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La Virgen es una de las piezas clave para la recuperación del paraíso perdido

Mes de María

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La Virgen María es una de las piezas clave del proyecto diseñado por Dios antes de la creación del universo para salvación de su pueblo. En Génesis se habla de la “simiente de la mujer” como siendo una sola quien aplastará la cabeza de la serpiente. Es el primer anuncio del Mesías que tenía que venir para la salvación del pueblo de Dios. (Génesis 3: 15). El profeta Isaías limita en una  mujer concreta: “He aquí que la  virgen concebirá, y dará luz un hijo, y llamará su nombre Emmanuel” (Isaías 9: 14). Sabemos que Emmanuel será descendiente del rey David y la madre de este Hijo se reduce a una sola cuando el ángel Gabriel la limita a una concreta cuando se presenta ante “una virgen desposada con un varón que se llamaba José de la casa de David” (Lucas 1: 27). “Y entrando el ángel en donde ella estaba, le dijo: ¡Salve muy favorecida! El Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres” (v. 28). El ángel transmite a la virgen el mensaje que Dios quería darle: “Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un Hijo, y llamarás su Nombre Jesús. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David su padre, y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin” (vv, 31-33).


María acepta el encargo que Dios le hace llegar por medio del ángel Gabriel: “Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor, hágase conmigo conforme a tu palabra” (v. 38).


La descripción que el evangelista Lucas hace de María no da lugar a la extravagante interpretación que hace la Iglesia Católica. Juan Omella, arzobispo de Barcelona, en su escrito, “Santa María, testimonio fe” hace un elogio desmesurado de María que no encaja con lo que el texto sigue diciendo. Si el purpurado se limitase a comentar lo que dice el texto sagrado que por haber sido inspirado por el Espíritu Santo no escribiría las sandeces que dice en su escrito. Se deja guiar por la Tradición católica que al no ser palabra de Dios lo es de los hombres.


El saludo con el que el ángel se presenta ante María: ¡Salve muy favorecida! El Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres” no da lugar a los edulcorados elogios con los que quiere ensalzar a María y más cuando  la virgen dice de sí misma: “Engrandece mi alma al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva, pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso, Santo es su Nombre” (vv. 46-49).


A pesar que la Biblia católica se refiera como “llena de gracia, el contexto inmediato el contexto inmediato no nos permite interpretarlo como que la virgen esté “exenta de pecado”, ni “asunta al cielo en cuerpo y alma al final de su vida aquí en la tierra”. Ni que Jesús colgando en la cruz, al dirigirse a su madre le dijese: “Mujer, he aquí tu hijo” y volviéndose al apóstol Juan: “He aquí tu madre” (Juan 19: 26, 27), no da lugar a considerar que María es la madre espiritual de todos los creyentes y que se la considere intercesora ante su Hijo. A medida que la pendiente se hace más inclinada, los disparates se hacen más estrafalarios: “por esto es necesario que dirijamos nuestra mirada y nuestra plegaria en María. Pidiéndole que nos acompañe en nuestro “peregrinaje por esta vida camino hacia el cielo” con la fe firme y serena, en medio de las dificultades”.


El purpurado, me imagino que con la ayuda de un candil,  en su peregrinaje hacia el cielo, encuentra una valiosa perla, cuando escribe: “Los cristianos, de manera especial estamos destinados a conocer y amar a María, como la primera y más grande discípula de Jesús, y nuestra principal intercesora ante Dios”. Jesús dice, no María: “Venid a mí todos los que estáis cargados y trabajados, y yo os hare descansar, llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga” (Mateo 11: 28-30). Jesús dijo, no, María: “Yo soy el camino y la verdad y la vida: Nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14: 6). El dicho: “A Jesús por María”, es herejía.


El apóstol Pedro que para los católicos fue el primer papa y que sus seguidores en el papado se sientan en su silla, no obedecen la enseñanza que el apóstol impartió cuando ante el Sanedrín se le prohibió enseñar en el Nombre de Jesús. He aquí la lección magistral que impartió. “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro Nombre bajo el cielo dado a los hombres en  que podamos ser salvos” (Hechos 4: 11, 12).

