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Olvidar lo fundamental produce monstruos

Olvidos irreparables

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Quizá por comodidad, nos dejamos llevar por las formalidades sociales, sin la motivación suficiente para averiguar sus justificaciones; son más entretenidas las distracciones de poco fuste en pleno auge. Tampoco sobra tiempo, atareados como estamos en un sinfín de menesteres. Ni ganas tenemos de estrujarnos el caletre en elucubraciones cuya aplicación posterior permanece en un alero indeterminado. Los términos equívocos invaden escuelas, legislaciones y la convivencia en general. Algo importante estamos dejando aparcado, en ASTILLERO, según el vocablo cervantino. Tenemos disponibles mejores ideas, aunque ni entramos en su consideración, dilapidamos así su valía.


Las polémicas encendidas surgen con una energía inusitada, aunque en su misma potencialidad, se alejan progresivamente de los ciudadanos y de las mejores decisiones; estamos saturados con sus ejemplos. Tienden a enzarzarse en torno a las organizaciones comunitarias, con el supuesto afán de enderezar entuertos. Puestos en lo mejor, se consolidan determinadas disposiciones bien encaminadas, incluso basadas en datos fiables y normativas razonadas. Aunque no acaban de asimilar el otro componente básico, el ineludible carácter SUBJETIVO de los actuantes en el momento concreto de sus intervenciones. Pese a los protocolos, nadie parece atender al qué y cómo los va a poner en práctica.


Siempre quedan resquicios incontrolados a la hora de abordar actitudes y comportamientos. Si esto resulta natural, debido a las limitaciones inherentes a cada individuo, no lo es tanto y se convierte en hechos deplorables, cuando son los mismos impulsos sociales quienes se orientan al incremento de tales desajustes; así se incrementan las frustraciones. Me gustó leer de Milan Kundera sus frases referidas a las frecuentes creencias erróneas asumidas por la gente. En la relacionada con los RECUERDOS, insiste en su incompletud, nadie podrá abordarlos como una entidad de contenido absoluto. Los actos, la gente, grandes organizaciones, se hunden en el pozo del olvido; no hace falta insistir en las desgraciadas manipulaciones interesadas.


En segundo término, el mismo autor, también incidía en la apreciación de la abrumadora presencia de las injusticias en sus múltiples facetas, errores y tergiversaciones; pero resaltaba la creencia errónea de confiarse en su posible superación posterior. Una vez producido el desaguisado, el parcheado no establece la pretendida recuperación total. En efecto, el error radica en eso, es imposible la REPARACIÓN completa y se va perdiendo la agudeza de los pasados sobresaltos. La obsesión por estos objetivos superadores engendra también peligrosos descuidos; las medidas adecuadas de cara al futuro se posponen y la pertinente toma de conciencia real de las omisiones previas se difumina. La distorsión sigue activada.


Si nos fijamos en las desventuras provocadas a diario, violencias, corrupciones, ligerezas y abusos; se habla mucho de organizar los recuerdos hasta en niveles institucionales y establecer las reparaciones en cada sector afectado. En ese ambiente general hinca sus dientes crueles la frustración, vienen a recalcarnos unas carencias patentes en cualquiera de los campos sacudidos por sus efectos, sean legislativos, educativos, asistenciales o simplemente convivenciales. Me refiero a dos sillas vacías en el ámbito PREVENTIVO. A la hora de analizar los criterios necesarios, el desinterés frena las actuaciones. Y tampoco acompaña el afán por la excelencia en las labores personales, se quedan en los fríos protocolarios.


No es preciso empecinarse con el supuesto caos del Universo, ni en la enorme profusión de los más variados obstáculos; los recursos a nuestra disposición pueden emplearse de mala manera o simplemente ser olvidados. Podemos hacer uso de todas las cualidades disponibles o sólo recurrir a una de ellas, incluso con exageraciones descabelladas. Solemos olvidarnos de una de estas exageraciones extremadamente peligrosa, la locura de los razonamientos descontrolados, aquellos MONSTRUOS goyescos, sin ninguna atención al resto de constituyentes del ser humano. Si al menos se tuvieran en cuenta las razones de los demás, se amortiguaría el desfase. Acabamos creando figuras perniciosas con una especie de ingenuidad indefendible y secuelas intempestivas.


Al contemplar con asombro los trágicos abusos entre los más jóvenes, desaveniencias abusivas de todo género, agresiones individuales e institucionales, miserables abandonos y guerras, está claro el olvido de lo que es el SER HUMANO como elemento de una comunidad. Con ese olvido ya está dicho lo principal entre la abundante palabrería generadora de confusiones. Sin esa consideración primordial, el progreso, la técnica, la ciencia y el desarrollo estructural, no pasan de ser fuegos rutilantes de artificio, reducidos pronto a cenizas insignificantes. Se trata de la disyuntiva existencial por excelencia, perseguir la estela fascinante de ese descubrimiento esperanzado personal o ceñirnos a la oscuridad de una bruma desesperante.


