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Ni le preocupa ni le indigna

​España no tiene amigos

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Indignar a un pueblo es la peor política que se puede seguir. Es el verdadero fuego que anima su espíritu. Cuando Napoleón entró en España (el Napoleón verdadero, no el petit) ignoraba esto. Una de las cosas que más puede indignar a un pueblo es que haya, no dos varas de medir, sino tres: una para uso propio, otra para uso ajeno, y una tercera en la no hay congruencia ni con los propios usos. Es el abuso de la discrecionalidad. Esto debería dolernos a los españoles. Es impresentable que se trate a Marruecos como una democracia preferente cuando no es ni la sombra de una democracia ni había necesidad de tal preferencia, al menos respecto a nosotros. Ahora mismo hay socialistas, demócratas, periodistas, en las cárceles. Esta operación de dar relevancia a Marruecos en detrimento de España parece que se comenzó a pergeñar entre EEUU y Francia a partir de 2004. Significaba avanzar hacia el Sur la defensa occidental (¿contra quién, contra Argelia que, sin problemas, le vende el gas a Italia en detrimento de España?). ¿Acaso nosotros no somos suficientemente fiables?

 

No creemos que sea exagerado decir que España, lamentablemente, no tiene amigos. Es un hecho antiguo. De los Pirineos arriba no nos reconocen ningún mérito. De Cádiz abajo sólo piensan depredatoriamente respecto a nuestros territorios. (Gibraltar, Sáhara) Ceuta, Melilla, Canarias.

 

No cabe duda de que parte de la culpa la tenemos nosotros. Hace mucho tiempo que no nos indignamos. Ante nuestra indiferencia, nos van desmontando pieza a pieza (¿cómo pasamos del octavo lugar al decimoquinto? ¿Por qué nos desindutrializamos? ¿En beneficio de quién?). Hay pueblos que parece han nacido para ser objeto de civilizadas e hipócritas fobias. Uno de ellos es España. Hasta hay un término acuñado con mucho éxito: hispanofobia. Hablar de francofobia (Argelia, Indochina), anglofobia (sólo ocho países no fueron invadidos por ellos, italofobia (una guerra mundial), belgicofobia (con lo que hicieron en el Congo), holandofobia (con lo que hicieron en Indonesia), germanofobia (dos guerras mundiales) no suena.

 

Sin embargo, si repasamos la Historia, es indiscutible que hemos sido una nación beneficiosa para Europa. Algo que debería ser admisible ahora que, desde el Báltico al Mediterráneo y el Atlántico, todos somos europeos y europeístas, y tenemos, o deberíamos tener, un espíritu de comunidad (¿?) y nuestras pugnas históricas deberían haber sido archivadas. ¿Acaso no abrimos los mares al comercio mundial? ¿Acaso no detuvimos a los turcos en beneficio de la “cristiandad”, en una guerra en la que había potencias europeas (Francia) que traicionaban? ¿No era el Turco, tal como se decía, el gran peligro estratégico oriental? Ya antes habíamos detenido a los musulmanes, tras ocho siglos de guerra que nadie valora y que sólo ha servido para elevar excluyentemente los Pirineos (Europa termina en los Pirineos). Si buscamos en Wikipedia el término guerra de Sidi Ifni veremos que “fue una guerra no declarada de España y Francia “contra” Marruecos, entre el 23 de noviembre de 1957 y el 30 de junio de 1958 que tuvo lugar en los “territorios españoles” de Ifni” (las comillas son nuestras). No se entiende: ¿contra Marruecos en territorio español? No entraremos ahora en asuntos de colonialismo, anticolonialismo y guerras de liberación. Sería complejo porque es legítimo que un pueblo colonial, avasallado por su metrópoli, quiera liberarse. Pero para vivir mejor, no peor, y con mucha de su gente en las cárceles porque precisamente lucha para mejorar la vida de sus conciudadanos. En definitiva, que ese Occidente justo, de reglas, de protección de los derechos humanos, de tribunales de justicia condenatorios, etc. se lo salta todo cada dos por tres. Eso sí, que no les toquen a ellos la dignidad que la soberbia aflorara espumeante.