Mes de María

La Virgen es una de las piezas clave para la recuperación del paraíso perdido
Octavi Pereña
lunes, 27 de mayo de 2024, 09:24 h (CET)

La Virgen María es una de las piezas clave del proyecto diseñado por Dios antes de la creación del universo para salvación de su pueblo. En Génesis se habla de la “simiente de la mujer” como siendo una sola quien aplastará la cabeza de la serpiente. Es el primer anuncio del Mesías que tenía que venir para la salvación del pueblo de Dios. (Génesis 3: 15). El profeta Isaías limita en una  mujer concreta: “He aquí que la  virgen concebirá, y dará luz un hijo, y llamará su nombre Emmanuel” (Isaías 9: 14). Sabemos que Emmanuel será descendiente del rey David y la madre de este Hijo se reduce a una sola cuando el ángel Gabriel la limita a una concreta cuando se presenta ante “una virgen desposada con un varón que se llamaba José de la casa de David” (Lucas 1: 27). “Y entrando el ángel en donde ella estaba, le dijo: ¡Salve muy favorecida! El Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres” (v. 28). El ángel transmite a la virgen el mensaje que Dios quería darle: “Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un Hijo, y llamarás su Nombre Jesús. Éste será grande, y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David su padre, y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin” (vv, 31-33).


María acepta el encargo que Dios le hace llegar por medio del ángel Gabriel: “Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor, hágase conmigo conforme a tu palabra” (v. 38).


La descripción que el evangelista Lucas hace de María no da lugar a la extravagante interpretación que hace la Iglesia Católica. Juan Omella, arzobispo de Barcelona, en su escrito, “Santa María, testimonio fe” hace un elogio desmesurado de María que no encaja con lo que el texto sigue diciendo. Si el purpurado se limitase a comentar lo que dice el texto sagrado que por haber sido inspirado por el Espíritu Santo no escribiría las sandeces que dice en su escrito. Se deja guiar por la Tradición católica que al no ser palabra de Dios lo es de los hombres.


El saludo con el que el ángel se presenta ante María: ¡Salve muy favorecida! El Señor es contigo, bendita tú entre las mujeres” no da lugar a los edulcorados elogios con los que quiere ensalzar a María y más cuando  la virgen dice de sí misma: “Engrandece mi alma al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva, pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso, Santo es su Nombre” (vv. 46-49).


A pesar que la Biblia católica se refiera como “llena de gracia, el contexto inmediato el contexto inmediato no nos permite interpretarlo como que la virgen esté “exenta de pecado”, ni “asunta al cielo en cuerpo y alma al final de su vida aquí en la tierra”. Ni que Jesús colgando en la cruz, al dirigirse a su madre le dijese: “Mujer, he aquí tu hijo” y volviéndose al apóstol Juan: “He aquí tu madre” (Juan 19: 26, 27), no da lugar a considerar que María es la madre espiritual de todos los creyentes y que se la considere intercesora ante su Hijo. A medida que la pendiente se hace más inclinada, los disparates se hacen más estrafalarios: “por esto es necesario que dirijamos nuestra mirada y nuestra plegaria en María. Pidiéndole que nos acompañe en nuestro “peregrinaje por esta vida camino hacia el cielo” con la fe firme y serena, en medio de las dificultades”.


El purpurado, me imagino que con la ayuda de un candil,  en su peregrinaje hacia el cielo, encuentra una valiosa perla, cuando escribe: “Los cristianos, de manera especial estamos destinados a conocer y amar a María, como la primera y más grande discípula de Jesús, y nuestra principal intercesora ante Dios”. Jesús dice, no María: “Venid a mí todos los que estáis cargados y trabajados, y yo os hare descansar, llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga” (Mateo 11: 28-30). Jesús dijo, no, María: “Yo soy el camino y la verdad y la vida: Nadie viene al Padre sino por mí” (Juan 14: 6). El dicho: “A Jesús por María”, es herejía.


El apóstol Pedro que para los católicos fue el primer papa y que sus seguidores en el papado se sientan en su silla, no obedecen la enseñanza que el apóstol impartió cuando ante el Sanedrín se le prohibió enseñar en el Nombre de Jesús. He aquí la lección magistral que impartió. “Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro Nombre bajo el cielo dado a los hombres en  que podamos ser salvos” (Hechos 4: 11, 12).

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