En la forma de encauzar los deseos entre la realidad circundante, predominan las referencias a las culpas, sobre todo si son ajenas; se alude menos a las responsabilidades, por si acaso nos atañen. Con la tendencia añadida de atribuir la culpabilidad a determinados sistemas colectivos, diluyendo así las implicaciones individuales. En ambos apartados, la inmediatez práctica del momento ocupa las tareas. Suelen quedar postergados, olvidados, tres INTERROGANTES cruciales referidos a los pasos previos. Qué se pretendía, con buenos aires participativos en dicha decisión. Cómo se pensaban programar las actuaciones pertinentes. A costa de qué y de quienes. La nitidez de las respuestas evitaría elucubraciones y secuelas sin sentido.


Sólo desde la libertad decisoria adquieren valor las decisiones propias; sin disponer de ella, serán meros automatismos impersonales. En cualquier actividad, cargos públicos, profesionales o tareas particulares, la otra vertiente crucial a tener en cuenta es el grado de obligaciones asumidas en el uso de esa cuota de libertad. El postergamiento de ese COMPROMISO adquirido, su ausencia en la práctica, deviene en consecuencias irreparables. Por la incoherencia de unas labores esquivas y sus repercusiones a la hora de valorar sus defectos. Ante desacuerdos graves, ilegalidades, abusos u otros desmanes, se impone la renuncia, no cabe escudarse en el compromiso para ser cómplice de comportamientos nefastos, menos, con algún beneficio personal.


Los retos diarios nos agobian en las múltiples esferas de la acción particular y comunitaria. Participamos de una complejidad estructural manifiesta, en la cual cabe la afirmación de un predominio notable de las incógnitas, en ambientes, por lo demás, inestables con un dinamismo acelerado. Por tal fundamento, resulta especialmente grave la renuncia a una DIALÉCTICA constructiva de criterios gratificantes.


Tanto el mal como el bien, se perciben con facilidad cuando se presentan; los silencios o los encubrimientos, distorsionan esas percepciones. Podemos enredarnos al ser arrastrados por la compleja trama, si nos olvidamos de nosotros mismos como AGENTES insustituibles, para bien o para mal, mostrando una indiferencia cómplice de otras iniciativas, buenas artes colaboradoras o pérfidas ruindades.

Olvidos irreparables

Olvidar lo fundamental produce monstruos
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 19 de mayo de 2023, 09:55 h (CET)

Quizá por comodidad, nos dejamos llevar por las formalidades sociales, sin la motivación suficiente para averiguar sus justificaciones; son más entretenidas las distracciones de poco fuste en pleno auge. Tampoco sobra tiempo, atareados como estamos en un sinfín de menesteres. Ni ganas tenemos de estrujarnos el caletre en elucubraciones cuya aplicación posterior permanece en un alero indeterminado. Los términos equívocos invaden escuelas, legislaciones y la convivencia en general. Algo importante estamos dejando aparcado, en ASTILLERO, según el vocablo cervantino. Tenemos disponibles mejores ideas, aunque ni entramos en su consideración, dilapidamos así su valía.


Las polémicas encendidas surgen con una energía inusitada, aunque en su misma potencialidad, se alejan progresivamente de los ciudadanos y de las mejores decisiones; estamos saturados con sus ejemplos. Tienden a enzarzarse en torno a las organizaciones comunitarias, con el supuesto afán de enderezar entuertos. Puestos en lo mejor, se consolidan determinadas disposiciones bien encaminadas, incluso basadas en datos fiables y normativas razonadas. Aunque no acaban de asimilar el otro componente básico, el ineludible carácter SUBJETIVO de los actuantes en el momento concreto de sus intervenciones. Pese a los protocolos, nadie parece atender al qué y cómo los va a poner en práctica.


Siempre quedan resquicios incontrolados a la hora de abordar actitudes y comportamientos. Si esto resulta natural, debido a las limitaciones inherentes a cada individuo, no lo es tanto y se convierte en hechos deplorables, cuando son los mismos impulsos sociales quienes se orientan al incremento de tales desajustes; así se incrementan las frustraciones. Me gustó leer de Milan Kundera sus frases referidas a las frecuentes creencias erróneas asumidas por la gente. En la relacionada con los RECUERDOS, insiste en su incompletud, nadie podrá abordarlos como una entidad de contenido absoluto. Los actos, la gente, grandes organizaciones, se hunden en el pozo del olvido; no hace falta insistir en las desgraciadas manipulaciones interesadas.