 

Las cosas así, no vemos una reacción de preocupación; mucho menos de indignación. Por ejemplo, comprobamos en el parlamento que dos partidos que monopolizan los casos de corrupción, diariamente se tiran los trastos a la cabeza para precisamente reprocharse mutuamente la corrupción (según El Mundo, en 2014, PSOE 30,4 por ciento de los casos, PP 48,9 por ciento; hoy, PP 40,8, PSOE 39,9. Es decir, el 5 por ciento del PIB (“La corrupción en España” en Diario Siglo XXI). Si los sumamos, ambos absorben el 80 por ciento. ¿Con un pésimo ejemplo se defiende la unidad del país?

 

Inmediatamente, saltarán quienes digan que nos tratan tal como somos. Pero, no. Ese mundo que nos hace la zancadilla constantemente no es mejor; y sí muy desagradecido. Euronews decía: “El escándalo de corrupción que envuelve al Parlamento Europeo crece y se complica día a día. Noticias en medios de comunicación, audiencias a puerta cerrada en el juzgado, confesiones filtradas y declaraciones de los abogados añaden nuevos giros a una historia cada vez más complicada”. Complicada y donde por casualidad aparece el fiable Marruecos. Por otra parte, cosas hemos leído por ahí, también, de la Von der Leyen (candidata del PPE), de la Lagarde, etc. Afortunadamente el pequeño martillo holandés ha olvidado a los países sureños; él, que es un parásito fiscal. Cuando lo de Ferrovial, alguna prensa (El Periódico de España) soltaba informaciones como esta: “Países Bajos priva cada año a sus socios europeos de una recaudación de más de 10.000 millones de euros, pérdidas que llevan a imponer recortes a esos países para reducir su deuda… Para los países perjudicados, esto merma su capacidad presupuestaria para financiar la política social (sanidad, educación, vivienda, cohesión) y las inversiones (infraestructuras, investigación, desarrollo tecnológico)”. Este es el concepto de superioridad.

 

Decíamos que la indignación, cuando se enciende, es el alma de los pueblos. El problema es que no siempre se enciende. Cuando no tienen demasiado interés en que los informen y pocos son los que se deciden a informarles, no hay contrastación que ayude a descubrir el fraude a la verdad.

 

¿Estamos los ciudadanos informados de qué representan verdaderamente estos asuntos? Despreocupados del importantísimo rearme de Marruecos (apoyado por Israel y, sobre todo, por Estados Unidos, gran protector suyo) ahora nos hablan de menos hospitales y de guerras nucleares. Pero, si aquello tiene trascendencia para nosotros (dicen), ¿no la tiene lo que se cocine cerca de nuestras fronteras, por ejemplo. el pretendido Gran Marruecos? ¿Qué significaría un estado que abarcara el ya perdido Sahara Occidental, la totalidad de Mauritania, las zonas occidentales de Argelia, el norte de Malí, con Tombuctú?¿Renunciaría entonces ese gran poder a Ceuta y Melilla, Canarias? Un proyecto similar al del Gran Israel: “Ese día, Yahveh hizo un pacto con Abraham, y dijo: "A tus descendientes les doy estas tierras, desde el río de Egipto hasta el río Éufrates” ¿Tranquilidad? ¿Y dónde podría buscar España una contrarrespuesta, sistema acostumbrado para neutralizar las ansias expansionistas de otros estados? En ninguna parte. España no tiene amigos.

 

Afortunadamente, en unos días hemos pasado de una guerra nuclear inevitable para la que nos preparaban protectormente (¿se puede?) a tranquilizarnos diciéndonos (Borrell) que: "El llamamiento a los europeos para que sean conscientes de los desafíos que afrontan es bueno, pero tampoco tenemos que exagerar. La guerra no es inminente. Oigo algunas voces que dicen que la guerra es inminente. La guerra no es inminente".

