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¿Y mañana… qué?

Por fin vamos a tomarnos un respiro. Por el momento ha acabado el martirio mediático, lleno de promesas, de las dichosas elecciones
Manuel Montes Cleries
lunes, 29 de mayo de 2023, 10:21 h (CET)

A lo largo de los últimos meses nos hemos visto rodeados por los mensajes de los diversos partidos políticos prometiéndonos “el oro y el moro” (ojo, esta es una expresión popular nacida de un suceso del siglo XV acontecido en Ronda. Vaya a ser que me tachen de racista. Aunque en Melilla parece ser –presuntamente- que ambos conceptos están bastante relacionados).

     

Una vez pasada la euforia de las promesas cargadas con pólvora del rey, llegan los momentos de cumplir con lo prometido. No sé de donde van a sacar pisos para tantos, van a conseguir esas subidas de salarios, esas subvenciones merecidas o no y habrá longanizas suficientes para atar a tantos perros como circulan por nuestras calles.

    

El próximo paso se basa en que, como se aproximan otras elecciones, bastará con que cada uno de los partidos supere las promesas que nos acaba de hacer el contrario. De esta manera, y con el tú eres más malo que yo y yo te doy más que tú, estaremos bastante divertidos a lo largo de los próximos meses.

    

Volveremos a discursos vibrantes de los políticos de turno, respaldados por unas personas sonrientes que quieren simular un interés y un fervor encendidos por el mitinero salvador de la patria. Ya nos hemos acostumbrado. Además tenemos la suerte de contar con el mando a distancia que nos permite, como distracción,  dedicarnos a aprender a hacer sables tibetanos o a participar en las subastas de contenedores en yanquilandia. Las series turcas son, a veces, más divertidas que el chorro de promesas que los que las realizan saben que no van a poder cumplir.

    

La buena noticia de hoy es que la gran mayoría de los españoles va a seguir esforzándose desde sus estudios, sus puestos de trabajo, su labor como investigadores, sus actividades profesionales, sus pequeñas y grandes empresas o las de los sufridos autónomos. Seguirán bregando con sus impuestos y dificultades de todo tipo, sin contar con el maná liberador proveniente de las promesas del papá estado.

    

Así que, mis queridos niños, “a poblemate”, para que os hagáis hombres de provecho. “Del viejo, el consejo”. Y olvidaros de los cantos de sirena. Si me cuesta trabajo creer en Dios… como voy a creer en los políticos. Hoy ya he cumplido con mi obligación. He votado con pocas ganas. Pero he votado. Mañana… a seguir luchando.

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Los legisladores actuales se han acostumbrado, de una forma que yo llamaría indecente, a lo que se le ocurre (sea lo que sea) a alguno de esos personajes (masculinos, femeninos y neutros) de la rampante y vulgar moda de los pijos progres. Estamos observando en los últimos tiempos que el legislador actual se entromete en ámbitos privados sin ningún recato, creando normas para regular los modelos que necesita para la promoción de su disparatada ideología.

En medio de la escalada del aluvión de desastres climáticos que nos acorralan y de los incesantes conflictos que nos persiguen, defender los valores humanos y la ética humanitaria, es una de las más urgentes necesidades del momento. Hoy más que nunca precisamos reponernos, trabajar en los valores interiores de cada cual, para encontrar el reposo necesario y la primordial quietud que generan las razones de la esperanza, que todos nos merecemos por el mismo hecho de nacer.

Ni teléfono ni internet, lo justo para sentirse desnortado y pensar en otras posibilidades. Al abrir la ventana escuché a varias personas que llevaban un transistor en la mano, pegado al oído como aquel fatídico 23F o las tardes de domingo para conocer los resultados del fútbol. Decidí no esperar más y pensé dónde podía estar alguno de los dos transistores que tenía en otra época. No tardé en encontrarlos y, tras poner pilas nuevas, resulta que funcionaban como el primer día.

 
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