
Con motivo de los feroces ajustes en la economía argentina, una conocida me confesó la otra tarde, muy triste, que no podría viajar a Europa quizá nunca más. Enseguida pensé que personas como ella sólo sufren las consecuencias de su ideología (o de la adoptada por algún sofisma en las campañas electorales de la época), cuando ven tocado su bolsillo.
La campaña de descrédito contra la buena imagen y el honor del presidente del gobierno se ha desatado, de una forma virulenta, estos últimos días y semanas. Parece que se quiere lograr mediante descalificaciones el acoso y derribo de Pedro Sánchez. Según distintos medios de comunicación el inicio de una investigación judicial contra la esposa de Sánchez es un disparate, ya que no existen indicios suficientes para la misma.
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