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Rectificar a la Naturaleza

Género y sexo

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Se están derramando ríos de tinta y existen acres y enconadas discusiones sobre la denominada igualdad de género en las que se quiere hacer equivalente género y sexo.

La RAE., define género como: “Conjunto de personas o cosas que tienen características generales comunes, p. ej.: "el género humano”.

Que es lo mismo que decir que un determinado grupo seres tienen ciertas particularidades típicas que los asimila; o refiriéndonos a otros animales (los humanos no dejamos de serlo), podremos enunciar: “el rasgo principal del género de los cefalópodos es que tienen múltiples brazos o tentáculos con los que capturan a sus presas”.
La palabra sexo proviene de la latina sexus que precisamente significa: sexo, no sólo de los humanos, sino también de los animales y de las plantas.

La RAE la define como la “Condición orgánica, masculina o femenina, de los animales y de las plantas”.

O sea que el sexo no sólo define cierta categoría orgánica de los animales, sino también de las plantas que han de ser fecundadas para que produzcan fruto, al igual que el resto de los animales, es decir que éste nos viene impuesto por la Naturaleza, de manera que, ya desde el útero o del embrión de la planta se determina el desarrollo de las características sexuales de un organismo.

La palabra género se nos ha extendido de una mala traducción (como tantas otras) del vocablo inglés “gender” que se pronunció en la Conferencia Mundial de Pekín sobre la mujer en 1995. Al comprobar el garrafal fallo se rehicieron los documentos y se aclaró la diferencia entre ‘sexo’ y ‘género’. Sexo describiría las diferencias biológicas entre hombres y mujeres y género se emplearía para determinar el distinto comportamiento de hombres y mujeres en la sociedad según las distintas condiciones en que se mueven: educación, familia, cultura, etc.

Pero ya el mal estaba hecho y los colectivos y grupos de presión de LGTB, cogiendo el rábano por las hojas, como coloquialmente se dice, han querido elevar un error a categoría filosófica y están luchando con todas sus fuerzas, para que las palabras sexo y género sean equivalentes.

Se están valiendo de todos los medios a su alcance, llegando en ocasiones a coacciones e imposiciones para implantar velis nolis la ideología de género que pretende una nueva colonización de la naturaleza humana fundada en un pensamiento individual que se constituye como auto-referente. Es una revolución contra la naturaleza humana de la que se quiere emancipar. Bajo el lema de los derechos individuales y detrás de una presunta igualdad, hoy tan invocada para todo, conduce a una nueva concepción del hombre y una descomposición de lo admitido desde que el ser humano tuvo capacidad de pensamiento, y pretenden, contra viento y marea, implantar una ideología que va contra natura además de las convicciones humanas reconocidas desde el principio de los tiempos.

Se amparan para ello en el pretendido lema de los derechos individuales y se parapetan tras una pretendida igualdad que exigen para ellos y niegan a los demás.

Tras este exordio en que consideramos que queda suficientemente probado que no es lo mismo género que sexo deseamos entrar en otra consideración que es la libertad de la que hacen bandera para defender e imponer su ideología, negándosela a los que no coinciden con sus opiniones y fines a los que tienden. Esto me recuerda el dicho tan español de: “Justicia señor, pero por mi casa no”.

Reclaman una independencia que niegan a los demás. Pueden defender e imponer sus opiniones, pero no permiten que los demás aboguen por las suyas.

Así atacan y denuncian en los juzgados a los obispos que se han declarado contrarios a la ideología de género, profanan capillas de facultades, profieren gritos de: “Arderéis como el en 36”, efectúan exposiciones sacrílegas, titiriteros, amparados en esa falsa libertad de expresión, encomian y enaltecen a terroristas, escarnecen la religión y se mofan de las creencias de otras personas, se burlan de las procesiones católicas y hacen escarnio de ellas sacando a pasear el “santo coño insumiso” y otras manifestaciones que, en virtud de la libertad de expresión, están transgrediendo el límite de la misma, al mismo tiempo que ofenden los convencimientos de otras personas, con la injustificable decisión de algunos jueces que no los condenan porque también consideran que esos comportamientos son libertad de expresión.

Lo dicho: “Justicia señor, pero por mi casa no”, “Yo puedo ofender a quien quiera, pero que nadie opine en contra de lo que mantengo”.

Así se entiende la libertad de expresión en España.

