Vox culmina el cambio que inició años atrás. De batiburrillo de tribus a la derecha del PP, a ser un partido compacto en torno al líder, tras purgar a liberales y versos sueltos. El partido se entrega al falangismo en fondo y forma a semanas de entrar en el Gobierno. Que Dios nos pille confesados.
Lo que comenzó siendo un cajón de sastre al que se unió todo lo que estaba a la derecha del PP de Rajoy - peperos descontentos, carlistas, nostálgicos de Franco, liberales, falangistas, conservadores de té a las 5, libertarios, filo anarcocapitalistas, antiglobalistas, tradicionalistas estilo Alianza Popular, odiadores de Soros, entre otras tribus - acaba de culminar estos días, diez años después, su fase de maduración como proyecto político.
Abascal ya le había dado un cierto barniz de uniformidad y una estética más clara poco antes de que catalizara la rabia e impotencia de muchos españoles votando a este mejunje tras los intentos indepes en Cataluña. Más allá de que las bases y el partido en si mismo parecieran por dentro el ejército de Pancho Villa, Abascal formó un núcleo duro de figuras de primer nivel, como el gurú Ruben Manso, reconocido liberal, amante de Hayek, Doctor en Economía y ex inspector del Banco de España. Suyos fueron los programas electorales en las elecciones generales de 2019, probablemente, los mas liberales de la democracia. Incluían la reforma y transición de las pensiones hacia un sistema mixto de capitalización y reparto; los cheques educativo y sanitario; la reducción del IRPF a dos únicos tramos con límite en el 30%; la eliminación masiva del gasto corriente en la Administración; el fomento del ahorro y, en suma, la reducción del Estado y el empoderamiento de las familias y las personas. Eran los tiempos en que Vox presumía de su ala liberal, y de gente como Manso, Sanchez del Real, Ivan Espinosa de los Monteros, entre otros, que pintaban algo y eran la cara y la voz del partido.
Abascal ya desde 2018 y con mas decisión durante la pandemia irá perfilando un cambio de rumbo. Quiere una organización que pueda controlar mejor, más rígida, compacta, con menos verso suelto, sin voces críticas y un mensaje unívoco a la sociedad. A la guerra cultural solo se puede ir con un ejército prieto. Pretende madurar el partido y prepararlo para el cambio de ciclo político que imagina tras el fin de la pandemia. En cuanto al contenido, el populismo va ganando más terreno. La "España que madruga" pasa a ser el monolítico eslogan, dirigiendo el tiro a los barrios y trabajadores de clase media-baja, la base electoral de la izquierda. Una cierta idea de corporativismo y de un Estado social y protector sustituyen al discurso liberal. Ahora se vende proteccionismo, cerrar fronteras a las mercancías, limitar la inversión extranjera, subir salario mínimo, ayudar a gremios y al campo con subvenciones masivas y limitar los precios en origen de diferentes cadenas de suministro. Incluso montan un sindicato (vertical, claro) llamado Solidaridad. Nada muy distinto de lo que diría y haría hoy Jose Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange, si levantaran la cabeza.
En este ambiente, surge con fuerza la figura de Jorge Buxadé, eurodiputado al que Abascal da galones y nombra como vicepresidente y portavoz nacional del partido, el que sale en la tele todos los días dando la versión oficial ante todos los medios. A la vez, controla el todopoderoso comité de Acción Política, que perfila las listas electorales, dirige la estrategia y redacta los nuevos estatutos del partido, que se aprobarán próximamente. Buxadé es un falangista convencido. Militó en Falange Española de las Jons en 1995 y en Falange Española Auténtica un año después, algo de lo que continúa orgulloso. "Me arrepiento de haber estado en el PP, no en Falange", confesó el mismo en una entrevista a El Mundo en mayo de 2019. La mano derecha de Abascal, uno de los más rancios populistas del partido, es su voz oficial, el que tiene mas peso a la hora de proponer las listas y dirigir la estrategia y quien va manu militari a las regiones a sentar doctrina y fiscalizar los pactos con el PP. Entre sus aportaciones ideológicas mas destacadas se encuentra la campaña que inició contra los MacDonalds y las "multinacionales que invaden nuestras ciudades".
Buxadé y Abascal han sido los autores intelectuales y ejecutores de la gran purga de la semana pasada. Ruben Manso y Victor Sanchez del Real salen de las listas y no irán al Congreso. Tampoco irá Mireia Borrás, el "pibón" de Vox, a la que algunos incluyen en el ala liberal, y a la que no han beneficiado sus fotos en bañador en Instagram ni el hecho de ser tan "eco-friendly" y montar una empresa de baterías portátiles biodegradables. Demasiado perfil y mucho aroma a Agenda 2030, debieron pensar de ella. El objetivo es doble: antes de las elecciones y del acceso al poder, aprobar los nuevos estatutos, y cargarse por un lado a los pocos liberales que quedaban, y por otro, desplazar o difuminar a los que aún mantenían voz propia, como Ortega Smith o Espinosa de los Monteros y su mujer Rocío Monasterio, pareja a la que le quedan dos telediarios en el partido. No ha hecho falta echar a Macarena Olona, ya se fue ella antes. Fuera versos sueltos y fuera liberalismo. Vuelta a las esencias patrias, a la uniformidad y a la unidad de destino universal. Este es el nivel. Este es el partido y el estilo que están a punto de sentarse en el Consejo de Ministros de España.
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