No se preocupen, no voy a hablar de política, sino de mis experiencias religiosas. Nací en 1936, no tengo estudios académicos, pero sí memoria. Creo que con estas líneas alguien se percate de la causa de la situación actual, tanto religiosa como social.
Sería el año 1956, un compañero de trabajo tiene un hijo en el seminario, como sería la formación que estaban recibiendo los seminaristas que irrumpió en una clase y dijo a los muchachos: “Lo mejor que podéis hacer es que os marchéis a vuestras casas” Año de 1965, ya estoy casado, me incorporo a la Adoración Nocturna, había un joven sacerdote de director espiritual, como sería para que el jefe del turno le dijera: “Aquí hemos venido a adorar a Dios, no a hablar de política” ¿Se acuerdan del seminario de 1956.? Habían inoculado un virus en los seminarios. Estalló una gravísima crisis en la Iglesia Católica. Los progresistas de la Jerarquía y del clero católico, barrieron literalmente todo signo religioso de los templos, eliminaron comulgatorios, púlpitos, imágenes, el rezo del rosario, las procesiones, se quitaron sus vestiduras religiosas y empezaron a dar la comunión en la mano. Lo espiritual no daba de comer al hombre, había que hacer una iglesia nueva. El cardenal Tarancón para justificar la comunión en la mano, decía que la comida en la boca se daba a los niños, pero nosotros ya éramos adultos en la fe. Hasta pasquines revolucionarios había en algunas iglesias y en lugar de tener imágenes de Cristo en algunas sacristías, ponían al Che Guevara.
Pero lo más grave de todo esto es que aquellos progresistas ocupan los primeros puestos en la Iglesia, y la Divina Eucaristía que es la Vida de la Iglesia, la han convertido en una galleta. Como el virus inoculado no recibió la vacuna que necesitaba para su curación se ha establecido como norma general, por tanto muchos sacerdotes y que ahora son Obispos, recibieron esa falsa doctrina y actúan de buena fe de acuerdo con ella, y los fieles que nos hemos mantenido fieles, somos unos integristas y unos fanáticos. Esta Iglesia Católica necesita y con urgencia, una vacuna que la libere de estos impostores, que no solamente han desacralizado la Divina Eucaristía, también, al faltar lo espiritual, lo religioso, lo sagrado, han dejado a la sociedad indefensa ante los ataques de Satanás y de sus esbirros, el cual ha formado un estado laico, ateo, que esclaviza a la gente honrada. Podría alargar este escrito, pero creo que es suficiente para que muchas personas comprendan las causas por las que padecemos esta situación.
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