En segundo término, el mismo autor, también incidía en la apreciación de la abrumadora presencia de las injusticias en sus múltiples facetas, errores y tergiversaciones; pero resaltaba la creencia errónea de confiarse en su posible superación posterior. Una vez producido el desaguisado, el parcheado no establece la pretendida recuperación total. En efecto, el error radica en eso, es imposible la REPARACIÓN completa y se va perdiendo la agudeza de los pasados sobresaltos. La obsesión por estos objetivos superadores engendra también peligrosos descuidos; las medidas adecuadas de cara al futuro se posponen y la pertinente toma de conciencia real de las omisiones previas se difumina. La distorsión sigue activada.


Si nos fijamos en las desventuras provocadas a diario, violencias, corrupciones, ligerezas y abusos; se habla mucho de organizar los recuerdos hasta en niveles institucionales y establecer las reparaciones en cada sector afectado. En ese ambiente general hinca sus dientes crueles la frustración, vienen a recalcarnos unas carencias patentes en cualquiera de los campos sacudidos por sus efectos, sean legislativos, educativos, asistenciales o simplemente convivenciales. Me refiero a dos sillas vacías en el ámbito PREVENTIVO. A la hora de analizar los criterios necesarios, el desinterés frena las actuaciones. Y tampoco acompaña el afán por la excelencia en las labores personales, se quedan en los fríos protocolarios.


No es preciso empecinarse con el supuesto caos del Universo, ni en la enorme profusión de los más variados obstáculos; los recursos a nuestra disposición pueden emplearse de mala manera o simplemente ser olvidados. Podemos hacer uso de todas las cualidades disponibles o sólo recurrir a una de ellas, incluso con exageraciones descabelladas. Solemos olvidarnos de una de estas exageraciones extremadamente peligrosa, la locura de los razonamientos descontrolados, aquellos MONSTRUOS goyescos, sin ninguna atención al resto de constituyentes del ser humano. Si al menos se tuvieran en cuenta las razones de los demás, se amortiguaría el desfase. Acabamos creando figuras perniciosas con una especie de ingenuidad indefendible y secuelas intempestivas.


Al contemplar con asombro los trágicos abusos entre los más jóvenes, desaveniencias abusivas de todo género, agresiones individuales e institucionales, miserables abandonos y guerras, está claro el olvido de lo que es el SER HUMANO como elemento de una comunidad. Con ese olvido ya está dicho lo principal entre la abundante palabrería generadora de confusiones. Sin esa consideración primordial, el progreso, la técnica, la ciencia y el desarrollo estructural, no pasan de ser fuegos rutilantes de artificio, reducidos pronto a cenizas insignificantes. Se trata de la disyuntiva existencial por excelencia, perseguir la estela fascinante de ese descubrimiento esperanzado personal o ceñirnos a la oscuridad de una bruma desesperante.


En la forma de encauzar los deseos entre la realidad circundante, predominan las referencias a las culpas, sobre todo si son ajenas; se alude menos a las responsabilidades, por si acaso nos atañen. Con la tendencia añadida de atribuir la culpabilidad a determinados sistemas colectivos, diluyendo así las implicaciones individuales. En ambos apartados, la inmediatez práctica del momento ocupa las tareas. Suelen quedar postergados, olvidados, tres INTERROGANTES cruciales referidos a los pasos previos. Qué se pretendía, con buenos aires participativos en dicha decisión. Cómo se pensaban programar las actuaciones pertinentes. A costa de qué y de quienes. La nitidez de las respuestas evitaría elucubraciones y secuelas sin sentido.


Sólo desde la libertad decisoria adquieren valor las decisiones propias; sin disponer de ella, serán meros automatismos impersonales. En cualquier actividad, cargos públicos, profesionales o tareas particulares, la otra vertiente crucial a tener en cuenta es el grado de obligaciones asumidas en el uso de esa cuota de libertad. El postergamiento de ese COMPROMISO adquirido, su ausencia en la práctica, deviene en consecuencias irreparables. Por la incoherencia de unas labores esquivas y sus repercusiones a la hora de valorar sus defectos. Ante desacuerdos graves, ilegalidades, abusos u otros desmanes, se impone la renuncia, no cabe escudarse en el compromiso para ser cómplice de comportamientos nefastos, menos, con algún beneficio personal.


Los retos diarios nos agobian en las múltiples esferas de la acción particular y comunitaria. Participamos de una complejidad estructural manifiesta, en la cual cabe la afirmación de un predominio notable de las incógnitas, en ambientes, por lo demás, inestables con un dinamismo acelerado. Por tal fundamento, resulta especialmente grave la renuncia a una DIALÉCTICA constructiva de criterios gratificantes.


Tanto el mal como el bien, se perciben con facilidad cuando se presentan; los silencios o los encubrimientos, distorsionan esas percepciones. Podemos enredarnos al ser arrastrados por la compleja trama, si nos olvidamos de nosotros mismos como AGENTES insustituibles, para bien o para mal, mostrando una indiferencia cómplice de otras iniciativas, buenas artes colaboradoras o pérfidas ruindades.

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