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Prestar atención a tantas simultáneas, con diversas trayectorias y notables enigmas por donde intentemos observar las cosas, se convierte en una tarea enormemente laboriosa

Orillas encontradizas

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El tren de las sorpresas modernistas, con adornos llamativos y automatismos imprevistos, apenas nos da respiro. El vagón principal es una adivinanza, desconocemos su ubicación y sus verdaderas características. La enorme extensión de los raíles muestra las bifurcaciones, desprovistas de señalización alguna. El ordenamiento de las estaciones se hace con criterios caprichosos. Los altavoces están supeditados a la organización antigua y las informaciones de lo más variopinto; los asientos son reversibles, con la peculiar orientación personal a disposición del viajero. Es una delicia de VIAJE, incrementada por la disponibilidad para cada pasajero, de poder adaptar la velocidad a su gusto.


La sencillez y la complicación están entrelazadas hasta el punto de una relación interminable, con abrazos y desplantes, como si de seres humanos se tratase. Sus semblantes ofrecen ese doble cariz de unas entidades ambiguas, depende de la actitud del protagonista a la hora de centrarse en los detalles. Desde la observación es difícil identificarlas con precisión debido a lo ambivalente de sus aspectos; lo complejo y lo sencillo se tornan indistinguibles. Descubrimos la complicación de lo sencillo y viceversa, con el asombro de gentes un tanto desorientadas. La aportación de la EXPERIENCIA particular se convierte en un fenómeno aislado, un tanto enajenado del conjunto comunitario.


Cuesta encontrar algún recodo plácido en el camino, mientras se amplían las quimeras en el tren. El camino impone su ritmo, ¡Y qué ritmo!, pleno de maravillas y salpicones intempestivos; de contenidos superadores y retornos con las alforjas abultadas, pero sin destapar. Los HALLAZGOS son muy personales, casi íntimos; de ahí lo fascinante de la experiencia, convertida en una enumeración de eventos singulares. La exposición se transforma en una serie de soliloquios de difícil ensamblaje. Referiré algunas que me parecen ilustrativas, dejando al arbitrio de cada observador la valoración de posibles concatenaciones. En todo caso, aderezadas con el chispeante sabor de los haikus y su concisión.


La inexactitud

De las ciencias exactas.

Es fascinante.


Ya me había hecho a la nocturna tibieza de la luz de la luna y con el sueño llegaba tarde a las alboradas. Contemplé la lluvia de investigaciones de alto copete, matemáticas, espaciales e incluso del subconsciente. Soporté también las presiones de sus conclusiones intolerantes. Aunque los horizontes y las intuiciones cuánticas estimulan mis vibraciones, al pairo de esa luna como testigo fiel, al calor del sol y con ese cosquilleo interior que no acaba de resolverse.


Aturden hueras

Las aglomeraciones.

Crean desiertos.


En esto de los círculos perniciosos hemos adquirido una experiencia extensa; somos poco duchos para escapar de sus influencias, nos dedicamos a otros fogosos empleos. Nos dejamos sugestionar por señuelos aparatosos, sin atender apenas al fondo de sus recomendaciones; por el contrario, entramos en afanosa competición por el número de seguidores para cada tentadora proposición. El gentío sirve de tapadera de unos frascos sin nada consistente en su interior. La poca sustancia de tales alimentos no augura ningún fortalecimiento, pero a la vorágine instaurada le sabe a manjar exquisito.


La vergüenza huye

Por campos devastados.

La honradez, llora.


Es increíble, a la vista de todo el mundo, sea por timidez, sea por complicidad tenue o descarada, se multiplican las trayectorias para escapar de las responsabilidades adquiridas. No sirven las tretas ni los enmascaramientos, los desperfectos ocasionados son elocuentes y los mecanismos causantes evidencian sus formatos. Los lamentos refuerzan la expresividad de semejante panorama. Queda patente la ausencia radical, quizá añorada, quizá desdeñada, de una de las principales cualidades humanas.


Cuando el talento

Lidia con los estorbos.

Se ausenta el necio.


