Sr. Sánchez, soy un anciano de 98 años, pobre de solemnidad y le escribo desde la cama… Tengo que decirle que mi vida ha sido muy dura: he tenido que trabajar mucho desde muy pequeño; por eso no pude ir a la escuela y lo poco que sé, lo aprendí con mucho esfuerzo. Por eso le ruego que perdone la inculta manera de expresarme.
He de decirle que, a consecuencia de mi ignorancia, no comprendo lo que dice cuando habla, aunque me gusta mucho cómo lo dice, el tono, su aplomo… También me gusta mucho su forma de vestir, su forma de andar, su peinado, su forma de mover las manos cuando habla. Por todo eso y otras cosas parecidas, le voto y le seguiré votando porque yo soy un hombre de una sola palabra y no me gusta cambiar.
He de confesarle que tiene mi completa fidelidad a usted y a su partido porque, de todas las posibilidades, la suya me parece la que mejor balancea las manos al caminar... Aunque, solo tengo una duda que me reconcome las entrañas y le escribo porque me gustaría que me lo aclarara. Espero y confío de su magnanimidad que sepa perdonar mi atrevimiento. Verá, es lo siguiente:” ¿Podría decirme cuándo dice la verdad y cuándo miente? Porque, ha dicho tantas mentiras que no sé cuándo debo tomarle en serio”. Sin nada más que decirle, me despido con un cordial saludo.
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