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Muel, primoroso mantel. Burbujas de champán. De Murano, su bajilla de cristal. Calles como un pincel. En Muel, su cascada a nadie hace mal. Jardines con parquet. Árboles con chaqué. En Muel, la ermita Virgen de la Fuente se lo pasa muy bien: de 1000 vueltas nadando en la presa romana, solo le quedan 100. De Goya garabatos en su lustroso dosel. Escribe poesías rimadas sin cuartel. Cerámica de autor y alfarería tradicional. A su río hay que serle fiel: los álamos, chopos, pinos, sauces llorones, plataneros, hacen turnos de guardia cuando rielando pasa él.
Muel, que por tus venas abiertas corren aguas mil. Que mimas a los montañeros que te van a ver. Que se ditigen a la presa de Mezalocha por el “Camino de la Heredad”. Que dan la vuelta a su presa espectacular. Que llegan atravesando riscos, cortados y barranos, al “Mirador del Hocino”. Que arriban al puente de Aylés. Que ven como los castores dejaron de roidos los chopos. Que boquiabiertos, el cañón excavado por el Huerva ven. Que asombrados admiran la sombra del sombrero de la peña del Moro. Que buitres leonados, águilas reales, halcones peregrinos y águilas azor-perdiceras alumbrando con su figura, le dan vida a los roquedales. Mientras que sus cangrejos tocan las castañuelas por entre los cañaverales.
Y vuelven los caminantes a la presa por la orilla izquierda para descansar. Y en Muel les sirven en cálices de plata burbujas de champán. En las calles como un pincel. Con la bajilla de Murano el cristal. ¡Ay! Muel y Mezalocha, un primoroso mantel.
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