Ante los obstáculos, no queda otra, hay que acentuar la atención y exprimir el cerebro en la proyección de solucionar los problemas. Se sobreentiende la importancia de las colaboraciones para pergeñar las actuaciones recomendables. Si no se consiguieron las metas proyectadas; al menos, se aportaron los esfuerzos denodados y los recursos disponibles. La negación a participar en dichas tareas es indicativa de la estupidez de esa postura insolidaria y perjudicial para los propios ejercitantes. Gran parte de las ruidosas reivindicaciones sociales surgen de los grupos no dispuestos a las colaboraciones pertinentes.


Los vientos braman

Inclementes y ciegos.

Mera rutina


La metáfora de los vientos, cuando en ella se reflejan los comportamientos humanos, nos mantiene entre los ritmos caóticos. Lo peor de este asunto es la intuición de las maquinaciones subyacentes, pergeñadas de manera interesada por determinados sujetos indetectables a primera vista. Diríamos que impera la rutina errática para mucha gente, pero de una extremada preparación por parte de unos pocos diseñadores de la misma. Desentrañar todo esto supone un reto mayúsculo que supera con creces a la meteorología.


Cavando fosas

Entre fango y piedras,

Brilla una llama.


Sería ilusionante disponer de ese estandarte flamígero bien orientado, espontáneo, sin desviaciones. La luz es primordial a la hora de percibir los detalles. El calor, cuando impregna el ánimo, ayuda en las empresas más fatigosas. Aunque dichas proyecciones se desmoronan cuando los aires de las voluntades violentan y desequilibran los mejores ímpetus. Entonces, las miradas, lejos de centrarse en la luz, queman sus arrestos en torno a realidades pringosas, de turbios fundamentos. El porqué de semejantes dislates permanece sin dilucidar, pero sus repercusiones inciden de lleno en la vitalidad comunitaria.


Prestar atención a tantas orillas simultáneas, con diversas trayectorias y notables enigmas por donde intentemos observar las cosas, se convierte en una tarea enormemente laboriosa; fascinante si se quiere, pero plegada a la inestable falta de certidumbres. Por lo tanto, necesitamos del suficiente CORAJE emprendedor, para adentrarnos en esas aventuradas demostraciones de vitalidad; será la única manera de acceder a las verdaderas satisfacciones personales.

Orillas encontradizas

Prestar atención a tantas simultáneas, con diversas trayectorias y notables enigmas por donde intentemos observar las cosas, se convierte en una tarea enormemente laboriosa
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 12 de abril de 2024, 10:27 h (CET)

El tren de las sorpresas modernistas, con adornos llamativos y automatismos imprevistos, apenas nos da respiro. El vagón principal es una adivinanza, desconocemos su ubicación y sus verdaderas características. La enorme extensión de los raíles muestra las bifurcaciones, desprovistas de señalización alguna. El ordenamiento de las estaciones se hace con criterios caprichosos. Los altavoces están supeditados a la organización antigua y las informaciones de lo más variopinto; los asientos son reversibles, con la peculiar orientación personal a disposición del viajero. Es una delicia de VIAJE, incrementada por la disponibilidad para cada pasajero, de poder adaptar la velocidad a su gusto.


La sencillez y la complicación están entrelazadas hasta el punto de una relación interminable, con abrazos y desplantes, como si de seres humanos se tratase. Sus semblantes ofrecen ese doble cariz de unas entidades ambiguas, depende de la actitud del protagonista a la hora de centrarse en los detalles. Desde la observación es difícil identificarlas con precisión debido a lo ambivalente de sus aspectos; lo complejo y lo sencillo se tornan indistinguibles. Descubrimos la complicación de lo sencillo y viceversa, con el asombro de gentes un tanto desorientadas. La aportación de la EXPERIENCIA particular se convierte en un fenómeno aislado, un tanto enajenado del conjunto comunitario.


Cuesta encontrar algún recodo plácido en el camino, mientras se amplían las quimeras en el tren. El camino impone su ritmo, ¡Y qué ritmo!, pleno de maravillas y salpicones intempestivos; de contenidos superadores y retornos con las alforjas abultadas, pero sin destapar. Los HALLAZGOS son muy personales, casi íntimos; de ahí lo fascinante de la experiencia, convertida en una enumeración de eventos singulares. La exposición se transforma en una serie de soliloquios de difícil ensamblaje. Referiré algunas que me parecen ilustrativas, dejando al arbitrio de cada observador la valoración de posibles concatenaciones. En todo caso, aderezadas con el chispeante sabor de los haikus y su concisión.