Género y sexo

Rectificar a la Naturaleza
Manuel Villegas
domingo, 21 de agosto de 2016, 10:30 h (CET)
Se están derramando ríos de tinta y existen acres y enconadas discusiones sobre la denominada igualdad de género en las que se quiere hacer equivalente género y sexo.

La RAE., define género como: “Conjunto de personas o cosas que tienen características generales comunes, p. ej.: "el género humano”.

Que es lo mismo que decir que un determinado grupo seres tienen ciertas particularidades típicas que los asimila; o refiriéndonos a otros animales (los humanos no dejamos de serlo), podremos enunciar: “el rasgo principal del género de los cefalópodos es que tienen múltiples brazos o tentáculos con los que capturan a sus presas”.
La palabra sexo proviene de la latina sexus que precisamente significa: sexo, no sólo de los humanos, sino también de los animales y de las plantas.

La RAE la define como la “Condición orgánica, masculina o femenina, de los animales y de las plantas”.

O sea que el sexo no sólo define cierta categoría orgánica de los animales, sino también de las plantas que han de ser fecundadas para que produzcan fruto, al igual que el resto de los animales, es decir que éste nos viene impuesto por la Naturaleza, de manera que, ya desde el útero o del embrión de la planta se determina el desarrollo de las características sexuales de un organismo.

La palabra género se nos ha extendido de una mala traducción (como tantas otras) del vocablo inglés “gender” que se pronunció en la Conferencia Mundial de Pekín sobre la mujer en 1995. Al comprobar el garrafal fallo se rehicieron los documentos y se aclaró la diferencia entre ‘sexo’ y ‘género’. Sexo describiría las diferencias biológicas entre hombres y mujeres y género se emplearía para determinar el distinto comportamiento de hombres y mujeres en la sociedad según las distintas condiciones en que se mueven: educación, familia, cultura, etc.

Pero ya el mal estaba hecho y los colectivos y grupos de presión de LGTB, cogiendo el rábano por las hojas, como coloquialmente se dice, han querido elevar un error a categoría filosófica y están luchando con todas sus fuerzas, para que las palabras sexo y género sean equivalentes.

Se están valiendo de todos los medios a su alcance, llegando en ocasiones a coacciones e imposiciones para implantar velis nolis la ideología de género que pretende una nueva colonización de la naturaleza humana fundada en un pensamiento individual que se constituye como auto-referente. Es una revolución contra la naturaleza humana de la que se quiere emancipar. Bajo el lema de los derechos individuales y detrás de una presunta igualdad, hoy tan invocada para todo, conduce a una nueva concepción del hombre y una descomposición de lo admitido desde que el ser humano tuvo capacidad de pensamiento, y pretenden, contra viento y marea, implantar una ideología que va contra natura además de las convicciones humanas reconocidas desde el principio de los tiempos.

Se amparan para ello en el pretendido lema de los derechos individuales y se parapetan tras una pretendida igualdad que exigen para ellos y niegan a los demás.

Tras este exordio en que consideramos que queda suficientemente probado que no es lo mismo género que sexo deseamos entrar en otra consideración que es la libertad de la que hacen bandera para defender e imponer su ideología, negándosela a los que no coinciden con sus opiniones y fines a los que tienden. Esto me recuerda el dicho tan español de: “Justicia señor, pero por mi casa no”.

Reclaman una independencia que niegan a los demás. Pueden defender e imponer sus opiniones, pero no permiten que los demás aboguen por las suyas.

Así atacan y denuncian en los juzgados a los obispos que se han declarado contrarios a la ideología de género, profanan capillas de facultades, profieren gritos de: “Arderéis como el en 36”, efectúan exposiciones sacrílegas, titiriteros, amparados en esa falsa libertad de expresión, encomian y enaltecen a terroristas, escarnecen la religión y se mofan de las creencias de otras personas, se burlan de las procesiones católicas y hacen escarnio de ellas sacando a pasear el “santo coño insumiso” y otras manifestaciones que, en virtud de la libertad de expresión, están transgrediendo el límite de la misma, al mismo tiempo que ofenden los convencimientos de otras personas, con la injustificable decisión de algunos jueces que no los condenan porque también consideran que esos comportamientos son libertad de expresión.

Lo dicho: “Justicia señor, pero por mi casa no”, “Yo puedo ofender a quien quiera, pero que nadie opine en contra de lo que mantengo”.

Así se entiende la libertad de expresión en España.

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