 

Sin embargo, esto es fácil para aquellos que sólo miran hacia el Este. Pero el Sol se pone por el Oeste. E incluso podría ponerse por el Sur. ¿Habrá que recordar a Kissinger, quien afirmaba que ser enemigo de ellos era peligroso, pero amigos, letal? Por lo visto Borrell no mira a sus espaldas. Sin embargo, no vemos signos que tranquilicen respecto a Marruecos. Su pretensión expansionista no ha declinado; su rearme modernísimo sigue adelante; adelante siguen nuestros intentos para apaciguarlo mediante concesiones e inversiones que le fortalecen. Si Marruecos y Argelia se enzarzaran, ¿surgirían unas repentinas reglas morales que nos obligaran a ser fieles amigos de quienes no son nuestros amigos?

 

Y no hay una inquina determinada contra nadie. Los problemas no vienen sólo de allí. El 25 de octubre de 2022 El Confidencial informaba de lo siguiente: “La Guardia Civil ubica a Soros tras una 'app' para blindar un nuevo referéndum en Cataluña. La Guardia Civil investigó en el marco de las actividades del autodenominado CNI catalán la elaboración de una aplicación informática llamada Vocdoni que ofrecía la posibilidad de organizar elecciones de forma segura. Los agentes del instituto armado hallaron en el teléfono de uno de los investigados un documento sobre esa plataforma promocionada por la Generalitat en el que aparecía un listado de “socios clave”. Uno de ellos era la Open Society Foundation,

 

Talleyrand decía que hay que tratar a los amigos como a futuros enemigos, y a los enemigos como a futuros amigos. Nosotros puntualizamos: muy grave es confundir amigos con enemigos que permanentemente muestran hostilidad. Pero a España no tener amigos ni le preocupa ni le indigna. Menos aún tener una estrategia geopolítica que atienda a sus propios intereses. Lo importante son esas sesiones parlamentarias en las que se habla de todo menos de lo fundamental. 

​España no tiene amigos

Ni le preocupa ni le indigna
Luis Méndez Viñolas
sábado, 23 de marzo de 2024, 11:56 h (CET)

Indignar a un pueblo es la peor política que se puede seguir. Es el verdadero fuego que anima su espíritu. Cuando Napoleón entró en España (el Napoleón verdadero, no el petit) ignoraba esto. Una de las cosas que más puede indignar a un pueblo es que haya, no dos varas de medir, sino tres: una para uso propio, otra para uso ajeno, y una tercera en la no hay congruencia ni con los propios usos. Es el abuso de la discrecionalidad. Esto debería dolernos a los españoles. Es impresentable que se trate a Marruecos como una democracia preferente cuando no es ni la sombra de una democracia ni había necesidad de tal preferencia, al menos respecto a nosotros. Ahora mismo hay socialistas, demócratas, periodistas, en las cárceles. Esta operación de dar relevancia a Marruecos en detrimento de España parece que se comenzó a pergeñar entre EEUU y Francia a partir de 2004. Significaba avanzar hacia el Sur la defensa occidental (¿contra quién, contra Argelia que, sin problemas, le vende el gas a Italia en detrimento de España?). ¿Acaso nosotros no somos suficientemente fiables?

 

No creemos que sea exagerado decir que España, lamentablemente, no tiene amigos. Es un hecho antiguo. De los Pirineos arriba no nos reconocen ningún mérito. De Cádiz abajo sólo piensan depredatoriamente respecto a nuestros territorios. (Gibraltar, Sáhara) Ceuta, Melilla, Canarias.

 

No cabe duda de que parte de la culpa la tenemos nosotros. Hace mucho tiempo que no nos indignamos. Ante nuestra indiferencia, nos van desmontando pieza a pieza (¿cómo pasamos del octavo lugar al decimoquinto? ¿Por qué nos desindutrializamos? ¿En beneficio de quién?). Hay pueblos que parece han nacido para ser objeto de civilizadas e hipócritas fobias. Uno de ellos es España. Hasta hay un término acuñado con mucho éxito: hispanofobia. Hablar de francofobia (Argelia, Indochina), anglofobia (sólo ocho países no fueron invadidos por ellos, italofobia (una guerra mundial), belgicofobia (con lo que hicieron en el Congo), holandofobia (con lo que hicieron en Indonesia), germanofobia (dos guerras mundiales) no suena.

