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La señora de la casa

Venancio Rodríguez, Zaragoza
Lectores
viernes, 2 de agosto de 2024, 08:48 h (CET)

Trabajaban juntos. Estaban casados. Tenían dos hijas. Se divorciaron. Siguieron trabajando juntos. Con el tiempo, la empresa lo trasladó a él a otro lugar con más responsabilidad y más sueldo. En su lugar entraron sus dos hijas. Ellas trabajaban bajo las órdenes de su madre. A pesar de que cobraría menos, él quiso volver a su antiguo puesto para estar con sus hijas y allí retornó. Él regresó con la condición de estar bajo las ordenes de su ex ya que era la encargada. Me dijo que, por sus hijas pasaban le noche de Navidad, los cumpleaños y otros acontecimientos importantes juntos. 


A él se le da bien la albañilería. Algunos fines de semana va al pueblo de su ex suegra para hacerle reparaciones en su casa. También va a la casa de sus ex cuñados por el mismo motivo. Me

dijo que él no le guardaba rencor a su ex a pesar de que fue ella la que dio el paso para separarse. Para mí, visto la violencia con que la gente se divorciar. lo de este chico me parecía meritorio. Hoy le felicité ya que para mí es un ejemplo a seguir. El me preguntó por qué. Le dije porque en los divorcios sale lo peor de cada cual... Más tarde pensé en que, en estos casos nos dejamos llevar por lo que hace la mayoría, Pensé que, como dijo Hannah Arendt, la democracia no tiene la última palabra. Que eso nos lleva, irremisiblemente, a la "banalidad del mal". Que la señora de la casa es la conciencia.

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Una rotonda es el espejo de una sociedad. Cuando quieras saber cómo es un país, fíjate en cómo se aborda una rotonda, cómo se incorpora la gente y cómo se permite –o no– hacerlo a los demás. Ahí aparece la noción de ceda el paso, esa concesión al dinamismo de la existencia en comunidad, la necesidad de que todo esté en movimiento, de que fluya la comunicación y que todo el mundo quede incorporado a la rueda de la vida.

 
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