La inexactitud

De las ciencias exactas.

Es fascinante.


Ya me había hecho a la nocturna tibieza de la luz de la luna y con el sueño llegaba tarde a las alboradas. Contemplé la lluvia de investigaciones de alto copete, matemáticas, espaciales e incluso del subconsciente. Soporté también las presiones de sus conclusiones intolerantes. Aunque los horizontes y las intuiciones cuánticas estimulan mis vibraciones, al pairo de esa luna como testigo fiel, al calor del sol y con ese cosquilleo interior que no acaba de resolverse.


Aturden hueras

Las aglomeraciones.

Crean desiertos.


En esto de los círculos perniciosos hemos adquirido una experiencia extensa; somos poco duchos para escapar de sus influencias, nos dedicamos a otros fogosos empleos. Nos dejamos sugestionar por señuelos aparatosos, sin atender apenas al fondo de sus recomendaciones; por el contrario, entramos en afanosa competición por el número de seguidores para cada tentadora proposición. El gentío sirve de tapadera de unos frascos sin nada consistente en su interior. La poca sustancia de tales alimentos no augura ningún fortalecimiento, pero a la vorágine instaurada le sabe a manjar exquisito.


La vergüenza huye

Por campos devastados.

La honradez, llora.


Es increíble, a la vista de todo el mundo, sea por timidez, sea por complicidad tenue o descarada, se multiplican las trayectorias para escapar de las responsabilidades adquiridas. No sirven las tretas ni los enmascaramientos, los desperfectos ocasionados son elocuentes y los mecanismos causantes evidencian sus formatos. Los lamentos refuerzan la expresividad de semejante panorama. Queda patente la ausencia radical, quizá añorada, quizá desdeñada, de una de las principales cualidades humanas.


Cuando el talento

Lidia con los estorbos.

Se ausenta el necio.


Ante los obstáculos, no queda otra, hay que acentuar la atención y exprimir el cerebro en la proyección de solucionar los problemas. Se sobreentiende la importancia de las colaboraciones para pergeñar las actuaciones recomendables. Si no se consiguieron las metas proyectadas; al menos, se aportaron los esfuerzos denodados y los recursos disponibles. La negación a participar en dichas tareas es indicativa de la estupidez de esa postura insolidaria y perjudicial para los propios ejercitantes. Gran parte de las ruidosas reivindicaciones sociales surgen de los grupos no dispuestos a las colaboraciones pertinentes.


Los vientos braman

Inclementes y ciegos.

Mera rutina


La metáfora de los vientos, cuando en ella se reflejan los comportamientos humanos, nos mantiene entre los ritmos caóticos. Lo peor de este asunto es la intuición de las maquinaciones subyacentes, pergeñadas de manera interesada por determinados sujetos indetectables a primera vista. Diríamos que impera la rutina errática para mucha gente, pero de una extremada preparación por parte de unos pocos diseñadores de la misma. Desentrañar todo esto supone un reto mayúsculo que supera con creces a la meteorología.


Cavando fosas

Entre fango y piedras,

Brilla una llama.


Sería ilusionante disponer de ese estandarte flamígero bien orientado, espontáneo, sin desviaciones. La luz es primordial a la hora de percibir los detalles. El calor, cuando impregna el ánimo, ayuda en las empresas más fatigosas. Aunque dichas proyecciones se desmoronan cuando los aires de las voluntades violentan y desequilibran los mejores ímpetus. Entonces, las miradas, lejos de centrarse en la luz, queman sus arrestos en torno a realidades pringosas, de turbios fundamentos. El porqué de semejantes dislates permanece sin dilucidar, pero sus repercusiones inciden de lleno en la vitalidad comunitaria.


Prestar atención a tantas orillas simultáneas, con diversas trayectorias y notables enigmas por donde intentemos observar las cosas, se convierte en una tarea enormemente laboriosa; fascinante si se quiere, pero plegada a la inestable falta de certidumbres. Por lo tanto, necesitamos del suficiente CORAJE emprendedor, para adentrarnos en esas aventuradas demostraciones de vitalidad; será la única manera de acceder a las verdaderas satisfacciones personales.

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