 

Sin embargo, si repasamos la Historia, es indiscutible que hemos sido una nación beneficiosa para Europa. Algo que debería ser admisible ahora que, desde el Báltico al Mediterráneo y el Atlántico, todos somos europeos y europeístas, y tenemos, o deberíamos tener, un espíritu de comunidad (¿?) y nuestras pugnas históricas deberían haber sido archivadas. ¿Acaso no abrimos los mares al comercio mundial? ¿Acaso no detuvimos a los turcos en beneficio de la “cristiandad”, en una guerra en la que había potencias europeas (Francia) que traicionaban? ¿No era el Turco, tal como se decía, el gran peligro estratégico oriental? Ya antes habíamos detenido a los musulmanes, tras ocho siglos de guerra que nadie valora y que sólo ha servido para elevar excluyentemente los Pirineos (Europa termina en los Pirineos). Si buscamos en Wikipedia el término guerra de Sidi Ifni veremos que “fue una guerra no declarada de España y Francia “contra” Marruecos, entre el 23 de noviembre de 1957 y el 30 de junio de 1958 que tuvo lugar en los “territorios españoles” de Ifni” (las comillas son nuestras). No se entiende: ¿contra Marruecos en territorio español? No entraremos ahora en asuntos de colonialismo, anticolonialismo y guerras de liberación. Sería complejo porque es legítimo que un pueblo colonial, avasallado por su metrópoli, quiera liberarse. Pero para vivir mejor, no peor, y con mucha de su gente en las cárceles porque precisamente lucha para mejorar la vida de sus conciudadanos. En definitiva, que ese Occidente justo, de reglas, de protección de los derechos humanos, de tribunales de justicia condenatorios, etc. se lo salta todo cada dos por tres. Eso sí, que no les toquen a ellos la dignidad que la soberbia aflorara espumeante.

 

Las cosas así, no vemos una reacción de preocupación; mucho menos de indignación. Por ejemplo, comprobamos en el parlamento que dos partidos que monopolizan los casos de corrupción, diariamente se tiran los trastos a la cabeza para precisamente reprocharse mutuamente la corrupción (según El Mundo, en 2014, PSOE 30,4 por ciento de los casos, PP 48,9 por ciento; hoy, PP 40,8, PSOE 39,9. Es decir, el 5 por ciento del PIB (“La corrupción en España” en Diario Siglo XXI). Si los sumamos, ambos absorben el 80 por ciento. ¿Con un pésimo ejemplo se defiende la unidad del país?

 

Inmediatamente, saltarán quienes digan que nos tratan tal como somos. Pero, no. Ese mundo que nos hace la zancadilla constantemente no es mejor; y sí muy desagradecido. Euronews decía: “El escándalo de corrupción que envuelve al Parlamento Europeo crece y se complica día a día. Noticias en medios de comunicación, audiencias a puerta cerrada en el juzgado, confesiones filtradas y declaraciones de los abogados añaden nuevos giros a una historia cada vez más complicada”. Complicada y donde por casualidad aparece el fiable Marruecos. Por otra parte, cosas hemos leído por ahí, también, de la Von der Leyen (candidata del PPE), de la Lagarde, etc. Afortunadamente el pequeño martillo holandés ha olvidado a los países sureños; él, que es un parásito fiscal. Cuando lo de Ferrovial, alguna prensa (El Periódico de España) soltaba informaciones como esta: “Países Bajos priva cada año a sus socios europeos de una recaudación de más de 10.000 millones de euros, pérdidas que llevan a imponer recortes a esos países para reducir su deuda… Para los países perjudicados, esto merma su capacidad presupuestaria para financiar la política social (sanidad, educación, vivienda, cohesión) y las inversiones (infraestructuras, investigación, desarrollo tecnológico)”. Este es el concepto de superioridad.

 

Decíamos que la indignación, cuando se enciende, es el alma de los pueblos. El problema es que no siempre se enciende. Cuando no tienen demasiado interés en que los informen y pocos son los que se deciden a informarles, no hay contrastación que ayude a descubrir el fraude a la verdad.

 

¿Estamos los ciudadanos informados de qué representan verdaderamente estos asuntos? Despreocupados del importantísimo rearme de Marruecos (apoyado por Israel y, sobre todo, por Estados Unidos, gran protector suyo) ahora nos hablan de menos hospitales y de guerras nucleares. Pero, si aquello tiene trascendencia para nosotros (dicen), ¿no la tiene lo que se cocine cerca de nuestras fronteras, por ejemplo. el pretendido Gran Marruecos? ¿Qué significaría un estado que abarcara el ya perdido Sahara Occidental, la totalidad de Mauritania, las zonas occidentales de Argelia, el norte de Malí, con Tombuctú?¿Renunciaría entonces ese gran poder a Ceuta y Melilla, Canarias? Un proyecto similar al del Gran Israel: “Ese día, Yahveh hizo un pacto con Abraham, y dijo: "A tus descendientes les doy estas tierras, desde el río de Egipto hasta el río Éufrates” ¿Tranquilidad? ¿Y dónde podría buscar España una contrarrespuesta, sistema acostumbrado para neutralizar las ansias expansionistas de otros estados? En ninguna parte. España no tiene amigos.

 

Afortunadamente, en unos días hemos pasado de una guerra nuclear inevitable para la que nos preparaban protectormente (¿se puede?) a tranquilizarnos diciéndonos (Borrell) que: "El llamamiento a los europeos para que sean conscientes de los desafíos que afrontan es bueno, pero tampoco tenemos que exagerar. La guerra no es inminente. Oigo algunas voces que dicen que la guerra es inminente. La guerra no es inminente".

 

Sin embargo, esto es fácil para aquellos que sólo miran hacia el Este. Pero el Sol se pone por el Oeste. E incluso podría ponerse por el Sur. ¿Habrá que recordar a Kissinger, quien afirmaba que ser enemigo de ellos era peligroso, pero amigos, letal? Por lo visto Borrell no mira a sus espaldas. Sin embargo, no vemos signos que tranquilicen respecto a Marruecos. Su pretensión expansionista no ha declinado; su rearme modernísimo sigue adelante; adelante siguen nuestros intentos para apaciguarlo mediante concesiones e inversiones que le fortalecen. Si Marruecos y Argelia se enzarzaran, ¿surgirían unas repentinas reglas morales que nos obligaran a ser fieles amigos de quienes no son nuestros amigos?

 

Y no hay una inquina determinada contra nadie. Los problemas no vienen sólo de allí. El 25 de octubre de 2022 El Confidencial informaba de lo siguiente: “La Guardia Civil ubica a Soros tras una 'app' para blindar un nuevo referéndum en Cataluña. La Guardia Civil investigó en el marco de las actividades del autodenominado CNI catalán la elaboración de una aplicación informática llamada Vocdoni que ofrecía la posibilidad de organizar elecciones de forma segura. Los agentes del instituto armado hallaron en el teléfono de uno de los investigados un documento sobre esa plataforma promocionada por la Generalitat en el que aparecía un listado de “socios clave”. Uno de ellos era la Open Society Foundation,

 

Talleyrand decía que hay que tratar a los amigos como a futuros enemigos, y a los enemigos como a futuros amigos. Nosotros puntualizamos: muy grave es confundir amigos con enemigos que permanentemente muestran hostilidad. Pero a España no tener amigos ni le preocupa ni le indigna. Menos aún tener una estrategia geopolítica que atienda a sus propios intereses. Lo importante son esas sesiones parlamentarias en las que se habla de todo menos de lo fundamental. 

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